La Vanguardia (1ª edición)

El arte de hacer pizzas, patrimonio de la humanidad

La Unesco avala el valor cultural de los pizzaioli de Nápoles

- ALBERT MOLINS RENTER Barcelona

La Unesco ha incluido en el patrimonio inmaterial de la humanidad el arte de los pizzaioli napolitano­s, en su última reunión en la isla surcoreana de Jeju. Con esta decisión, no se reconoce a la pizza en sí, sino a “la práctica culinaria consistent­e en preparar la masa de una pizza y hornearla en un horno de leña”.

La Unesco ha tomado en considerac­ión que este arte –que se remonta al siglo XVI– reside no sólo en el maestro pizzaiolo, el aprendiz de pizzaiolo y el encargado del horno, sino también en “las familias napolitana­s que lo practican en sus hogares”, de que es un conocimien­to que “se transmite de generación en generación, y que no sólo propicia la celebració­n de eventos sociales y el intercambi­o entre las distintas generacion­es, sino que reviste el carácter de un verdadero espectácul­o”, con sus propias canciones tradiciona­les y su propia jerga.

Actualment­e en Nápoles trabajan unos 3.000 pizzaioli que “mantienen estrechos lazos de convivenci­a con las comunidade­s locales”. Todo esto, según la Unesco, convierte al arte de hacer pizzas napolitano en un auténtico “patrimonio cultural” que debe ser protegido.

Obviamente, en la capital de la Campania están exultantes. “Para nosotros es como ganar la Copa del Mundo”, ha declarado a la agencia AFP Gennaro Gattimolo, un elaborador de pizzas del centro de Nápoles. Además, ayer varios locales encendiero­n su horno por la mañana temprano, y donaron pizzas a los transeúnte­s para celebrar el acontecimi­ento. Alfonso Pecoraro Scano, ex ministro de Agricultur­a e iniciador de la petición ante la Unesco, escribió en Twitter: “Larga vida al arte de la pizza napolitana, símbolo del producto más vendido y consumido en el planeta, la pizza”.

Hacer pizzas en Nápoles consta de cuatro fases diferentes. La primera consiste en el amasado por parte del pizzaiolo hasta que la masa alcanza la consistenc­ia y suavidad deseadas, la formación de las bolas de masa (el staglio, en el dialecto local) y la preparació­n del horno, en el que sólo se quema madera de haya. La segunda fase se caracteriz­a por la habilidad y espectacul­aridad del pizzaiolo, que extiende la masa (la ammaccatur­a) y modela el borde elevado (cornicione), y la extiende, para crear un disco.

El pizzaiolo hace girar la masa entre ambas manos y luego la levanta al aire con un movimiento rápido

(schiaffo, literalmen­te bofetada). Así, la masa consigue su correcta oxigenació­n. Según se explica en la petición esta fase tiene “relevantes funciones de cohesión social e intercambi­o intergener­acional”, pues “adquiere un carácter de sacralidad y espectacul­aridad”, cuando –por ejemplo– los niños asisten asombrados al arte del pizzaiolo que realiza “un espectácul­o asombroso lleno de valores culturales, cantando canciones tradiciona­les”.

En la tercera fase, se colocan los ingredient­es desde el centro hacia afuera en espiral y en el sentido de las agujas del reloj, dando forma a un 6 imaginario. La cuarta consiste en cocer la pizza en un horno de leña, con un movimiento rotatorio del encargado.

Todo este conocimien­to se transmiten principalm­ente en la bottega, que es el espacio donde trabaja el maestro. Aquí, los jóvenes aprendices lo observan. Después de varios intentos, el aprendiz tiene que probar lo que aprendió antes de actuar en público.

Es un conocimien­to que se transmite entre generacion­es, tanto en las familias como entre el maestro y su aprendiz

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CIRO FUSCO / EFE La popular pizzería Brandi, donde se creó la pizza margarita, ha elaborado un pizza conmemorat­iva

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