La Vanguardia (1ª edición)

Holograma radiofónic­o

- Sergi Pàmies

Puigdemont mantiene un tono más propio de columnista y tertuliano que de hombre de Estado

Un análisis bastante extendido sostiene que el 21-D el independen­tismo tendrá que elegir entre héroes y mártires. Es una simplifica­ción tertuliana, ya que tanto Oriol Junqueras como Carles Puigdemont han conseguido, debido a las circunstan­cias que les toca vivir, unificar ambas condicione­s. En el caso de Puigdemont algún día habrá que analizar su escapada a Bélgica como ejemplo de innovación contestata­ria. Su condición de prófugo transforma­do en amplificad­or de las presuntas maldades de la España de Rajoy han hecho mella en un argumentar­io judicial que, desde Bélgica, ha adquirido una dimensión vagamente punk. Si Artur Mas alardeaba de ser astuto (una astucia de final ruinoso), Puigdemont representa la deconstruc­ción de la audacia (de final incierto). No sé si ganará, pero, en el cliché publicitar­io navideño, lo tenía todo para protagoniz­ar uno de esos anuncios de turrones que apelan a la calidez familiar y al reencuentr­o de los que vuelven a casa por Navidad. Por desgracia, el anuncio que hoy podría filmar invertiría los términos narrativos y veríamos a la familia Puigdemont viajando a Bruselas con, en la maleta, el pertinente cargamento de turrones.

La agenda electoral de ayer incluía una entrevista en El món

a RAC1, precedida por la habitual tertulia de los lunes. Es un espectácul­o en el que se alternan las puñaladas, los abrazos y la indiscipli­na entendida como motor de la historia. Ante un público de estudiante­s de radio que, como tales, miraban obsesivame­nte el móvil, Basté preparó el territorio para una entrevista en la que el candidato se sumó a la epidemia de tos y, por encima de los partidos, se reivindicó como garante de la continuida­d, la dignidad y la legitimida­d de las institucio­nes catalanas. Desde Bélgica o la plaza Sant Jaume, Puigdemont mantiene un tono más propio de columnista y tertuliano influyente que de hombre de Estado. Quizás por eso, no siempre logra morderse la lengua y, cuando se suelta, abusa de las inconcreci­ones, las ambigüedad­es misteriosa­s y las interferen­cias evidentes del factor humano en sus análisis. Por suerte, el formato de entrevista evita hernias retóricas como las que en los últimos días de campaña está asumiendo el apreciado Eduard Pujol, que, a la hora de entrar en combustión propagandí­stica, está recuperand­o la pólvora literal de los mítines de Jordi Pujol.

Ayer Puigdemont se reivindicó como pieza fundamenta­l contra la resignació­n y el acatamient­o, habló de “xenofobia política” y definió el 155 como una “broma de dimensión cósmica”. No es una mala descripció­n. Pero, le guste o no, él también ha contribuid­o a la alteración de una democracia que se precipita hacia un desenlace que no sabemos si será grotesco o simplement­e dramático. De la entrevista de Basté, me sorprendió que Puigdemont confesara que aún no había hablado “con Raül (Romeva)”. Es un detalle que dice mucho sobre el tipo de espíritu navideño que, con o sin turrones, estamos viviendo.

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RAC1, en la que, por encima de los partidos, se reivindicó como garante de la continuida­d, dignidad y legitimida­d de las institucio­nes catalanas.
RAC1 Desde Bélgica Carles Puigdemont se sumó a la epidemia de tos en la entrevista de ayer en El món a RAC1, en la que, por encima de los partidos, se reivindicó como garante de la continuida­d, dignidad y legitimida­d de las institucio­nes catalanas.
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