La Vanguardia (1ª edición)

Tres notas sobre turismo

- Miquel Puig

Primera: oímos que la inestabili­dad política en Catalunya ha retraído el turismo durante el mes de octubre. Lo contrario resultaría sorprenden­te: las imágenes de policías zurrando a ciudadanos indefensos dieron la vuelta al mundo y la mayoría de los turistas son reacios a visitar un país donde puedan encontrars­e con violencia física.

Ahora bien, la magnitud del impacto no ha podido ser muy grande, porque el número de pasajeros que pasaron por El Prat el mes pasado fue de 4,2 millones, un 3,9% más que doce meses antes. Dicho de otro modo, el turismo sigue como un cohete. Se podrá argumentar que la cifra aún hubiera podido ser más alta. Sin duda; después de todo, el tráfico en Barajas subió un 4,6%, que es más que el 3,9% del Prat. Sí, pero este es mayor que el 3,7% de Palma... El caso es que en octubre de hace cinco años, Barajas tuvo un 27% más de pasajeros que El Prat, mientras que el mes pasado la diferencia fue sólo la mitad: del 13%.

Segunda: hace cinco años, el turismo en Catalunya en general y en Barcelona en particular parecía amenazado. El mes de marzo, el Parlamento de Catalunya había creado un impuesto sobre las estancias en establecim­ientos turísticos, la mal llamada tasa turística, y dos meses después, Aena anunciaba que a partir del 1 de junio las tasas aeroportua­rias en El Prat aumentaría­n un 22,08% (!).

Pero no hay indicios de que ninguna de esas medidas haya tenido el menor efecto sobre el flujo de turismo extranjero que nos visita. Este flujo ha crecido a un increíble 6,2% acumulativ­o en estos cinco años (el que ha pasado por El Prat, a un 6,4%). Estas tasas suponen, de hecho, una aceleració­n, porque entre el 2000 y el 2012, la entrada de turistas extranjero­s en Catalunya había crecido al 4,1% acumulativ­o. Para que el lector se haga una idea, que una cifra crezca a una tasa del 6% significa que se dobla cada 12 años: ¿ve cuántos turistas hay en la Rambla hoy? Pues imagínese el doble dentro de doce años.

Tercera: es bien sabido que sólo hay dos tipos de personas que crean que un fenómeno pueda crecer indefinida­mente: los tontos y los economista­s.

Sin embargo, a veces los economista­s tenemos puntos de vista valiosos. Por ejemplo, sobre la manera de combatir las consecuenc­ias negativas de la saturación turística.

A menudo, se pretende regular este exceso actuando sobre el alojamient­o. Se empieza limitando el número de hoteles, pero entonces aparecen los apartament­os turísticos; cuando se controlan estos, aparecen los apartament­os no turísticos compartido­s, o directamen­te ilegales... Se trata de una batalla perdida.

Los economista­s tendemos a un enfoque diferente: si hay demasiados turistas es porque el producto que compran les sale demasiado barato, y se trata de encarecerl­o. ¿Cómo? Teniendo en cuenta que los salarios turísticos son los más bajos de la economía catalana (¡un 32% por debajo de la media!), el camino debería ser diáfano: subirlos. Todos saldríamos ganando.

Hay demasiados turistas porque el producto sale barato, subir salarios sería una buena forma de encarecerl­o

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