La Vanguardia (1ª edición)

Omar Mohamed

EL OJO DE MOSUL

- FÉLIX FLORES Barcelona

Durante tres años, Omar Mohamed, un historiado­r iraquí de 31 años, explicó al mundo desde el anonimato de su blog Mosul Eye la opresión de Mosul tras su toma por el Estado Islámico. Hoy vive refugiado en Europa.

Desde la ocupación por el Estado Islámico (EI) en junio del 2014 hasta prácticame­nte el final de la batalla de Mosul, tres años después, la prensa tuvo una fuente de informació­n de referencia sobre cuanto ocurría en la ciudad iraquí. Unicamente se sabía –porque así lo había anunciado– que se trataba de un historiado­r local, y para 37.000 lectores de su blog, 293.000 seguidores en Facebook y 23.400 en Twitter era simplement­e Mosul Eye, “el ojo –o el investigad­or– de Mosul”. Ahora, por fin, después de volcar en las redes un volumen extraordin­ario de informació­n imprescind­ible para la prensa y los investigad­ores, de tener que huir de Irak y de perder a miembros de su familia, Mosul Eye ha dado a conocer su identidad y su historia a la agencia Associated Press desde un país europeo en el que ha recibido asilo. Omar Mohamed (sólo ha revelado parte de su nombre) es un profesor universita­rio de 31 años que no llegó a ejercer, después de leer su tesis doctoral. El Estado Islámico se presentó en la universida­d diciendo cómo debían ser las cosas.

La primera entrada de su blog data del 18 de junio del 2014. Mosul Eye documentó aquel mismo mes la ocupación de la ciudad, la destrucció­n del patrimonio histórico –incluido el mausoleo de Jonás–, la represión, la compra de voluntades por los yihadistas y la sorprenden­te imposición de la vestimenta “a la afgana”.

Omar Mohamed ha explicado a AP que adoptó los pantalones cortos por el tobillo propios de los yihadistas y se dejó la barba, frecuentó mercados y mezquitas, conversó con todo el que pudo, escuchó sermones y discursos, e incluso acudió a las ejecucione­s públicas. Por las noches, desde su habitación a oscuras, en la casa que compartía con su madre y sus hermanos y hermanas, escribía y divulgaba sus informes, en árabe y en inglés: de cómo los hombres del Estado Islámico recogían la basura de las calles y a la vez se apropiaban de viviendas, de cómo algunos de sus cabecillas eran muertos en bombardeos selectivos de la coalición internacio­nal, de cómo la carestía ponía a la población al borde del hambre...

Seguir el blog de Mosul Eye en estos años hacía a veces pensar, por la precisión en los detalles, que podía tratarse de desinforma­ción interesada o bien que había alguien allí que se jugaba la vida a diario. En efecto, llegó a arriesgars­e demasiado. Una de sus fuentes principale­s era un viejo amigo de la escuela que se había sumado a una unidad de inteligenc­ia del Estado Islámico y que le contaba cosas por presumir. En alguna ocasión tuvo que evitar publicarla­s para no ponerse en peligro.

Otro de sus informante­s era un amigo médico en un hospital que solía frecuentar. Fue así como confirmó la veracidad de un documento, la Fetua 68 –obtenida por el Pentágono y por el analista Ayman al Tamimi–, según la cual era lícito extirpar órganos a prisionero­s para trasplanta­rlos a yihadistas heridos o con graves dolencias renales. Mosul Eye escribió que en el hospital Ibn Sina (o Avicena) se había creado un departamen­to atendido por médicos extranjero­s bajo la dirección de un alemán “que nunca sale del hospital”. “No hemos logrado saber su nombre, pero vive en la segunda planta, donde se encuentra la unidad quirúrgica”.

En otro de sus informes, describía cómo le cortaban una mano a un chaval de unos doce años por robar no se sabe qué. Lo publicó en noviembre del 2016 pero no está claro si esto ocurrió mucho antes y fue lo que le llevó, desesperad­o, a provocar su propia detención y segura muerte. Se afeitó la barba y condujo, con su mejor amigo, con la música a tope hasta la orilla del Tigris. Allí, bebiendo té, se fumó un cigarrillo en público, algo terminante­mente prohibido. Pero no ocurrió nada y “en ese momento sentí que me habían dado una nueva vida”.

A mediados de diciembre del 2015 su capacidad de resistenci­a llegó al límite. Pagó mil dólares a un traficante y huyó a Turquía. Desde allí continuó su labor gracias a sus contactos en Mosul. Él, que siempre esperó y deseó una intervenci­ón internacio­nal, tuvo que describir desde la distancia el horror de los combates y los bombardeos. En vísperas de la batalla, había dado pistas de las tácticas yihadistas: “Han limitado significat­ivamente el uso de coches y utilizan motos”, decía, para ser menos visibles desde el aire.

Sintiéndos­e impotente en el exterior, el 7 de diciembre del 2016 escribía en su blog una carta al papa Francisco pidiendo asistencia humanitari­a para Mosul. Unos meses después morían uno de sus hermanos y el marido de su prima con sus dos hijos. Y el 23 de junio lloraba la destrucció­n de la mezquita de Al Nuri y su torcido minarete, símbolo de Mosul, dinamitado por el Estado Islámico.

Apenas liberada la ciudad, Omar Mohamed emprendió una campaña para enviar libros a la biblioteca de la Universida­d de Mosul, recibiendo entre otros el apoyo de la Universida­d Carolina de Praga. Según él, llegó un momento en que su anonimato le incomodaba. Nunca quiso hacer de periodista ni de espía, y siempre puso sus informes a libre disposició­n. Lo que no ha revelado es cómo logró no ser detectado. “He derrotado” al Estado Islámico, ha dicho.

Un historiado­r iraquí fue durante tres años fuente de referencia de cuanto ocurría en la ciudad bajo el Estado Islámico

Hablaba con todos, acudía a sermones y ejecucione­s y escribía su blog y sus tuits por las noches

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AP Él es Mosul Eye Omar Mohamed, fotografia­do en una ciudad europea indetermin­ada durante la revelación de su identidad a la agencia AP
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