Más de 45.000 manifestantes.
La capital europea vio desfilar ayer un mar de estelades y motivos amarillos.
Una peregrinación de 1.400 kilómetros. Cuatro horas de manifestación a 6ºC, pero con una sensación térmica de -4º. Más de 45.000 catalanes ocupando el distrito europeo de Bruselas. No fue como “cualquier manifestación de mineros polacos”, tal y como la definió el eurodiputado del PP Esteban González Pons. Quizás tampoco fue la mayor movilización conocida en la capital europea, pero sí la enésima demostración de fuerza del independentismo y su capacidad insólita de adecuarse a cada giro del guion. Un acto de campaña electoral en toda regla, aunque convocado por ANC y Òmnium, en el que participaba todo el bloque independentista pero que beneficiaba sólo a un cabeza de lista: Carles Puigdemont.
La idea de la manifestación nació hace un mes para “abrazar” al president cesado y culminó ayer en una marea independentista para lanzar un mensaje a las instituciones europeas. Había otros objetivos de consumo interno y ejecución soterrada. La batalla por los votantes indecisos entre Junts per Catalunya y ERC se libra ya a cara descubierta y, superado el multitudinario compromiso de ayer, se recrudecerá en los próximos días.
Durante meses, el independentismo había puesto sus esperanzas en la UE. El convencimiento, algo naif, de que Bruselas “haría algo” para obligar a negociar al Gobierno de Mariano Rajoy resultó no tener fundamento alguno. Al menos en la práctica. Por mucho que el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, interpelara directamente a Carles Puigdemont para que frenara el 10 de octubre la declaración de independencia y recordara a Rajoy que “la fuerza de los argumentos debe ser superior al argumento de la fuerza”.
Así que a la ruptura entre la Generalitat y el Gobierno central se sumó un insólito desencanto europeo de la tradición catalanista. El ejemplo fueron las duras críticas de Carles Puigdemont a Antonio Tajani y Jean-Claude Juncker, presidentes de la Eurocámara y de la Comisión respectivamente, pero sobre todo su polémica propuesta de votar la pertenencia de Catalunya a la UE, avanzada por La Vanguardia.
Ayer, ya sin euroorden ni medidas cautelares que condicionaban sus movimientos por la capital co- munitaria, Puigdemont tampoco buscó la complicidad europea. “El Gobierno español no respeta los valores de nuestra querida Europa. Queremos una Europa que escuche a sus ciudadanos, no sólo a sus estados, y que no tenga miedo de decirle a sus miembros: así no”. Al presidente cesado le pudo el reproche: “La próxima vez que os reunáis con Rajoy le podéis preguntar por qué persigue al Gobierno catalán como si fueran delincuentes”.
La respuesta estaba escrita. Mientras miles de independentistas colapsaban el parque del Cincuentenario, el vicepresidente de la Comisión y responsable de Derechos Fundamentales, Frans Timmermans, se ceñía al frío guion: “Si uno no está de acuerdo con la ley puede cuestionarla, organizarse para cambiar la ley o la Constitución. Lo que no es permisible en un Estado de derecho es simplemente ignorar la ley (…), utilizar una ex- presión democrática como razón para ignorar la ley”.
Mariano Rajoy podía seguir esgrimiendo el apoyo europeo y Soraya Sáenz de Santamaría presumir de que los manifestantes llegaron hasta Bruselas gracias al DNI español.
Hasta ahí el trámite europeo. Pero Puigdemont cumplió con otra misión. Aprovechar el mejor acto de campaña soñado para un candidato on line por motivos judiciales. El discurso del “president legítimo” cesado por el Gobierno español encontró ayer su máximo rédito en campaña y ahora el equipo de Junts per Catalunya debe encargarse de no perder comba hasta el día 21. De ahí el gran despliegue exconvergente: Artur Mas y su esposa, Marta Pascal, David Bonvehí, Francesc Homs... y el grueso de independientes de la candidatura. Las encuestas insuflan aire a la lista del president pero su crecimiento sólo se alimenta de votantes indecisos entre votar a Puigdemont o a ERC. No más allá. Lo que hace peli-
LA BATALLA SOTERRADA Arrecia la pugna entre ERC y Puigdemont por el voto de los soberanistas indecisos
SIN RESPUESTA DE LA UE Las instituciones europeas siguen inmunes a los mensajes del independentismo
grar la mayoría independentista, más dependiente que nunca del resultado de la CUP.
En situación contraria se encuentran los republicanos. Si Puigdemont es un candidato on line, Junqueras lo es de bolígrafo y papel desde la prisión de Estremera. Ayer estuvo presente en la manifestación de Bruselas a través de un mensaje leído por Marta Rovira: “Puedo estar solo en una celda, pero no estoy solo… ¡Que el 21-D sea un clamor por la libertad! Acabemos el trabajo en las urnas”.
Los republicanos corrían en Bruselas el riesgo de ser engullidos por el efecto Puigdemont y su delegación institucional se limitó a Rovira, Gabriel Rufián y Ruben Wagensberg. Así que quien se empleó a fondo para combatirlo fue Toni Comín, con un mensaje dirigido a Madrid: “¡Tenéis miedo a las urnas porque sois unos franquistas!”. ERC lanzó su campaña convencida de que la clave de su victoria estaba en la gran fidelización de su voto y en pasar el rastrillo para ampliar el espectro de votantes proindependencia, pero la ausencia de Junqueras está haciendo mella en la candidatura que partía como favorita.
ERC llena locales con sus mítines, pero la vehemencia de la secretaria general del partido, señalada como Junqueras como presidenciable en su ausencia, no acaba de llenar el escenario. La incorporación de Raül Romeva y Carles Mundó a la campaña tras salir de prisión da aire a Rovira, pero la experiencia judicial también introduce dudas en sus perspectivas políticas. ¿Mundó volvería al Govern? “El cuerpo no me lo pide, por tranquilidad personal”, respondió ayer en RAC1, pero no cerró todas las puertas: “En función del resultado, decidiremos”.