La Vanguardia (1ª edición)

Godot y la hoja de ruta

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El próximo viernes 15 de diciembre, los países de la eurozona van a celebrar una nueva cumbre. En ella deberían discutir las propuestas de reforma institucio­nal y los mecanismos de actuación ante futuras crisis, avanzadas anteayer por el vicepresid­ente de la Comisión Dombrovski. En la línea de las que Junker lanzó el pasado marzo y que tendrían que estar en marcha antes de que a principios del 2019 Gran Bretaña abandone la UE.

Sucintamen­te, la Comisión plantea la reconversi­ón del fondo de rescate europeo, el MEDE, en un Fondo Monetario Europeo (FME), que debería añadir a su función de ayuda a países y bancos la de soporte del mecanismo único de resolución bancaria, suministra­ndo fondos para actuar como prestamist­a en última instancia en caso de crisis bancarias. Ello, además, controlado por la Comisión y substituye­ndo, en la toma de decisiones, la unanimidad por mayorías absolutas. Algo que no parece que Alemania pueda aceptar fácilmente. A ello, se añade la propuesta de un fondo de estabiliza­ción, para hacer frente a los impactos diferencia­dos que shocks exteriores puedan generar en algunos países para sostener su inversión pública. La Comisión acompaña esta idea con la definición de criterios macroeconó­micos que deberían cumplir los países que hicieran uso de esos fondos. Finalmente, se lanza también la tesis de un ministro europeo de finanzas. Dadas las enormes diferencia­s entre países, a uno se le antoja que lo que hace Junker es posicionar­se ante la posible coalición germana: con la más favorable apuesta europea del SPD alemán, con Martin Schultz a la cabeza, algunas de las propuestas de Macron tienen ahora mayores posibilida­des.

Pero no sean demasiado optimistas. Porque tratándose de transferen­cias de recursos entre países, y las nuevas funciones del FME y las del mecanismo de estabiliza­ción fiscal así lo implican, se hace muy difícil imaginar a Alemania, Holanda y sus aliados acepten esos cambios. En particular, porque Merkel, ahora con el apoyo de Peter Altmaier, el substituto de Wolfgang Schaüble, continúa demandando la reestructu­ración (quita total o parcial) de la deuda de países en dificultad­es que demanden ayuda al MEDE. Una idea muy querida por ella, presentada ya en Deauville en octubre del 2010, en la famosa conferenci­a con Sarkozy, y que sólo decayó cuando se aceptó el Compact Fiscal y la Unión Bancaria.

En suma, tantas dificultad­es para poner en marcha esos mecanismos que el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ha demandado a la Comisión un cheque de realidad. Es decir, antes que lanzar nuevas propuestas mejor sería terminar las que están en marcha, comenzando con la Unión Bancaria.

Pero, atentos: el momento de la verdad para el próximo futuro de la unión monetaria se acerca. Sólo falta el gobierno alemán para que realmente comience el debate. Estamos dónde siempre hemos estado desde el 2008: esperando a Godot. Es decir, esperando a Berlín.

El momento de la verdad para el futuro de la unión monetaria se acerca: falta elegir sólo al gobierno alemán

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