Llega Navidad
El domingo por la noche releí un largo correo sufriente que me envió un profesor de la Autònoma comentando el artículo bienintencionado sobre las elecciones que yo había publicado. Iba a decir que el profesor en cuestión es amigo, pero sería impreciso. Lo es, sí, pero de manera peculiar. Nunca nos hemos visto, nunca hemos hablado por teléfono. Pero Ferran, historiador, de vez en cuando aparece con unos mensajes densos, de análisis del presente golpeado y siempre en contacto con su viejo compromiso nacido con el combate antifranquista de la década de los setenta. Supongo que empezamos a intercambiar mensajes porque él y yo no sabríamos explicarnos sin una misma vivencia compartida: la experiencia que propone la poesía de Luis Cernuda. Una experiencia de la vida moral que lleva aparejada la necesidad de ser comunicada.
Hace años que nos dura esta conversación intermitente, hecha de confesiones suyas tan bien reflexionadas que siempre me hacen sentir muy pequeño. Anteayer, otra vez, reapareció. Me escribía para pensar qué nos está pasando como sociedad y no podía dejar de hablarme de él y de los suyos, de los días que vendrán y de sus miedos. Se acerca Navidad.
El viernes en Madrid me contaban la tradición de una familia extremeña. Antes de levantarse a holgazanear y dejar que los jóvenes se dispersen, cada una de las personas sentadas en la mesa deben pensar qué les ha ido bien a lo largo del año y lo tienen que compartir con los otros, como una manera laica de dar gracias por los pequeños milagros de la vida. Es bonito. Es real. Durante años en las sobremesas familiares hemos hablado poco de política. Todo iba más o menos bien o todo era como siempre o la controversia no daba más de sí. ¿Qué nos diremos a partir del domingo o del lunes próximo? No arriesguemos la felicidad de la Navidad. Como explicaba Chesterton, como podemos descubrir en la antología de su obra que ha publicado la Fundació Joan Maragall, la Navidad es el tiempo paradigmático de la felicidad. “Es una cosa bastante más vivida que el intelecto”. Dejemos que su misterio, siempre repetido, como la llama que esconde el secreto de la tradición, se imponga de nuevo.