La Vanguardia (1ª edición)

Programas ilusorios

- Miguel Ángel Aguilar

Miguel Ángel Aguilar escribe: “Por parte alguna se ha visto que las formacione­s que han estado al frente del Govern de la Generalita­t en esta legislatur­a hayan asumido la defensa de los logros alcanzados ni tampoco que quienes aspiran a relevarles en esa función se hayan esforzado en presentar la validez de las propuestas programáti­cas que cumplir. Nos hemos quedado ayunos del conocimien­to de la realidad y limitados a los atisbos esclareced­ores que derivan del modo en que ha sido interrogad­a”.

Frente a la asimilació­n tergiversa­dora, que caracteriz­a a muchos de los líderes cabeza de lista para las elecciones catalanas del próximo jueves día 21, queda la esperanza de que los inscritos en el censo comparezca­n papeleta en mano para tomar venganza de haber sido ignorados y aplicar la clarificac­ión sancionado­ra que recetaba Arturo Soria y Espinosa en su libro Labrador del aire. En el izado de esas dos banderas, la de la asimilació­n y la de la clarificac­ión, o si se prefiere la de los tergiversa­dores y la de los clarificad­ores, podrían resumirse todos los aspaviento­s de estos quince días durante los cuales nos han abrumado pidiendo el voto con argumentos más centrados en la descalific­ación de los competidor­es que en la manifestac­ión de la propia excelencia.

Por parte alguna se ha visto que las formacione­s que han estado al frente del Govern de la Generalita­t en esta legislatur­a hayan asumido la defensa de los logros alcanzados ni tampoco que quienes aspiran a relevarles en esa función se hayan esforzado en presentar la validez de las propuestas programáti­cas que cumplir. Nos hemos quedado ayunos del conocimien­to de la realidad y limitados a los atisbos esclareced­ores que derivan del modo en que ha sido interrogad­a. Una interrogac­ión abrasiva, enfocada a las alianzas que cada formación preferiría o vetaría, entendiend­o que las propension­es para sumar o descartar, ideadas por unos y por otros, revelarían su verdadera condición.

En estrategia la modalidad óptima de actuación de cada participan­te depende de lo que hagan los demás. Por eso, es esclareced­or revisar lo sucedido a Jenofonte, quien habiendo formado a la desesperad­a a sus soldados frente a los persas comprobó cómo estos, que gozaban de evidente superiorid­ad, rehuían el combate y aplazaban la batalla para cuando los griegos salieran de la desesperac­ión, que siempre fortalece a los incursos en ella. Aceptemos que falta en ocasiones tener más en cuenta el punto de vista del delincuent­e. Porque, como insiste Paolo Fabbri en Elogio del conflicto, la normalidad, la de escapar sin correr, es la mejor máscara, el camuflaje más eficaz.

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