Unidad, la justa
LOS historiadores aseguran que la manifestación del Onze de Setembre del 2012 fue la primera en que la Generalitat cedió el protagonismo de la calle a dos organizaciones, la ANC y Òmnium Cultural. Fue la primera gran concentración en la Diada, justo después de que Artur Mas fuera a ver a Mariano Rajoy para exigirle el pacto fiscal para Catalunya, cuando España iba a ser rescatada. Mas sintió que aquel gentío estaba de su lado y, pésimamente asesorado, convocó elecciones, cuando disponía de 62 diputados, el mejor resultado nacionalista en veinte años. La historia es sabida: CiU cayó hasta los 50 escaños y, en lugar de rectificar, dobló la apuesta soberanista. Y hasta hoy. Pero volviendo al principio de este artículo, en aquella Diada se visualizó que el poder pasaba a la calle o, para ser exactos, a dos entidades que se autoerigían en la nueva sociedad civil y que han tenido un papel relevante, pasando a menudo por encima de los partidos. O marcándoles el paso: “President, posi les urnes”.
Tanto ha sido su protagonismo, que los dos líderes de las entidades están en la cárcel. Uno de ellos, Jordi Sànchez, es además el número 2 de la lista de Carles Puigdemont. Jordi Cuixart, cercano ideológicamente a ERC, no ocupa puesto alguno en su candidatura. En las últimas horas ha habido una grave crisis de transversalidad, cuando la ANC apoyó el sábado la tesis de que sólo Puigdemont puede ser president tras los comicios del 21-D en una carta a sus asociados. Al saberse, muchos de ellos amenazaron con darse de baja. El lío que ha habido ha sido notable, hasta el punto de que su actual president, Agustí Alcoberro, ha tenido que reconocer, mientras ardían las redes, que la carta había sido desafortunada.
Es difícil la unidad de acción en el mundo constitucionalista, pero no menos que en el universo soberanista. Jordi Turull dijo el domingo en Sant Celoni que el 21-D no va de partidos y que “no tenemos otro candidato para vicepresidente que Oriol Junqueras”. Unidad, la justa.