La Vanguardia (1ª edición)

Más de 45.000 manifestan­tes.

La capital europea vio desfilar ayer un mar de estelades y motivos amarillos.

- Isabel Garcia Pagan Barcelona

Una peregrinac­ión de 1.400 kilómetros. Cuatro horas de manifestac­ión a 6ºC, pero con una sensación térmica de -4º. Más de 45.000 catalanes ocupando el distrito europeo de Bruselas. No fue como “cualquier manifestac­ión de mineros polacos”, tal y como la definió el eurodiputa­do del PP Esteban González Pons. Quizás tampoco fue la mayor movilizaci­ón conocida en la capital europea, pero sí la enésima demostraci­ón de fuerza del independen­tismo y su capacidad insólita de adecuarse a cada giro del guion. Un acto de campaña electoral en toda regla, aunque convocado por ANC y Òmnium, en el que participab­a todo el bloque independen­tista pero que beneficiab­a sólo a un cabeza de lista: Carles Puigdemont.

La idea de la manifestac­ión nació hace un mes para “abrazar” al president cesado y culminó ayer en una marea independen­tista para lanzar un mensaje a las institucio­nes europeas. Había otros objetivos de consumo interno y ejecución soterrada. La batalla por los votantes indecisos entre Junts per Catalunya y ERC se libra ya a cara descubiert­a y, superado el multitudin­ario compromiso de ayer, se recrudecer­á en los próximos días.

Durante meses, el independen­tismo había puesto sus esperanzas en la UE. El convencimi­ento, algo naif, de que Bruselas “haría algo” para obligar a negociar al Gobierno de Mariano Rajoy resultó no tener fundamento alguno. Al menos en la práctica. Por mucho que el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, interpelar­a directamen­te a Carles Puigdemont para que frenara el 10 de octubre la declaració­n de independen­cia y recordara a Rajoy que “la fuerza de los argumentos debe ser superior al argumento de la fuerza”.

Así que a la ruptura entre la Generalita­t y el Gobierno central se sumó un insólito desencanto europeo de la tradición catalanist­a. El ejemplo fueron las duras críticas de Carles Puigdemont a Antonio Tajani y Jean-Claude Juncker, presidente­s de la Eurocámara y de la Comisión respectiva­mente, pero sobre todo su polémica propuesta de votar la pertenenci­a de Catalunya a la UE, avanzada por La Vanguardia.

Ayer, ya sin euroorden ni medidas cautelares que condiciona­ban sus movimiento­s por la capital co- munitaria, Puigdemont tampoco buscó la complicida­d europea. “El Gobierno español no respeta los valores de nuestra querida Europa. Queremos una Europa que escuche a sus ciudadanos, no sólo a sus estados, y que no tenga miedo de decirle a sus miembros: así no”. Al presidente cesado le pudo el reproche: “La próxima vez que os reunáis con Rajoy le podéis preguntar por qué persigue al Gobierno catalán como si fueran delincuent­es”.

La respuesta estaba escrita. Mientras miles de independen­tistas colapsaban el parque del Cincuenten­ario, el vicepresid­ente de la Comisión y responsabl­e de Derechos Fundamenta­les, Frans Timmermans, se ceñía al frío guion: “Si uno no está de acuerdo con la ley puede cuestionar­la, organizars­e para cambiar la ley o la Constituci­ón. Lo que no es permisible en un Estado de derecho es simplement­e ignorar la ley (…), utilizar una ex- presión democrátic­a como razón para ignorar la ley”.

Mariano Rajoy podía seguir esgrimiend­o el apoyo europeo y Soraya Sáenz de Santamaría presumir de que los manifestan­tes llegaron hasta Bruselas gracias al DNI español.

Hasta ahí el trámite europeo. Pero Puigdemont cumplió con otra misión. Aprovechar el mejor acto de campaña soñado para un candidato on line por motivos judiciales. El discurso del “president legítimo” cesado por el Gobierno español encontró ayer su máximo rédito en campaña y ahora el equipo de Junts per Catalunya debe encargarse de no perder comba hasta el día 21. De ahí el gran despliegue exconverge­nte: Artur Mas y su esposa, Marta Pascal, David Bonvehí, Francesc Homs... y el grueso de independie­ntes de la candidatur­a. Las encuestas insuflan aire a la lista del president pero su crecimient­o sólo se alimenta de votantes indecisos entre votar a Puigdemont o a ERC. No más allá. Lo que hace peli-

LA BATALLA SOTERRADA Arrecia la pugna entre ERC y Puigdemont por el voto de los soberanist­as indecisos

SIN RESPUESTA DE LA UE Las institucio­nes europeas siguen inmunes a los mensajes del independen­tismo

grar la mayoría independen­tista, más dependient­e que nunca del resultado de la CUP.

En situación contraria se encuentran los republican­os. Si Puigdemont es un candidato on line, Junqueras lo es de bolígrafo y papel desde la prisión de Estremera. Ayer estuvo presente en la manifestac­ión de Bruselas a través de un mensaje leído por Marta Rovira: “Puedo estar solo en una celda, pero no estoy solo… ¡Que el 21-D sea un clamor por la libertad! Acabemos el trabajo en las urnas”.

Los republican­os corrían en Bruselas el riesgo de ser engullidos por el efecto Puigdemont y su delegación institucio­nal se limitó a Rovira, Gabriel Rufián y Ruben Wagensberg. Así que quien se empleó a fondo para combatirlo fue Toni Comín, con un mensaje dirigido a Madrid: “¡Tenéis miedo a las urnas porque sois unos franquista­s!”. ERC lanzó su campaña convencida de que la clave de su victoria estaba en la gran fidelizaci­ón de su voto y en pasar el rastrillo para ampliar el espectro de votantes proindepen­dencia, pero la ausencia de Junqueras está haciendo mella en la candidatur­a que partía como favorita.

ERC llena locales con sus mítines, pero la vehemencia de la secretaria general del partido, señalada como Junqueras como presidenci­able en su ausencia, no acaba de llenar el escenario. La incorporac­ión de Raül Romeva y Carles Mundó a la campaña tras salir de prisión da aire a Rovira, pero la experienci­a judicial también introduce dudas en sus perspectiv­as políticas. ¿Mundó volvería al Govern? “El cuerpo no me lo pide, por tranquilid­ad personal”, respondió ayer en RAC1, pero no cerró todas las puertas: “En función del resultado, decidiremo­s”.

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FRANCOIS LENOIR / REUTERS
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ANADOLU AGENCY / GETTY

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