Contarlo para vivirlo
Claro, todos conocen el cuento de Pinocho. Él pregunta si lo leyeron, y la mayoría contesta que sí. Sabe que mienten sin saberlo, porque la novela original tiene unas cuatrocientas ochenta páginas. Carlo Collodi la publicó en fascículos, entre 1883 y 1884, bajo el título Historia de un títere. “El tema entonces no era moralista”, explica Jorge Bucay en la Casa del Libro, “el muñeco no se convierte en niño cuando se porta bien, sino cuando empieza a sentir”.
En Cuentos clásicos para conocerte mejor (Espasa), el psicodramaturgo, gestáltico y bestseller de autoayuda ha recuperado los cuentos de hadas antes de que, además de esas hadas, Disney les encastara finales felices. No estaban dirigidos a los más pequeños. Aquellas leyendas orales servían para sobrevivir ante adversidades como los peligros de andar sola (Caperucita) o el bullying por no encajar en tu entorno (El patito feo). Es la tercera vez que Justo Molinero presenta un título de Bucay. Ambos fueron taxistas. Son buenos comunicadores y hacen que las señoras del público sonrían encantadas. Sobre todo, cuando Bucay habla de su familia, sus abuelos de Damasco (dos árabes y dos judíos), y del gran amor entre sus progenitores, que lo hacían todo juntos, “un pegote insufrible”; también de la frase que le decía su padre: “En esta casa nunca faltará dinero para libros”.
Según Molinero, casi todas esas cosas son verdad, y si no lo son, no importa. Porque, como recuerda Bucay, “creemos las mentiras que nos cuentan porque queremos que sean ciertas”. Alucina con los príncipes azules, sobre todo con el de Blancanieves, “un tarambana”. Cuando va por el bosque y la ve dormida, la confunde con una estatua, e intenta comprársela a los siete enanitos para que adorne su castillo. Al final se la queda por 150 monedas de oro. ¿Existe algún cuento que no sea machista?, le pregunta Molinero. En La sirenita, de Andersen, ella se rebela contra las normas y lucha por lo que quiere. Es capaz de sacrificarlo todo por amor. Cuando lo hace, el héroe prefiere quedarse con la mujer dispuesta a acatar las reglas.
La gran contradicción. ¿Puedes enamorarte en plan romántico y mantener tu independencia? Júlia Bertran cree que nos han estafado. Si hay manifestaciones
“Creemos las mentiras que nos cuentan porque queremos que sean ciertas”, dice Bucay
contra el sistema económico o el sistema político, ¿por qué no las hay contra el sistema amoroso?, pregunta en La Calders, a rebosar. Sí las hay, por parte del colectivo LGTBI; pero ella se refiere a todas las víctiparación
mas del capitalismo, que compraron el amor como algo superguay, llevándose de oferta la monogamia. Me imagino grandes concentraciones entonando el título de su primer libro, publicado por Bridge: M’estimes i
em times, Amar y timar. Entre el público, están algunos compañeros suyos de universidad, como Marina Penalva, ahora en la agencia Pontas. Está Jofre Font, con quien por fin han estrenado el programa cultural Quan arribin els marcians, en TV3, después de que la actualidad lo pospusiera un par de veces. Está la productora Diana Domínguez, las editoras Iolanda Batallé y Olga Portella, también Pilar Maurell, Anna Fernández, Anna Guitart, Roger Seró.
El libro da muchas respuestas, y sobre todo muchas no-respuestas, según Paula Bonet. Por una parte, recoge siete entrevistas que hablan de temas como el poliamor o la necesidad de una
Si hay manifestaciones contra el sistema económico o el político, ¿por qué no las hay contra el amoroso?
transformación sentimental. Por otra, dibujos de la propia Bertran, con reflexiones como esta: en el Google Translate, soltero equivale a fucker y soltera, a
loser. Natza Farré dice que aquí no pinta nada, porque en com-
con los álbumes de Bonet y Bertran, su Curs de feminisme per a microones, sin ilustraciones, queda muy “disminuido”. Además dice que habría que estudiar por qué las tres van de negro, y por qué Bertran ha llamado “churri” a su novio.
“¿Cuentas lo que te ha pasado, o lo que te gustaría que te pasara?”, le preguntaba una chica a Sarah Andersen en una abarrotada Casa del Libro. Rafael Coeró iba repartiendo números entre los asistentes –más de doscientos–, que esperaban su turno para que la autora de Sarah’s Scribbles (Bridge) les firmara alguna de sus novelas gráficas, como Crecer es un mito o Un bollito feliz. “Bueno, teniendo en cuenta que las situaciones que describo son vergonzosas o incómodas, más bien preferiría que no me hubieran pasado”, contesta. Empezó a hacer garabatos con catorce años, y ahora, com veinticuatro, sus viñetas tienen mucho éxito.
El argentino Berliac también empezó a dibujar de pequeño. En la presentación de Sad Boy ,en la librería Universal, con el editor de Sapristi, Octavio Botana, y de Joan S. Luna, explica que el mes pasado descubrió en una caja los primeros cómics que hizo. Están grapados y anuncian próximos números pendientes. Ya entonces Akira era un referente, como también los eran aquellos adolescentes marginados que no encajan con el sistema: Holden Caulfield de
El guardián entre el centeno, por ejemplo, o Jean Genet, a quien Sartre dedicó un libro.
Quizá no se trate de vivir para contarlo, sino de contarlo para revivirlo, vivirlo más, o mejor.
En la Biblioteca Jaume Fuster, Julià Guillamon y Toni Benages hablan del cómic que han hecho sobre las aventuras de Josep Palau i Fabre en Llançà. Lo publica Males herbes. Se titula
Llenazo. Sarah Andersen empezó a hacer garabatos con catorce años: diez años después, llena las presentaciones de sus libros, como la de esta semana
Bucay. El psicodramaturgo –en la imagen, con Justo Molinero– recupera algunos cuentos de hadas de antes de que Disney les añadiera finales felices ¿Una estafa? Paula Bonet, la autora, Júlia Bertran y Natza Farré en la presentación de M’estimes i em times, con respuestas y no-respuestas sobre el amor