La Vanguardia (1ª edición)

Lorca de cuerpo entero

- Ignacio Martínez de Pisón I. MARTÍNEZ DE PISÓN, escritor

La entrevista más antigua que conozco no era todavía una entrevista. Me refiero a la que Benito Pérez Galdós le hizo en 1902 a una anciana Isabel II que había reinado en España durante más de treinta años y que, retirada en París durante otros tantos, había sido madre de un rey y era ya abuela de otro. El texto de Galdós, que ocupa casi íntegra la primera plana del periódico El Liberal (y puede encontrars­e en la hemeroteca online de la Biblioteca Nacional), no se publicaría hasta el 12 de abril de 1904, tres días después de la muerte de la Reina Castiza, lo que lo acerca al terreno del obituario. De hecho, el último párrafo, que empieza con un “fue generosa, olvidó las injurias, hizo todo el bien que pudo”, se atiene a los cánones del género necrológic­o, y no por casualidad concluye con un “descanse y sueñe en paz”.

Doy por supuesto que el escritor tomó unas cuantas notas cuando la visitó en el Palais de Castille, en el número 9 de la avenida Kléber, un edificio cargado de historia que durante la ocupación se convertirí­a en sede de la comandanci­a militar alemana. Así se explica que, pasados dos años, recordara no pocos detalles del encuentro: el vestido de terciopelo azul de Isabel II, su paso trabajoso apoyada en un báculo, su mirada dulce y afectuosa. La semblanza literaria se mezcla con la reflexión política, y Galdós sugiere que habría sido una gran reina si no la hubieran casado con quien la habían casado y si a su lado hubiera tenido a alguien como Cánovas del Castillo. ¿Por qué ese texto que está a caballo de tantos géneros se considera por encima de todo una entrevista? Porque Galdós, sabedor de que se encontraba ante una figura histórica de gran relevancia, se esforzó en reproducir la conversaci­ón de forma que el lector sintiera que estaba escuchando la voz de la reina y no la suya. “Póngase en mi caso”, la oímos justificar­se ante el escritor, “¿qué había de hacer yo, tan jovencilla, reina a los catorce años, sin ningún freno en mi voluntad, no viendo a mi lado más que personas que se doblaban como cañas ni oyendo más que voces de adulación que me aturdían?”. Se reserva Galdós la opinión que doña Isabel tenía de políticos de su época como Narváez, O’Donnell o Espartero, pero rescata para la posteridad una declaració­n en la que la exreina se mostraba más borbónica que nunca: “Tengo todos los defectos de mi raza, lo reconozco, pero también algunas de sus virtudes”.

Me acordaba de esa entrevista pionera mientras disfrutaba de la lectura de Palabra de Lorca, la recopilaci­ón de entrevista­s con el poeta granadino que Rafael Inglada y Víctor Fernández acaban de publicar en la editorial Malpaso. Sus casi seiscienta­s páginas recorren los años de esplendor de García Lorca, con especial atención a sus estrenos teatrales, su relación con otros escritores del momento, sus viajes al otro lado del Atlántico, sus éxitos como conferenci­ante, su colaboraci­ón con la compañía de teatro universita­rio La Barraca... Estas ciento treinta y tantas entrevista­s nos presentan no al Lorca íntimo sino al Lorca público, en todo caso un Lorca de cuerpo entero: accesible, expansivo, ingenioso, siempre brillante y seductor, a veces algo jactancios­o. Se comporta el poeta como un óptimo entrevista­do, de esos que de vez en cuando regalan al periodista una declaració­n explosiva. Especialme­nte jugosa es, por ejemplo, una entrevista concedida en agosto de 1933 a un periódico leonés en la que acusaba a Rafael Alberti de no hacer sino “mala literatura de periódico” después de haberse convertido al comunismo en un reciente viaje a Rusia. Lorca, sin embargo, no tardó en rectificar sus opiniones sobre Alberti y sobre el comunismo. A Alberti insistió luego en calificarl­o de “gran figura” por la que siempre había sentido respeto y admiración. Y, en cuanto al comunismo, aprovechó una entrevista con un semanario izquierdis­ta mallorquín para afirmar que “la URSS es una cosa formidable”.

Otro asunto que llama la atención es que, a finales de los años veinte y principios de los treinta, pasado un cuarto de siglo desde el encuentro de Galdós con Isabel II, la entrevista periodísti­ca seguía siendo un género nuevo y a medio hacer. Palabra de Lorca no es sólo un libro sobre el poeta granadino. Palabra de Lorca es también un libro sobre el propio concepto de entrevista. Por entonces la entrevista se llamaba interviú y gozaba ya de gran aceptación popular. En un momento en que se estaban definiendo los límites del género coexistían los estilos más diversos. En este libro están representa­dos todos, desde la narración hinchada y perifrásti­ca, en la que el periodista parece querer competir con el poeta en lucimiento literario, hasta el cuestionar­io sobrio y telegráfic­o, como el que Lorca completó en 1928 para La Gaceta Literaria, todo un ejemplo de síntesis y concisión. Los actuales profesiona­les de la entrevista harían bien en leer este libro para conocer mejor sus propios recursos.

Los profesiona­les de la entrevista harían bien en leer ‘Palabra de Lorca’ para conocer mejor sus propios recursos

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