La doble moral del presidente
Trump se burla del senador demócrata acusado de acoso, pero guarda silencio sobre el republicano Moore y se olvida de su propia historia
Sexo, mentiras y Trump.
Estados Unidos vive bajo la irrupción pública de su moral enferma, en tanto su presidente se comporta como el típico bully o matón de patio de colegio.
El tuit de Trump se cebó la noche del jueves con el senador demócrata Al Franken, el penúltimo –en cualquier momento sale el siguiente– pillado en su acoso sexual a una mujer, circunstancia que parece haberse convertido en la nueva normalidad en este país. Políticos, actores, empresarios, deportistas, periodistas... No se salva nadie de esta epidemia.
El senador por Minnesota se había afanado en pedir disculpas a su víctima y a los ciudadanos. Un gesto totalmente inaceptable en el catálogo de conducta del presidente, que siempre ve la paja ajena pero jamás la viga propia.
La genuflexión de Franken se produjo una vez que salió una fotografía en la que se le ve, con un gesto ridículo en la cara, posando sus manos en los pechos de una periodista que se halla traspuesta.
Demasiado fácil para Trump, dotado para la sal gorda y alérgico a la finura intelectual de otros, como por ejemplo su antecesor, Barack Obama.“La foto de Al Frankenstein es muy mala, dice miles de palabras. ¿Dónde van sus manos en las fotografías 2, 3, 4, 5 y 6 mientras ella duerme?” Su burla causó el sonrojo de muchos de los suyos e indignación entre los que no festejan sus gracias, por su hipocresía. Durante la campaña y, todavía hoy, varias mujeres le denunciaron como acosador. ¿Respuesta? “Todas mienten”, replicó el entonces candidato, que amenazó con querellas de las que nunca más se supo.
Su ataque al demócrata llegó sin dilación pero aún no se ha pronunciado respecto a las múltiples acusaciones contra el juez Roy Moore, de 70 años, aspirante ultraconservador al Senado en la votación del 12 de diciembre.
Ya son ocho las mujeres que se han atrevido a salir a la luz y explicar que “el magistrado de los Diez Mandamientos” se les acercó y trato de forzarlas hace un tiempo. Ellas tenían de 14 a 20 años y el era un treintañero que ocupaba el cargo de asistente del fiscal general de Alabama. Moore se muestra desafiante y responde, sin pruebas, con la doctrina trumpista: “Mienten”.
Su mujer, Kayla, calificó ayer el caso de “montaje” y culpó a los medios liberales, a los pro aborto, pro baños unisex, pro transgénero y a los anticristianos, “que es lo más importante”, subrayó.
Hay una ruptura en el Great Old Party (GOP). Los republicanos del estado apoyan al juez y los que mandan en Washington, descalificados como el establishment, planean cómo sacárselo de encima incluso si gana, porque ahora no están a tiempo de impedir que sea el candidato.
Trump calla, lo que, según la cultura popular, significa que otorga. El escándalo surgió estando de viaje por Asia. Su portavoz, Sarah Huckabee Sanders, emitió entonces un comunicado en el que afirmó que, “si es verdad”, Moore debería marcharse. Este jueves, la portavoz, en vivo y en directo, repitió el argumento. Matizó, sin embargo, que el presidente no ha de hablar y que “la gente de Alabama debe tomar la decisión sobre quién debe ser su senador”. Kellyanne Conway, asesora y propulsora de la teoría de “los hechos alternativos”, justificó que Trump eluda el tema Moore: “Es una historia vieja”.
Otros de su equipo justifican que el presidente tuviera un arrebato con lo de Al Franken por la evidencia de la foto. Pero se olvidaron que a Trump lo cazaron en el audio de una grabación en vídeo diciendo que él, con su poder, podía “coger por el coño a cualquier mujer”. Eso se justificó como conversación de vestuario.
Kirsten Powers, columnista del USA Today, tuiteó que “si piensas que Al Franken debe dimitir, entonces también debes pedir la dimisión de Trump”.
Idéntico mensaje salió, aseguran que por error, desde el Pentágono. Retuitearon un comentario en el que se metía a los tres –Moore, Franken y Trump– en el mismo saco de la culpa.