Libertad leptospirósicos
Unos prohíben. Otros, asumen. Queda claro que el principio de igualdad se tambalea. No es una lucha equilibrada
Mañana es jornada de reflexión. En teoría, en democracia todos somos libres de expresar nuestras ideas políticas. Pero tras los hechos de octubre, eso es una falacia. Los abogados que asesoran a las organizaciones con encausados o encarcelados afinan tanto que algunos oradores se ven obligados a practicar una autocensura delirante. Un par de ejemplos bastarán para calibrar la magnitud: una alerta por haber dicho “país organitzat”, por si Fiscalía se agarra al participio y lo deriva a organización, por supuesto criminal; o bien la proscripción del vocablo lucha, por su proximidad semántica a la violencia. Están prohibiendo palabras. Palabras. Los medios públicos catalanes tienen una lista de términos que no pueden pronunciar para referirse a los políticos catalanes represaliados por los hechos de octubre. Presos políticos, por ejemplo. Unos prohíben. Otros, asumen. Queda claro que el principio de igualdad se tambalea. No es una lucha (sic) equilibrada. Resulta llamativa la prohibición del color amarillo, arrancando incluso lazos de árboles de Navidad. En el del Department d’Empresa i Coneixements los sustituyeron por cartelitos que decían “Aquí había un lazo amarillo”, en una acción que Joan Brossa hubiera considerado poética. Pero también los hicieron arrancar. Órdenes juntaelectoralistas. En Girona cubrieron el árbol con una macrobolsa negra de basura, y le pegaron la orden que prohibía los lazos amarillos.
En el Ayuntamiento de Ripollet la Junta Electoral hizo retirar una pancarta que abogaba por la No Violencia. En otros, carteles de Democracia (!). En vista de tal deriva prohibicionista, en el balcón del Ayuntamiento de la Fuliola el cartel “Llibertat presos polítics” fue sustituido por un “Tu ja m’entens”. Rayano en el paroxismo, entre otras cosas porque todas las prohibiciones van en la misma dirección. Es una fumigación de ideas (Borrell habla de infección), un verbicidio que debe parar porque está destinado a aniquilar cualquier disidencia. No nos lo podemos permitir. Hay que rehacer el discurso. El traductor Xavier Pàmies, que construye puentes con gran talento entre el lector catalán y textos literarios portugueses, ingleses o franceses, me hace partícipe de un hallazgo anagramático. El anagrama, que oculta dos palabras prohibidas, conforma un término fascinante: leptospirósicos. Un leptospirósico sería un individuo afectado de leptospirosis que, según el DIEC, es una infección causada por espiroquetas del género Leptospira, una enfermedad que las ratas transmiten a los seres humanos. Un cartel que diga “Libertad leptospirósicos” desconcertaría a cualquier Junta Electoral. No lo entendería ni el desinfectador Borrell. Reordenen las 15 letras de leptospirósicos y les saldrán dos palabras prohibidas de 6 y 9 letras. Es urgente que reordenemos letras y palabras para rehacer el relato o los prohibicionistas imperarán. Cultura o muerte.