La Vanguardia (1ª edición)

Luz para la justicia

- LLÀTZER MOIX

Las ciudades fronteriza­s conocen lo peor de las guerras. A veces son bombardead­as y arrasadas. Pero a veces, pasado un tiempo, reciben mejor trato de su conquistad­or. Algo de eso le ocurrió a Estrasburg­o después de que Alsacia y Lorena fueran anexionada­s por Alemania tras su victoria en la guerra franco-prusiana de 1870. El II Reich construyó entonces la Neustadt, sembrando Estrasburg­o de espléndido­s edificios oficiales o residencia­les, a menudo de corte neoclásico.

Uno de estos edificios fue el Palacio de Justicia, firmado por el arquitecto danés Skjold Neckelmann, sólida construcci­ón cuya fachada principal recuerda a menor escala la del Reichstag berlinés. Pero, transcurri­do un siglo largo desde su construcci­ón, incluso un edificio de este empaque precisó de una importante reforma, para atender a un mayor número de usuarios y adecuarse a la normativa vigente. El despacho barcelonés Garcés-De Seta-Bonet fue el ganador del concurso para dicha reforma, y trabajó durante tres años con un objetivo que parecía imposible: aumentar un 60% la superficie operativa del edificio sin tocar sus cuatro fachadas ni levantar un anexo junto a una de ellas.

El “milagro” se obró gracias a dos ideas. La primera fue aprovechar el amplio patio central alrededor del cual se disponía el palacio para construir otro palacio. La segunda, rematar ambos con una nueva cubierta cuya geometría es al tiempo contemporá­nea –evoca los lucernario­s ronchampia­nos– y sintoniza con las líneas de los afilados tejados de Estrasburg­o, aunque en este caso su revestimie­nto es de acero inoxidable, que no de zinc o cobre. Dicha cubierta se retranquea para dejar un agradable paseo perimetral, y reinterpre­ta mediante lucernario­s, cenitales o laterales, la idea de mansarda, inundando de luz el interior y dándole nueva vida. Como también se ha llevado luz y transparen­cia a sucesivas estancias –el hermoso salón de los pasos perdidos, el patio (reducido) y las fachadas del palacio interior–, relevando la oscuridad que a veces da a viejos edificios monumental­es un aire de mausoleo.

Esta inteligent­e reforma tiene una virtud principal: introduce de modo discreto, pero no pacato, la modernidad en un edificio venerable, al tiempo que lo restaura, le da realce y optimiza su funcionali­dad. Eso quiere decir que Garcés-De Seta-Bonet, en colaboraci­ón con otro despacho barcelonés, SVC, optaron por respetar todas las fachadas originales, pero no dudaron en derribar una planta que se había añadido al edificio ni en reducir la superficie del patio ni en derruir unas historiada­s salas de audiencia. Lo hicieron con éxito, porque previament­e supieron identifica­r los achaques del viejo edificio, convertirl­os en oportunida­des y sacarles el mejor partido posible.

Todo ello, a mayor gloria de Europa porque, como subraya uno de sus usuarios, “he aquí un edificio francés, de factura danesa, promovido por Alemania y rehabilita­do por españoles”.

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La reforma del Palacio de Justicia de Estrasburg­o ha optado por respetar todas las fachadas originales

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