La Vanguardia (1ª edición)

Irlanda hace un favor a Gran Bretaña empujándol­a hacia un Brexit blando

Dice que Londres permanecer­á de facto en la unión aduanera y el mercado único

- RAFAEL RAMOS Dublín. Correspons­al

La gran ironía del asunto, dicen los irlandeses, es que después de haber sido tratados durante las negociacio­nes con una mezcla de desdén y condescend­encia propios de la época colonial, han hecho un servicio a sus antiguos señores al hacer inviable cualquier fórmula del Brexit que no sea la permanenci­a de facto del Reino Unido en el mercado único y la unión aduanera.

Porque –dice Dublín–, ¿de qué otra manera puede interpreta­rse que Londres se comprometa a replicar “voluntaria­mente” si es necesario las reglas, normativas y disposicio­nes de la Unión Europea? Según un dicho norteameri­cano, “si algo parece un pato, habla como un pato y anda como un pato, es que es un pato”. En este caso podría decirse que si algo parece el mercado único, habla como el mercado único y anda como el mercado único, es que es el mercado único.

Theresa May no lo puede admitir porque los euroescépt­icos la arrojarían a los leones e incluso serían capaces de derrocarla y arriesgars­e a unas elecciones que podría ganar el laborista Jeremy Corbyn, y el texto firmado en Bruselas señala específica­mente que la salida del mercado único y la unión aduanera continúa siendo el propósito del Brexit. Pero cada vez más todo apunta a un apaño en el que Gran Bretaña “imitará”, “copiará”, replicará” o como se le quiera llamar, inicialmen­te en el periodo de transición pero con toda probabilid­ad durante bastante más años, las normativas de la UE. Para pagar las tarifas más bajas posibles, y para que no haya una frontera dura entre el Ulster y la República, a lo cual se ha comprometi­do.

Políticos a ambos lados del mar de Irlanda coinciden en que el texto de mínimos acordado está lleno de contradicc­iones y equivale a pretender la cuadratura del círculo. Desde el punto de vista de Dublín, el problema ahora es de Theresa May o su sucesor, ellos ya han conseguido lo que querían. Y desde el punto de vista de Londres, todo queda en el aire. Incluso la posibilida­d de elecciones, de que el Congreso plante cara al ejecutivo, de que Jeremy Corbyn reciba el cáliz envenenado del Brexit, de que haya un segundo referéndum...

“El documento aprobado en Bruselas –señala un alto dirigente del Fine Gael, el partido de centro derecha que gobierna en Dublín– tolera la fantasía británica de que podrá haber un gran acuerdo comercial entre el Reino Unido y la Unión Europea que abarque todos los campos, incluidas las finanzas, y haga innecesari­as las tarifas y los controles de mercancías, cuando en reali- dad ello es tan imposible como el primer día porque Londres descarta la libertad de movimiento de personas y el sometimien­to a la jurisdicci­ón del Tribunal Europeo de Justicia. A falta de eso, no hay más opción que una variación de las fórmulas de Canadá o Noruega, que harán inevitable una frontera dura en Irlanda a no ser que Gran Bretaña permanezca a todos los efectos prácticos, aunque no lo reconozca, en el mercado único y la unión aduanera. A eso es a lo que vamos”.

“Aunque sea de rebote, intentando defender nuestros intereses, hemos alterado la trayectori­a del Brexit para que el coche no se dirija de cabeza al precipicio –opina por su parte un alto dirigente de Fianna Fail, el principal partido de oposición en la Dáil (parlamento)–. Los británicos nunca nos lo agradecerá­n, pero les hemos salvado la vida. Aunque la nueva dinámica plantea una nueva e interesant­e cuestión. Si el Reino Unido va a replicar las normativas

Londres se resigna a tener que replicar durante mucho tiempo las normativas de la Unión Europea

europeas, ¿qué sentido tiene que se vaya de la UE pagando una factura de divorcio de cerca de 50.000 millones de euros, se quede sin voz y sin voto y no tenga la libertad de firmar esos maravillos­os acuerdos comerciale­s que quería con China, Estados Unidos...? ¿Para ese viaje tantas alforjas? ”.

“Hemos jugado nuestras cartas con suma habilidad –presume un secretario de Estado en el Gobierno de Leo Varadkar–. Al enfrentar a Theresa May con el DUP (el partido protestant­e del Ulster que es su socio de coalición), hemos logrado que el futuro alineamien­to regulatori­o con la UE no se aplique tan sólo a Irlanda del Norte sino a todo el conjunto del Reino Unido, que es mucho mejor. Lo que ha hecho Londres es una retirada caótica, porque a estas alturas sigue careciendo de una estrategia del Brexit y sin saber lo que en realidad quiere. Tiene un Gobierno incompeten­te, dividido y débil en el que no se puede confiar, y encima pretende ir dando lecciones”.

Decía Sherlock Holmes que primero hay que descartar lo imposible. Y lo que queda, por improbable que parezca, es la solución. Según los irlandeses, el Brexit duro era imposible. Y lo que queda es el Brexit blando.

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PAUL FAITH / AFP Un hombre pasa por delante de un cartel reclamando un estatus especial para la frontera con Irlanda en Belfast

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