Memorias de la que llaman ciudad salvaje
Amenudo aparece el obituario de otro bar, de otro restaurante que cierra. Esto es Nueva York, dicen los más veteranos. Un continuo ir y venir. Forma parte de su esencia. Pero eso no quita que haya un pequeño desgarro sentimental cada vez que se pasa por delante de ese lugar que nunca más será lo que era.
Acaba un contrato de alquiler y el propietario pide el doble o el triple. Adiós. Ya vendrá un banco o un establecimiento de una gran cadena.
A partir del 2007 y durante diez años, Jeremiah Moss dejó constancia en su blog de esas defunciones. Hasta que recientemente publicó el libro Vanishing New York, o como se desvanece su ciudad.
“Una de las grandes tragedias de mi vida –se arranca en la introducción– es que tuve la desgracia de llegar a Nueva York al principio del final”. Corría 1993 cuando se mudó a Manhattan. Su frase conecta en la mente de este cronista con Miguel y Manel. Uno gallego, llegó aquí en 1980. El otro catalán, en 1981. Era aún la época de la bohemia. Sin hablar inglés y una idea. Querían descubrir su mundo y desarrollarse como los artistas que son hoy. Dos testigos involucrados en el Nueva York “salvaje”, el que en 1975 estuvo en quiebra. El de la creatividad, la música y la fiesta sin fin. El de la droga, los muertos y el crimen rampante.
Se conocieron y compartieron estudio en el East Village, en uno de los territorios peligrosos. ¿Nostalgia?