Europa se conjura para resucitar su dimensión social
Los líderes europeos proclaman en Gotëborg el ‘Pilar social europeo’
Alarmados por la pérdida de confianza ciudadana a la Unión Europea, los líderes de los Veintiocho se conjuraron ayer en Gotëborg para resucitar la dimensión social del proyecto, presente –recuerdan– desde sus orígenes aunque muy de capa caída y desfigurada desde que la crisis financiera global golpeó al continente hace ya una década.
People first. “Hay que poner a la gente primero, por una Europa social”, reclamó ayer el anfitrión del encuentro, el primer ministro de Suecia, Stefan Löfven, en contraposición a eslóganes como el American First de Donald Trump o nuestra
gente, primero con el que la ultraderecha ha canalizado el malestar existente entre muchos trabajadores europeos que sienten que se han quedado al margen de los beneficios de la globalización y sólo se han visto perjudicados por la llegada de la economía digital. Apuntar la dimensión social de la UE es “crucial para la legitimidad del proyecto”, avisó Lofven, antiguo líder sindical, que abogó por concentrar todas las energías políticas europeas a un objetivo: “Mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los europeos”.
Con ese objetivo se lanzó hace 60 años el proyecto europeo, “un matrimonio de conveniencia entre la democracia cristiana y los socialdemócratas”, recuerda un alto funcionario comunitario que reivindica su vigencia. Hubo también algún mea culpa. La UE se ha centrado demasiado en acabar con las barreras comerciales y potenciar su competitividad global “pero no ha prestado suficiente atención a que se crearan empleos buenos, con condiciones laborales adecuadas”, admitió Löfven. La alerta procede del país con la tasa de empleo más elevada de la UE, “un campeón mundial en inclusión e igualdad social”, recalcó el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk.
La respuesta de los líderes europeos ayer en Gotëborg fue la adopción del llamado Pilar social europeo, un librito azul negociado durante meses que contiene 20 principios y derechos que se comprometen a aplicar en el diseño de futuras políticas: derecho a “salarios justos” que permitan “un nivel de vida decente”, la educación y formación durante toda la carrera, igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en el acceso al mercado laboral y las pensiones, conciliación de vida privada y profesional, igualdad de género hasta los ingresos mínimos... “No es una colección de poemas sino un plan de acción”, aseguró el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. También los sindicatos dieron su apoyo a los principios recogidos en el documento: “Si se aplicaran, ofrecerían una nueva esperanza a los trabajadores que aún esperan notar las mejoras de la recuperación económica que proclama la UE. Si vuelven a quedare en promesas vacías, serán un clavo más en su propio féretro”, advirtió la central europea, ETUC.
La cita de ayer en la segunda ciudad de Suecia fue la primera cumbre europea en 20 años consagrada exclusivamente al empleo y los derechos sociales. Durante casi seis horas, los líderes europeos se sentaron a discutir, reflexionar y dialogar con los agentes sociales sobre los desafíos que afronta el empleo en Europa y los límites de la estrategia de los últimos años de competir sólo a base de reducciones salariales, dentro de la UE.
El acuerdo sobre los grandes principios políticos, no vinculantes, esconde la brecha entre el Este y el Oeste La revisión de la directiva sobre trabajadores desplazados debería permitir acabar con los fraudes en la prestación de servicios por parte de empresas asentadas en el Este de Europa pero el presidente francés, Emmanuel Macron, quiere ir más lejos. En el futuro presupuesto comunitario, el acceso a las ayudas europeas a la cohesión debería condicionarse a que se cumplan unos mínimos de “convergencia social”, propuso Macron tras criticar la decisión de Hungría de reducir su impuesto de sociedades en una suma “exactamente igual a que recibe de ayudas estructurales”.
La anterior cumbre de empleo tuvo lugar en Luxemburgo, en 1997, y una de las decisiones fue reunirse anualmente para tratar el tema. Juncker, que ya presidió aquella cita, se comprometió a que los compromisos adoptados en Gotëborg no se queden en papel mojado e impregnen las próximas iniciativas legislativas de la Comisión. El lugar elegido para la cumbre fue el edificio de los antiguos astilleros Eriksbergs, quebrados en 1979 y hoy reconvertidos en espacio para conciertos y congresos en una ciudad portuaria de marcado carácter comercial que ha sabido amortiguar el declive de parte de su industria clásica y reorientarse hacia las nuevas tecnologías y las finanzas.
Suecia es también uno de los países con una política de asilo más abierta y protectora pero la ola de refugiados recibida en el 2015 (año en que recibió 150.000 demandantes de asilo) superó los límites del sistema y el gobierno se vio obligado a cerrar las fronteras. La inclusión de los recién llegados en la sociedad sueca y su mercado laboral es uno de los retos más importantes al que se enfrenta el país, que por ahora, a diferencia de sus vecinos nórdicos, ha conseguido mantener a raya a los partidos xenófobos.
“NO ES UNA COLECCIÓN DE POEMAS” La UE se compromete a aplicar los 20 derechos y principios del ‘Pilar social’ en las nuevas políticas
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