La Vanguardia (1ª edición)

El yerno del presidente gana peso en la Casa Blanca

Jared Kushner convenció al líder de EE.UU. de que el “incendio” se apagará rápido

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Su figura evoca al bombero pirómano. Apaga y enciende fuegos, todo a un mismo tiempo.

La influencia de Jared Kushner, encargado de forjar un plan de paz entre israelíes y palestinos en la administra­ción de su suegro, Donald Trump, sale reforzada con el reconocimi­ento de la capitalida­d de Jerusalén.

Al menos esa es la conclusión en los círculos del Gobierno, a pesar de todo. A pesar de la amenaza de incendio en la zona y de que muchos consideren que será más que difícil que los palestinos acepten sentarse a negociar.

Sin embargo, Jared Kushner, de 36 años y judío ortodoxo, ha sido uno de los principale­s valedores de una decisión que pone en riesgo de descarrila­miento su propia estrategia en Oriente Medio.

En un momento en que el jefe de gabinete, el general John Kelly, le ha cortado las alas, Kushner ha hallado en este asunto no sólo el objetivo de cumplir una ambición como judío, sino una manera de recobrar el protagonis­mo. Confía en demostrar que es capaz de lograr el gran acuerdo. Su punto de partida es que en la oposición a la capitalida­d de Jerusalén hay más fachada que otra cosa y que los árabes, tras un periodo de ebullición, se sentarán a su mesa.

No comparten su tesis muchos expertos, quienes ven en esta decisión la mecha para alentar la influencia de Irán y de los militantes radicales. “Este es un error no forzado, no hay ninguna razón para dar este paso ahora”, subrayó Natan Sachs, de la Brookings Institutio­n. “Esta es una mala época para alcanzar el llamado último pacto a causa de la volatilida­d. La racionalid­ad a menudo no concuerda con Jerusalén”, añadió.

Pero desde la esfera privada, Kushner ha animado a su suegro a hacer el anuncio. Su consejo ha encontrado el firme apoyo del vicepresid­ente Mike Pence, ultracrist­iano, quien le recordó con insistenci­a a Trump que sus bases “adorarían” esta iniciativa, un comentario que acaricia su ego.

Tanto por satisfacer a sus seguidores evangelist­as como por presión del lobby judío: siendo candidato prometió que declararía la capitalida­d de Jerusalén y trasladarí­a la embajada de Tel Aviv a la ciudad santa.

La credibilid­ad de Washington lleva años a la baja, sumergida en una desconexió­n de complacenc­ia y promesas rotas. Así que, para Donald Trump, ser el presidente que sí cumple resulta esencial para marcó. Trump necesita ofrecer esta imagen, según sostienen diversos analistas, cuando la investigac­ión del Rusiagate, la posible coordinaci­ón entre su campaña y el Kremlin, incrementa la presión en su círculo familiar. Así que cultiva el culto a sí mismo y desprecia los consejos que le dan sus aliados e incluso miembros de su mismo gobierno.

Pese a que en público le felicitó, el jefe de la diplomacia, Rex Tillerson, avisó al presidente de posibles incidentes. De hecho, todas la embajadas estadounid­enses están en alerta. También Jim Mattis, secretario de Defensa, le aconsejó que esta no era la ocasión adecuada.

“El presidente Trump ha demostrado que hace lo que dice desafiando la presión internacio­nal y ha mostrado a los líderes árabes que es un presidente que mantiene la palabra”, replicó Ron Dermer, embajador de Israel en Estados Unidos, a la MSNBC.

Dermer no hizo más que expresar la satisfacci­ón de su primer ministro, Beniamin Netanyahu. En parte ha de dar las gracias al magnate de los casinos, el judío Nelson Adelson, empresario muy próximo a Netanyahu.

Adelson aportó 21 millones de dólares a la campaña de Trump. En una reunión en su torre de Manhattan, poco antes de su toma de posesión, le prometió que trasladarí­a la embajada. Dicen que Adelson estuvo molesto en una cena privada en la Casa Blanca, en octubre, porque el presidente había firmado en junio una nueva demora de ese traslado, que es el que caducó el pasado lunes.

El apoyo judío no es monolítico. Los hay críticos con el asunto de Jerusalén. “Como en el caso del acuerdo nuclear con Irán, la ideología y la política dinamitan el sentido común de las recomendac­iones de los expertos israelíes y estadounid­enses, y la opinión mayoritari­a de los judíos americanos”, señaló en una nota J Street, grupo liberal por Israel.

Judíos progresist­as afean al presidente que ha prescindid­o de consejos para satisfacer sólo a la ideología

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JAAFAR ASHTIYEH / AFP En llamas. Escenas como esta, ayer en Nablús, donde ardió una efigie de Donald Trump, se repitieron en muchas capitales árabes

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