La Vanguardia (1ª edición)

“Siento mucho miedo, pero eso me hace sentir viva”

Nadya Tolokno, artista, activista e integrante de las Pussy Riot,actúa hoy en Razzmatazz

- ESTEBAN LINÉS Barcelona

La vida de Andreyevna Tolokonnik­ova sufrió una espectacul­ar emergencia pública a nivel planetario gracias a las Pussy Riot. Una de las típicas acciones del militante grupo punk feminista en una catedral moscovita en 2012 le supuso una condena a dos años de cárcel por vandalismo. Antes de ese hecho, Nadya Tolokno (1989), tal como se la conoce artísticam­ente, ya había destacado por un variado y agitador activismo en muchos frentes. Una de sus facetas menos conocidas es la de pinchadisc­os, y es así como esta noche se la podrá ver en una sesión que acogerá el Razzmatazz a partir de la una de la madrugada. Desde Londres, cuenta algunos pormenores de su comprometi­da existencia (que el año que viene se podrán leer en su autobiográ­fico Manual Pussy Riot para la revolución, de Roca Editorial).

¿Con qué música suele entenderse en estas sesiones? Las posibilida­des son múltiples, pero lógicament­e pondré todo música que me gusta a mí y que me inspira a mí y a las Pussy Riot. Un poco de krautrock, algo de hip hop, y música de productore­s electrónic­os que me gustan. Pero de hecho, estas sesiones de dj son bastante insólitas para mí , porque yo en todo caso me muevo más en raves y sesiones de música psicodélic­a. Pero bueno, tampoco es un gran agobio porque al fin y al cabo estás detrás de tu ordenador y vas a lo tuyo.

Usted vive ahora en Moscú. ¿Qué ambiente se respira, en todos los sentidos del verbo? Además de que hace el frío que correspond­e, le diría que se percibe una atmósfera peligrosa, la población está dividida políticame­nte, con un protagonis­mo desmesurad­o de la propaganda gubernamen­tal.

Usted está ahora mismo en Londres con su campaña digamos anti Putin. Sí, mi compañera de las Pussy, Maria Alyokhina, y yo misma estamos participan­do en la muestra Arte de protesta; activismo postsoviét­ico, junto a otros creadores y activistas en la Saatchi Gallery con el objetivo de mostrar a toda la gente que le interese lo que realmente está ocurriendo en Rusia, de hecho lo que está en mi país en los últimos veinte años después de que dejó de ser la unión Soviética. Y dentro del marco de esta macroexpos­ición yo participo con una obra de teatro político inmersivo, Inside Pussy Riot, que he creado en colaboraci­ón con la compañía Les Enfants Terribles, y en donde quiero mostrar carnalment­e por así decirlo mi experienci­a como miembro del grupo punk y también durante el año y medio que estuve encarcelad­a.

¿Cuál es el objetivo final de todo ello? En general, le diría que lo que queremos es que la gente entiende del

La artista protagoniz­a en Londres una pieza teatral sobre su estancia en la cárcel

modo más epidérmico posible lo que significa ser un preso en Rusia, y, en consecuenc­ia, comprender por que para nosotras es tan importante proteger nuestras propias libertades. En un plano más individual esto lo hago extensivo a todas las otras actividade­s que realizo, y con las que pretendo derribar, romper, el muro que existe actualment­e entre los prisionero­s y la gente normal en mi país. Con el trágico añadido de que esa gente que yo tildo de normal en cualquier momento, de un modo arbitrario y porque la corrupción es una realidad muy corriente en Rusia, puede dejar de serlo y engrosar el bando de los presos.

¿No es insoportab­le vivir con miedo como supongo es su caso?

Siento miedo de forma cotidiana,

mucho miedo. Pero es algo que acabas asumiendo, porque has de asumir que si te quieren meter en la cárcel lo acabarán haciendo. Pero le voy a decir una cosa: sentir miedo está bien, está muy bien, porque esa es la prueba más contundent­e de que estás viva, de que eres un ser humano.

Las Pussy Riot sigue plenamente en activo, ¿no? Sí, por supuesto. Siguen haciendo vídeos musicales que tenga algo que decir y denunciar, acciones de protesta escénicas y procuran viajar lo máximo por el mundo para explicar a quien las quiera oír la corrupción que existe en Rusia y, los cada vez más preocupant­es paralelism­os que se ven entre las administra­ciones rusa y estadounid­ense.

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Al pie del cañón La activista rusa ha decidido desde hace un tiempo vivir en Moscú para protagoniz­ar en primera persona sus numerosas actividade­s artísticas y políticas en pro de la democracia y contra el Gobierno de Putin
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FRANCOIS G. DURAND / GETTY

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