¿Quién manda en los Balcanes?
LA MAYORÍA DE LOS PRESIDENTES BALCÁNICOS SON POLÍTICOS DE LARGA TRAYECTORIA QUE EVOLUCIONARON HACIA EL EUROPEÍSMO EN UNA REGIÓN MARCADA POR TENSIONES HEREDADAS DE LAS GUERRAS YUGOSLAVAS
Las guerras balcánicas de los años noventa, aquellas en las que se puso a prueba a toda Europa con resultados nada encomiables, parecen quedar muy lejos en un concierto de ocho países y territorios que un día pueden estar todos integrados en la Unión Europea. Sin embargo, los juicios recientes en La Haya a criminales de guerra como el general serbobosnio Ratko Mladic o el bosniocroata Slobodan Prajlak (que se suicidó envenenándose delante del juez) nos advierten de que la historia es lenta, las heridas no están ni mucho menos cerradas y los Balcanes occidentales siguen siendo un asunto muy complejo.
El peso de los juicios de La Haya se ha dejado sentir especialmente en la Federación de Bosnia y Herzegovina, en la República Srpska y en Serbia. El Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia dejará de funcionar el 31 de diciembre, pero ahí no se acaba todo. Un nuevo tribunal, con jueces y fiscales internacionales, se ha creado asimismo en La Haya para esclarecer los crímenes cometidos contra los serbios por la guerrilla del Ejército de Liberación de Kosovo. El Consejo de Europa señaló en el 2011 entre uno de sus máximos responsables nada menos que al actual presidente kosovar, Hashim Thaçi.
La provincia de Kosovo, a la que se concedió una independencia reconocida solo a medias hace ya casi diez años (el 18 de febrero del 2008), en una iniciativa patrocinada por Estados Unidos, es una espina clavada en el corazón de los serbios Allí, la bandera que se dio al territorio, creada mediante un concurso internacional, significa poco. La de la minoría serbokosovar es la de Serbia y los albanokosovares se identifican con la roja enseña albanesa del águila negra, la del héroe medieval Skanderberg, y en las calles de Pristina honran a Bill y Hillary Clinton y a la madre Teresa de Calcuta, que por cierto es también reivindicada en Tirana (Albania) y en Skopie (Macedonia), donde nació.
Macedonia, que tiene su propia minoría albanesa, no puede llamarse ante los foros internacionales República de Macedonia sino
Antigua República Yugoslava de Macedonia porque Grecia no se lo ha permitido y mucho menos que pretendiera arrogarse la figura de Alejandro Magno. Grecia ha estado vetando el acceso a la UE y la OTAN de los macedonios por la cuestión del nombre, y eso que estos imprimieron hace unos años el lema de vocación europeísta más bonito visto hasta ahora. Hacía alusión a su bandera del sol naciente –igualmente objeto de disputa con los griegos– y decía: “El sol también es una estrella” (europea).
Estos son solo algunos de los conflictos –dramáticos unos, anecdóticos otros– que arrastran las naciones balcánicas y a los que han tenido y tienen aún que hacer frente sus presidentes. Las presidencias balcánicas son en principio de carácter ceremonial, pero en casi todos los casos quienes las ocupan han sido antes jefes de Gobierno y tienen detrás un largo recorrido político que ha ido evolucionando desde el nacionalismo hacia el europeísmo, y algunos han sido firmes impulsores del camino hacia la UE, como la croata Kolinda Gravar-Kitarovic (con un currículum sin parangón) y el esloveno Borut Pahor.
Fueron precisamente los primeros en la ruptura yugoslava, Eslovenia y Croacia (esta, de manera cruenta), los que ya forman parte de la UE, mientras que el resto acarrea lastres como el de la corrupción, un desarrollo insuficiente, disputas fronterizas, tensiones étnicas y/o serias discrepancias internas. Así, el proceso de Bosnia está paralizado desde el 2013, sobre todo por reticencias de la semiautónoma República Srpska. En Serbia, si Kosovo pesa, todavía más la fidelidad eslava a Rusia. El presidente Vucic prefiere un estatus europeo de neutralidad que no arroje a Serbia al eje euroatlántico, algo que supondría rendirse ante el origen de todos los males en la destrucción de Yugoslavia, el desembarco de la OTAN en los Balcanes.
Hay que recordar que Eslovenia y Croacia ingresaron en la Alianza Atlántica antes que en la UE, y también lo han hecho Albania y Montenegro, este último país el pasado junio tras romper su federación con Serbia en el 2006. Estados Unidos instaló en Kosovo, en 1999, una enorme base militar, Camp Bondsteel, cerca de la frontera de Macedonia, donde por cierto su embajada es el edificio más grande de Skopie. Y ahora desde Washington algunos agitan de nuevo el fantasma ruso en la región. Pero será la también balcánica Bulgaria, con su presidencia de turno de la UE, la que tratará de dar impulso a la integración a base de proyectos en finanzas, energía e infraestructuras.
Kosovo es una espina clavada en Serbia y su presidente es sospechoso de crímenes de guerra Grecia ha vetado a Macedonia en la UE por usar este nombre y por arrogarse la figura de Alejandro Magno