Peatones como coches
El Ayuntamiento de Madrid implanta las calles de sentido único durante las fiestas navideñas
Centro histórico de Madrid. A unos minutos a pie de la Puerta del Sol. Calle del Carmen. Unas vallas móviles y una fila de guardias municipales impide al peatón torcer por la calle Rompelanzas hacia la calle Preciados. –Alto, ¿usted adónde va? –¿Yo? ¡Estoy paseando! –Paseando, pero ¿adónde? Esta escena tuvo lugar el miércoles, a las seis y media de la tarde, en un Madrid festivo, atestado de viandantes que trataban de abrirse paso entre la multitud. Muchos eran turistas, pero también había madrileños que se acercaron al centro sólo para hacerse selfies con los guardias y comprobar in situ la última disposición del equipo de gobierno de Manuela Carmena: las calles de sentido único. Es decir, Preciados sólo se puede coger en sentido hacia la plaza del Callao y Carmen, de bajada, hacia la Puerta del Sol.
La medida se pone en marcha, en este periodo navideño, los festivos y los fines de semana, a partir de las 17.30 horas. Teodoro Pérez, inspector jefe de la policía municipal, la justifica con el objetivo de
La oposición del PP ve un sinsentido la medida y el gobierno la justifica “sólo por motivos de seguridad”
reducir las aglomeraciones, todo en un escenario de alerta 4 antiterrorista con el recuerdo de lo ocurrido en la Rambla de Barcelona en verano.
Los comerciantes han acogido la disposición con una cierta indiferencia. “Esto está a tope, como siempre en estas fechas. Nos da igual que los clientes lleguen a la tienda por una calle o la de al lado”, señalan en una boutique.
José Luis Martínez Almeida, portavoz del PP en el Ayuntamiento, ha calificado la medida de “cortina de humo para alejar el debate de las cuestiones que importan”. Y resume lo que opina del mandato de Carmena: “Sentido único, pensamiento único”.
José Manuel Calvo, delegado de Desarrollo Urbano Sostenible del Consistorio, entiende que las críticas de la oposición son meramente políticas: “No es una medida arbitraria. Seguimos recomendaciones de seguridad”.
Frente a las vallas, en media hora, hay gente para todo, como dice el refrán. Un grupo de estudiantes venidos de Valladolid hace broma con los guardias.
–¿No se puede pasar? ¿Nos han tomado por coches?
Algún turista pide que le abran la valla e intenta hacerse entender en su precario español. “Mi hotel está en esa calle”. El municipal, por gestos, le señala que dé la vuelta por la calle de al lado.
A las ocho el problema no es el sentido único, sino que no se puede dar un paso. La circulación avanza por Preciados a paso de tortuga. Al fondo, sobre las cabezas, en la azotea del edificio Capitol parpadea el icónico neón de una marca de tónicas tan fácil de pronunciar como difícil de escribir. En la plaza del Callao, la multitud se acumula ante las vallas y busca su calle. A la izquierda, los cines Callao, y un poco más allá, los grandes almacenes que en 1964 sustituyeron a otro de los edificios más emblemáticos de Madrid, el derribado hotel Florida, donde se alojaba la prensa internacional cuando la Gran Vía era la calle de los obuses. Pero eso es otra historia, bien triste, por cierto.