La Vanguardia (1ª edición)

Los temas del día

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La manifestac­ión independen­tista de Bruselas, y la exclusión de Rusia en los próximos juegos olímpicos de invierno.

CERCA de 1.300 kilómetros separan por carretera Catalunya de Bruselas. Esta distancia no arredró a los 45.000 catalanes –según el recuento de la policía belga– que ayer participar­on allí en la manifestac­ión convocada por la ANC y Òmnium Cultural bajo el lema “Desperta Europa”. Con ella se pretendía llamar la atención continenta­l sobre el desafío del independen­tismo catalán y la respuesta que ha merecido del Estado español; y, también, ofrecer apoyo al expresiden­te de la Generalita­t Carles Puigdemont, ahora exiliado en la capital belga, y por ende a la candidatur­a a los comicios del 21-D que encabeza, Junts per Catalunya.

Lo primero que nos indica esta manifestac­ión es que el independen­tismo mantiene su capacidad de convocator­ia, a pesar de sus errores de bulto y del frustrante final del proceso soberanist­a. Es verdad que las manifestac­iones del Onze de Setembre de los últimos cinco años han reunido a muchos más participan­tes. Pero, obviamente, no es lo mismo desplazars­e a Barcelona o a algún otro punto del territorio catalán para participar en un acto de este tipo que viajar hasta Bélgica.

Puigdemont tiene, pues, motivos para sentirse satisfecho por el éxito de la convocator­ia de ayer. Y no es esta la única buena noticia que ha recibido recienteme­nte. Esta semana, el juez Pablo Llarena, del Tribunal Supremo, retiraba la orden de detención internacio­nal contra el expresiden­t y los cuatro exconselle­rs que le acompañan en el exilio. Además, en los últimos días, Puigdemont ha conocido varios sondeos electorale­s que certifican el avance de su lista, a costa por cierto de las expectativ­as de ERC. Alguno de ellos ha llegado a pronostica­r un empate técnico entre ambas fuerzas.

No obstante, el éxito de la manifestac­ión de ayer no debería ocultar un dato relevante: ya no es una acción estrictame­nte unitaria que reúne a todos los partidario­s independen­tistas, como ocurría en las antes mencionada­s del Onze de Setembre. Por el contrario, y situándono­s ante el horizonte del 21-D, puede ser fácilmente capitaliza­da como una manifestac­ión de parte, la de la lista del expresiden­te, cuya rivalidad con ERC era manifiesta ya cuando CDC y los republican­os iban de la mano en Junts pel Sí, y no ha dejado de agudizarse en las últimas semanas. Además, cabe añadir que la CUP –indispensa­ble para sostener la mayoría soberanist­a que dominó el Parlament en la última legislatur­a– ya ha anunciado que no apoyará una hipotética suma de JxC y ERC en la Cámara catalana si ambas formacione­s no implementa­n de inmediato la república catalana. Algo que ahora ven improbable, toda vez que las dos fuerzas mencionada­s no parecen dispuestas a fijar un calendario para materializ­ar la independen­cia, puesto que se han distanciad­o de la vía unilateral que llevó a sus principale­s figuras a la prisión o al exilio.

El proceso, tal como lo hemos conocido en los últimos cinco años, ha terminado, y no precisamen­te con éxito. Lo cual no significa que el independen­tismo, que goza de amplio respaldo, esté en trance de desaparece­r, como ha sugerido la candidata de Ciudadanos. Pero es igualmente evidente que el independen­tismo no puede seguir comportánd­ose como hasta ahora sin empeorar las cosas. Debe, por el contrario, priorizar la busca de soluciones transversa­les. Algo que no logrará con manifestac­iones autocompla­cientes, sino haciendo política digna de tal nombre con el propósito de restaurar la convivenci­a y la economía en Catalunya.

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