Bloody Mary Lliure
Miércoles, ocho y veinte de la noche. Teatre Lliure de Montjuïc. Lees, como tienes por costumbre, el programa de mano del espectáculo sentado ya en tu localidad. Sergi Belbel, responsable de la versión de Maria Estuard de Friederich von Schiller que hoy se estrena, firma un texto que contextualiza la obra. Bajo el título “Dones i política” sitúa a Schiller entre el grupo de creadores alemanes Sturm und Drang que inaugura el romanticismo. Sentado en la fila tres de la grada B, recuerdas a Alfredo Álvarez, el profe de literatura de los Salesianos de Horta. Sturm und Drang, tormenta e ímpetu, os decía. El programa de mano contiene un árbol genealógico de los Tudor donde queda claro que las reinas de Inglaterra y de Escocia eran primas, aunque Schiller en la obra las hace hermanas. Belbel destaca la “batalla de reinas”, aquí unas espléndidas Míriam Alamany (Isabel) y Sílvia Bel (Maria). Dos reinas de dos naciones en litigio territorial, dos talantes radicalmente opuestos en la política y en el amor, dos religiones, dos mundos paralelos en colisión. Detectas con interés creciente cómo Belbel ilumina el tono aparentemente profesoral del texto con destellos. Subraya el presunto anacronismo que late bajo la obra: “Montesquieu nace cien años después de la muerte de la reina escocesa María Estuardo y, en cambio, su teoría sobre la separación de poderes resuena poderosamente a lo largo de la obra que Schiller le dedica”. Tienes el tiempo justo de acabar de leer la última frase de la presentación de la obra antes de que se apaguen las luces de sala: “Y lamentablemente, como comprobaréis de aquí a unos instantes —te advierte Belbel—, es vigente aún hoy, en pleno siglo XXI”.
El escenario es rectangular. Se extiende, largo y estrecho, por el centro de la sala, entre dos gradas enfrentadas que, de repente, se ven separadas por una estructura de apariencia metálica que baja del techo con una estrepitosa banda sonora que magnifica su solidez. Una jaula enorme. Las rejas de la cárcel del castillo de Fotheringay donde han recluido a María Estuardo. Antes de que la gentil Sílvia Bel se apodere de la escena, las rejas que se interponen entre tus ojos y los espectadores de la grada A pautan los cinco asientos vacíos que ha dispuesto la dirección del Lliure, con los nombres de los presos políticos. A cada lado. En la misma fila tres. A tu izquierda cinco asientos vacíos y justo delante cinco más que destacan en la oscuridad por las hojas blancas con el nombre impreso. Localidades reservadas a Bassa, Borràs, Cuixart, Forn, Junqueras, Mundó, Romeva, Rull, Sánchez y Turull. Te resulta imposible no relacionarlo durante toda la obra, sobre todo cuando escuchas las acusaciones de sedición con las que el barón de Burleigh (Carles Martínez) se llena la boca para exigir la condena a muerte de María Estuardo. Te imaginas las semanas de ensayo de la obra. Palabras de hace 217 años rebotando por las calles de Barcelona. El domingo 26 la compañía hará el coloquio postfunción. ¿Cuánto hace que no te tomas un Bloody Mary?
Las rejas entre espectadores pautan los asientos vacíos que ha dispuesto el Lliure