La doble locura
Gracias a Juan Antonio Samaranch y a muchas generaciones de gente que había trabajado bien Barcelona y Catalunya habían alcanzado cotas de notoriedad y reputación que nos permitieron escalar posiciones en rankings mundiales y un notable bienestar social.
Pero esta sociedad entró un buen día en la locura del independentismo nacido en algunas comarcas catalanas. Algunos denunciamos aquello con argumentos y mensajes que los mismos que han sido los protagonistas del proceso reconocen ahora, tras ver que su hoja de ruta ha resultado una hoja de ruina, con mucho engaño a gentes de buena fe que incluso ahora siguen creyéndola posible.
Los resultados están ahí: varios exconsellers en prisión preventiva desde el 2 de noviembre, el expresident y varios exconsellers haciendo el ridículo en Bruselas para –supuestamente– hacer saber al mundo que Catalunya existe. Bancos y miles de empresas deslocalizadas, mil empresas con domicilio fiscal desplazado fuera de Catalunya, caídas en el número de turistas y de cruceros. Caídas en las ventas en Catalunya y en el resto de España y falta de inversión y creación de puestos de trabajo ante la situación de inestabilidad a que, desde la Generalitat, se nos ha abocado hasta llegar a la indeseada pero lógica aplicación del artículo 155 de la Constitución por Rajoy después de la discutida
declaración de independencia del 27 de octubre, culminando las desastrosas leyes autonómicas aprobadas el 6 y 7 de septiembre y el lamentable referéndum ilegal del 1 de octubre al que acudieron de buena fe muchas personas movilizadas por argumentos que los mismos que los difundieron han reconocido ahora que no respondían a la realidad.
Dicho esto, ahora nos encontramos ante unas inciertas elecciones autonómicas del 21 de diciembre. Muchos confiamos en que los partidos que aún tienen seny presenten programas electorales motivadores con contenido de gobierno, pues hablar solo de una utópica independencia o de inmovilismo ya no va a convencer a nadie con dos dedos de frente.
En esta falta de un futuro tranquilizador para que las inversiones volvieran a Barcelona estábamos, cuando el pasado 12 de noviembre vimos con sorpresa que unos pocos comunes –de los que sólo apoyan a 11 concejales– resolvieron por sólo 323 votos de diferencia que la alcaldesa Ada Colau debía romper el pacto de gobierno municipal con el PSC.
Parece que para Barcelona las desgracias no vienen solas y por si la locura independentista no hubiera hecho suficiente daño se enfrenta ahora a otra nueva locura: la rotura del pacto de gobierno municipal estable, que con errores y todo, debía extenderse hasta las municipales del 2019.
¿Qué pecados habremos cometido los barceloneses para que –con estas dos locuras de unas partitocracias irresponsables– se nos prive de lo que, con años de trabajo, habíamos conseguido para poner a Barcelona en el mundo?
A la acción independentista se añade la decisión de los comunes de romper con el PSC en Barcelona