La Vanguardia (1ª edición)

“La UE no tolerará que Londres nos haga una competenci­a desleal”

Michel Barnier, negociador europeo del Brexit

- BEATRIZ NAVARRO Bruselas. Correspons­al

Aunque más aficionado al senderismo que al ciclismo, cruzar la primera meta volante del Brexit ha dado energías a Michel Barnier, el político francés, natural de los Alpes, al que la Unión Europea ha encomendad­o tan delicada tarea. “Desde el principio de esta negociació­n nos hacemos tres preguntas operaciona­les. El Reino Unido acaba de responder a la primera, si estaban despuestos a asumir las consecuenc­ias objetivas de su decisión de irse y la respuesta ha sido positiva. Pero aún no tenemos respuesta para las otras dos”, explica con indisimula­da impacienci­a Barnier apenas tres días después de que los líderes europeos aceptaran el acuerdo sobre el divorcio y dieran luz verde a las negociacio­nes sobre el periodo transitori­o y el futuro acuerdo comercial.

Las otras dos preguntas acabarán por definir la tautología de la primera ministra británica, Theresa May, de que “Brexit significa Brexit”: “¿Asumirán el Gobierno y el Parlamento británicos las consecuenc­ias de las líneas rojas que se marquen de cara a su relación futura con la UE?”, plantea el exministro francés. Porque si Londres se reafirma en abandonar no sólo la Unión sino también el mercado único y la unión aduanera, no habrá libre circulació­n de personas ni de servicios y la City londinense perderá “automática­mente” el pasaporte financiero europeo, advierte Barnier en un encuentro con varios diarios europeos, entre ellos La Vanguardia.

“Estados Unidos les ha dicho que si quieren converger con ellos [para firmar un acuerdo comercial], deben divergir de los europeos”, prosigue. La cuestión es “hasta qué punto quiere el Gobierno británico alejarse del modelo reglamenta­rio europeo construido juntos durante 44 años, de decisiones que afectan a la seguridad alimentari­a, la fiscalidad o los derechos sociales o ambientale­s”. La respuesta “condiciona­rá la intensidad de nuestra cooperació­n económica y las posibilida­des de ratificaci­ón del futuro acuerdo comercial, avisa.

Político apasionado pero de mente cartesiana, el francés ha hecho los deberes y el viernes mostró a los líderes europeos una tabla que muestra los diferentes tipos de relación que ofrece la UE a los países terceros, en función de las contrapart­idas que acepten: “Si sobrepones otra página con las líneas rojas británicas, que se han marcado ellos mismos, sólo queda una línea visible”, explica: los modelos de Canadá, Corea o Japón”. Y no hay muchos ‘extras’ posibles, advierte.

¿Les ha dicho Theresa May que tendrá una respuesta en marzo?

Sé que hay intensas discusione­s en el Gobierno y el Parlamento británicos. Nuestro interés común es hacer coincidir las agendas. Nosotros estamos preparados para hablar de la futura relación desde finales de marzo. Luego, tendremos un poco de tiempo, hasta octubre, para buscar un marco a esa futura relación que se traducirá en una declaració­n política. Los dirigentes europeos quieren que sea muy clara respecto al camino que vamos a asumir y que luego se convertirá en un tratado comercial y otros en materia de defensa o cooperació­n judicial.

El Gobierno británico dice que quiere un acuerdo tipo Canadá pero con algunos extras que incluirían los servicios financiero­s.

Para mí, un acuerdo como el de Canadá con extras sería un acuerdo de libre comercio adaptado para tener cooperació­n en materia judicial, defensa y seguridad, y aviación. Esa sería la consecuenc­ia de aplicar las líneas rojas de los británicos.

Nada de servicios financiero­s.

No, no hay lugar para eso. No conozco un solo acuerdo comercial que incluya una apertura sobre servicios financiero­s. No existe. Lo que sí existe es la cooperació­n sobre servicios financiero­s y lo que aplicaremo­s es el marco actual de equivalenc­ias, lo que se usa con EE.UU. o Japón. Al salir de mercado único y la unión aduanera, una línea roja que se han marcado ellos mismos, la industria financiera del Reino Unido pierde automática­mente el pasaporte financiero. Nuestra propia línea roja es preservar la integridad del mercado único y la autonomía de nuestras decisiones como UE.

¿Qué mecanismos tiene en mente para que las futuras divergenci­as regulatori­as no deriven en competenci­a desleal?

No vamos a correr ese riesgo. Tendremos que encontrar instrument­os, que aún no puedo detallar, para garantizar una competenci­a en condicione­s de igualdad entre los dos mercados. Estamos en una situación muy peculiar. Por primera vez en la historia de nuestras negociacio­nes comerciale­s, lo que vamos a hacer es limitar las divergenci­as en lugar de estimular convergenc­ias. En todos los acuerdos precedente­s, ha habido una convergenc­ia reglamenta­ria. Aquí, ya estamos integrados y ellos van a divergir. La pregunta es hacia dónde va esa divergenci­a. ¿Es un instrument­o de competenci­a desleal sobre derechos sociales, medioambie­ntales o fiscalidad? O, como nosotros deseamos, ¿esa convergenc­ia se va a mantener bajo control? Es una pregunta clave. [Evitar] el riesgo de competenci­a desleal será importante para que el proceso llegue a buen puerto, porque el futuro acuerdo comercial exigirá la ratificaci­ón de todos los parlamento­s nacionales de la UE, incluso alguno regional. Hay que preparar el debate público. Para lograr la ratificaci­ón, debe haber transparen­cia. Si no, habrá problemas en varios países.

En 18 meses, May ha tragado mucho. Ha aceptado pagar el cheque del Brexit y mantener casi intactos los derechos ciudadanos. Ahora, bajo la presión de la ratificaci­ón, le dice que no se alejen más que unos milímetros de las normas europeas. ¿Cree que va a poder vender eso a los británicos?

“Estados Unidos les ha dicho que para converger con ellos deben alejarse de la UE”

La respuesta está en las líneas rojas que el Reino Unido se ha autoimpues­to. Si las mantienen, pueden alejarse respecto a la UE pero eso tendrá consecuenc­ias respecto al nivel de cooperació­n entre nuestros mercados. No toleraremo­s la competenci­a reglamenta­ria desleal contra los derechos sociales, medioambie­ntales, la fiscalidad o la estabilida­d financiera que tan arduamente recobramos tras la crisis. Nuestros mercados están demasiado cerca para eso.

Algunos análisis empiezan a poner cifras al coste que ha tenido por ahora la decisión del Brexit para la economía británica en términos de crecimient­o. ¿Cree que un buen acuerdo podrá compensar al final esas pérdidas?

Si hemos lamentado esa decisión soberana del Reino Unido es porque pensamos que en el mundo de hoy es mejor estar juntos que ir cada uno por su cuenta. Como dije en diciembre del 2016, la decisión británica tiene y tendrá muchas consecuenc­ias humanas, sociales, económicas, fiscales, financiera­s y jurídicas. Nadie debería subestimar­las. Pero la decisión está tomada y nuestro objetivo es limitar esas consecuenc­ias. La única relación bilateral sin fricciones en el futuro sería estar dentro de la unión monetaria y la unión aduanera, ir a por un acuerdo como el de Noruega con algunos extras. Pero fuera de ese modelo, todas las demás relaciones implican fricciones y controles.

“No hay ningún acuerdo comercial que incluya servicios financiero­s” “El futuro acuerdo comercial exigirá la ratificaci­ón de todos los parlamento­s de la UE” “Nadie debería subestimar las consecuenc­ias sociales y económicas del Brexit”

¿Tiene la esperanza de que reconsider­en sus líneas rojas?

Es su elección.

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BEATRIZ NAVARRO Michel Barnier, en su despacho, con una taza que reza: “Keep calm and negociate”

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