No hay más cera que la que arde
El 17 de octubre hubo manifestación en Barcelona después de que el día antes Jordi Sànchez y Jordi Cuixart fueran encarcelados en Soto del Real. La concentración llenó la Diagonal, con parada final en la plaza Francesc Macià (antes Calvo Sotelo y, antes todavía, Germans Badia). Fue la mani de las velas. Todos los participantes llevaban una, encendida. Las imágenes dieron la vuelta al mundo. La convocatoria fue a las ocho de la tarde y, como rápidamente se hizo de noche, aquellos centenares de miles de velas, titilando en la oscuridad, tomaban una fuerza visual brillantemente metafórica.
El problema llegó al día siguiente. En el suelo de la Diagonal se había acumulado la cera, un problema para la circulación. La Guardia Urbana cortó el tráfico por zonas y lo fue abriendo a medida que los servicios municipales limpiaban el pitote. El líder del PP en Barcelona, Alberto Fernández Díaz, preguntó a la alcaldesa Colau qué sanciones pensaba tomar: “¿Qué responsable municipal dimitirá? ¿Nadie advirtió de los riesgos de las velas?”. Aseguró que aquella cera había provocado caídas de peatones y de motoristas, pero no aportó ninguna prueba que lo demostrara.
La siguiente mani fue unas semanas después, cuando en las prisiones españolas ya no sólo estaban Cuixart y Sànchez, sino también el vicepresidente y siete consellers del Govern. Esta vez, se manifestaron en la calle Marina. Con la lección aprendida, nadie llevaba velas y, para reproducir la imagen de centenares de miles de puntos de luz en medio de la oscuridad, usaron la linterna de los móviles. El resultado visual era el mismo y todos los que participaban se enorgullecían del ingenio tecnológico mostrado.
Leo ahora en Abc que la juez de lo contencioso-administrativo número 4 de Sevilla ha rechazado la reclamación de un motorista que exigía al Ayuntamiento (el sevillano, claro) una indemnización de 8.591 euros porque, hace dos años, el Viernes Santo cayó cuando iba por la calle Gravina. Por culpa de la cera perdió el control de la moto, lo ingresaron durante dos días y tardó cincuenta y dos en recuperarse. En descargo del Ayuntamiento, la juez dice que “no puede ser imputable a la Corporación demandada el resultado producido, y ello porque de todos es conocido que durante la Semana Santa, y más en las calles del centro histórico, donde pasan habitualmente varias cofradías al día, la existencia de cera en las calles es algo habitual”. Dice también que el motorista “debía de ser totalmente conocedor de dicha circunstancia, como no podía ser de otra forma, ya que para acceder a la calle Gravina tuvo que pasar por otras calles que se encontraban en igualdad de condiciones”. Sentencia que el conductor “debió de adecuar la conducción a las condiciones de la vía, ya que era totalmente previsible que se encontrara dicha calle con cera”.
¿Se imaginan, en las procesiones de la Semana Santa sevillana, a todos los cofrades sin cirios y con móviles con la linterna activada en la mano? Yo sí, y la imagen es preciosa.
La cera que cae de las velas convierte las calles en pistas de patinaje, aquí y en la China Popular