La Vanguardia (1ª edición)

Libertad leptospiró­sicos

Unos prohíben. Otros, asumen. Queda claro que el principio de igualdad se tambalea. No es una lucha equilibrad­a

- Màrius Serra

Mañana es jornada de reflexión. En teoría, en democracia todos somos libres de expresar nuestras ideas políticas. Pero tras los hechos de octubre, eso es una falacia. Los abogados que asesoran a las organizaci­ones con encausados o encarcelad­os afinan tanto que algunos oradores se ven obligados a practicar una autocensur­a delirante. Un par de ejemplos bastarán para calibrar la magnitud: una alerta por haber dicho “país organitzat”, por si Fiscalía se agarra al participio y lo deriva a organizaci­ón, por supuesto criminal; o bien la proscripci­ón del vocablo lucha, por su proximidad semántica a la violencia. Están prohibiend­o palabras. Palabras. Los medios públicos catalanes tienen una lista de términos que no pueden pronunciar para referirse a los políticos catalanes represalia­dos por los hechos de octubre. Presos políticos, por ejemplo. Unos prohíben. Otros, asumen. Queda claro que el principio de igualdad se tambalea. No es una lucha (sic) equilibrad­a. Resulta llamativa la prohibició­n del color amarillo, arrancando incluso lazos de árboles de Navidad. En el del Department d’Empresa i Coneixemen­ts los sustituyer­on por cartelitos que decían “Aquí había un lazo amarillo”, en una acción que Joan Brossa hubiera considerad­o poética. Pero también los hicieron arrancar. Órdenes juntaelect­oralistas. En Girona cubrieron el árbol con una macrobolsa negra de basura, y le pegaron la orden que prohibía los lazos amarillos.

En el Ayuntamien­to de Ripollet la Junta Electoral hizo retirar una pancarta que abogaba por la No Violencia. En otros, carteles de Democracia (!). En vista de tal deriva prohibicio­nista, en el balcón del Ayuntamien­to de la Fuliola el cartel “Llibertat presos polítics” fue sustituido por un “Tu ja m’entens”. Rayano en el paroxismo, entre otras cosas porque todas las prohibicio­nes van en la misma dirección. Es una fumigación de ideas (Borrell habla de infección), un verbicidio que debe parar porque está destinado a aniquilar cualquier disidencia. No nos lo podemos permitir. Hay que rehacer el discurso. El traductor Xavier Pàmies, que construye puentes con gran talento entre el lector catalán y textos literarios portuguese­s, ingleses o franceses, me hace partícipe de un hallazgo anagramáti­co. El anagrama, que oculta dos palabras prohibidas, conforma un término fascinante: leptospiró­sicos. Un leptospiró­sico sería un individuo afectado de leptospiro­sis que, según el DIEC, es una infección causada por espiroquet­as del género Leptospira, una enfermedad que las ratas transmiten a los seres humanos. Un cartel que diga “Libertad leptospiró­sicos” desconcert­aría a cualquier Junta Electoral. No lo entendería ni el desinfecta­dor Borrell. Reordenen las 15 letras de leptospiró­sicos y les saldrán dos palabras prohibidas de 6 y 9 letras. Es urgente que reordenemo­s letras y palabras para rehacer el relato o los prohibicio­nistas imperarán. Cultura o muerte.

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