La Vanguardia (1ª edición)

Johnny, el duelo de la desmesura

Francia despide mañana a su último ídolo con un nostálgico “homenaje popular” institucio­nal y mediáticam­ente explotado

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

El miércoles un evento lo cubrió todo: el fiasco de la Unión Europea con su lista de paraísos fiscales que excluía a los propios y a algunos de los principale­s del mundo, los tanteos del presidente Macron mediante el habitual “grupo de expertos” sobre un eventual recorte del salario mínimo en Francia, algo que se pregona desde los años noventa y que nadie ha osado tocar hasta la fecha, incluso el (ilusorio) parte de guerra ruso sobre Siria (“la guerra contra el Estado Islámico ha terminado”) y la última contribuci­ón del presidente Donald Trump a la ignominia palestina o su preocupant­e reforma fiscal, que podría gravar en el futuro un 20% la producción foránea en Estados Unidos. Todo fue barrido por Johnny.

“Francia está en duelo”, titula el portal Mediapart, el único medio de comunicaci­ón que se ha atrevido a parodiar este barrido. Publicaba el siguiente mensaje: “Estaba allí desde hace tanto tiempo que habíamos terminado por creerle inmortal, acompañó a tantas generacion­es, ya nada será como antes, así pues que descanse en paz”. Y a continuaci­ón una ilustració­n que identifica­ba al sujeto del obituario: el código laboral, que Macron ha reventado por decreto...

Johnny Hallyday, algo más que un Miguel Ríos a la francesa, pero desde luego no un Elvis Presley (fuera de Francia era básicament­e un desconocid­o), se lo comió todo. Todo el telediario estuvo dedicado a él. Programas especiales en las radios. Ovación en pie en la Asamblea Nacional, un comunicado inusualmen­te largo del Elíseo. Ya el mismo día de su fallecimie­nto se anunciaba que una estación de metro parisina llevará su nombre y que la Torre Eiffel le rendirá luminoso homenaVict­or je. Todos los políticos, uno tras otro, haciendo declaracio­nes sobre Johnny. Los pocos que se atrevieron a no sumarse al ritual recibieron agrios comentario­s.

Ironías, las justas: “¿Habrá un nuevo calendario de la era Johnny?”, se pregunta el historiado­r Jean-Clement Martin, que ha propuesto “un mes de duelo, como mínimo”. Y la situación se repetirá el sábado.

Se discutía si “homenaje nacional” o “funeral de Estado”, al final quedará en “homenaje popular”: una manera de realizar la búsqueda política por captar la emoción popular, sin hacer el ridículo y sin banderas a media asta.

El cortejo fúnebre partirá del Arco de Triunfo, se dirigirá por la avenida de los Campos Elíseos hasta la plaza de la Concordia, misa en la iglesia de La Madeleine con (breve) intervenci­ón del presidente (a petición de la familia). Los músicos de Johnny amenizarán el trayecto. En los estadios de fútbol los encuentros de primera y segunda división serán precedidos por una canción de Johnny Hallyday. Se esperan centenares de miles, quizá un millón de personas.

“Un millón en los Campos Elíseos”, prometía en septiembre el líder izquierdis­ta Jean-Luc Mélenchon. No será contra la reforma laboral por decreto, ni contra el “golpe de Estado social”, sino que será por Johnny. La diputada macronista Aurore Bergé augura que lo del sábado “podría ser comparable a lo que Francia conoció con Hugo”. Se refería al entierro del gran escritor y padre de la patria que sacó a dos millones de franceses a la calle... en 1885. A un lado Victor Hugo, al otro Johnny Hollyday, un hombre que no creó prácticame­nte nada, casi todo lo importó de Estados Unidos y lo tradujo. ¿Signo de los tiempos?

Desde luego, en línea con el premio Nobel de literatura a Bob Dylan, pero los matices son importante­s para explicar esta locura.

Johnny Hallyday acompañó a los franceses durante medio siglo. Su memoria se remonta a 1960, con la gente que hoy tiene setenta u ochenta años bailando el twist a los compases de su Souvenirs, souvenirs, pero toca todos los registros, porque Johnny fue “chico malo” a los 20 años, hippie a los 30, curtido motero a los 40, tierno padre de familia a los cincuenta, metido en todas las modas sin jamás dejarse llevar por ellas, recuerda Le Figaro. Musicalmen­te mantuvo los más diversos registros. Y ya desde el principio: muy poco después de las contorsion­es del Souvenirs, en enero de 1962, aparecía otro éxito, Retiens la nuit, una canción lenta y tierna, hasta con violines, con la que mucha gente estrenó su primer transistor Phillips. Según un sondeo del canal BMF publicado ayer, con la poca

Una diputada compara el homenaje popular que se prepara para el sábado con el entierro de Victor Hugo

fiabilidad habitual, la “canción de Johnny preferida por los franceses” es Je te promets, una melodía tierna de los años ochenta.

Este personaje ha acompañado a los franceses durante cincuenta años, varias generacion­es. Eso explica su transversa­lidad y el cúmulo de recorridos biográfico­s que Johnny suscita. “Le quieren, sobre todo en relación a ellos mismos”, explica Jean-Luc Mélenchon. Y también por la nostalgia hacia los buenos tiempos que evoca: la época de De Gaulle, de Jean-Luc Godard, Brigitte Bardot, Françoise Hardy, Alamo, Sheila. Francia ya estaba atrapada en la ola americana, pero aún le ponía su acento. De ahí esa gran nostalgia y la actual desmesura.

El cantante evoca una época en la que Francia aún le ponía su acento al rodillo americano

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BENOIT TESSIER / REUTERS Los fans del cantante Johnny Hallyday han llenado de flores la verja de su casa en Marnes-la-Coquette, cerca de París

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