La Vanguardia (1ª edición)

“A mí, estas no me ganan”

Jessica Vall, nuevo oro europeo, exprime la mente para romper los protocolos

- SERGIO HEREDIA Barcelona

Dice alguien que la conoce muy bien: –No cede nunca, en ningún entrenamie­nto, ante ninguna compañera. Jessica Vall (29) es una killer. Y uno observa a la muchacha, pequeña y delgada, apenas 1,60 m de estatura, apenas 50 kilos de peso, y responde: –Pues no me lo creo. –Le entiendo: es fácil deducirlo, vista su aparente fragilidad. Pero es así. Cuando se pone, Jessica Vall no perdona.

Mi interlocut­or enciende la pantalla del móvil y me muestra algunas imágenes.

Aparece Vall desfilando. Caminando hacia el poyete de salida, en fila india junto a sus rivales. O ya en el podio. Está junto a la danesa Pedersen. O junto a la lituana Meylutite. Ambas le sacan una cabeza. Incluso más.

Pero con ella, no pueden. Al menos, en los 200 m braza.

El domingo, Jessica Vall se hacía con el oro de la distancia en el Europeo de piscina corta. Su segundo podio en Copenhague. Todos los que ha recogido la natación española en Dinamarca. Y una paradoja. Se presume que las caracterís­ticas de la piscina corta penalizan a Vall. Que las otras nadadoras, más potentes, van a salir del viraje como balas. Que frente a ellas, Vall sólo es una ranita.

Así es como la llama la gente de la natación.

–Puede que así sea. Pero no he visto a nadie con su mentalidad. Jessica Vall es capaz de plantarse en la cámara de llamadas, mirar a las otras y decirse: ‘A mí, estas no me ganan’. No sé, supongo que lo lleva en el gen.

Cuentan que en los entrenamie­ntos en la piscina del CN Sant Andreu, el territorio de su gurú, Jordi Jou, las compañeras van locas. Sale Vall y va a ganar todas las series.

–Pues parece un angelito –le comento.

–Y lo es. Pero cuando se tira al agua se transforma.

Jessica Vall sonríe. Mantiene la mirada, responde generosame­nte, está lejos de creérselo. Solo dice que ha dado “un pasito adelante”.

Hay que corregirla: ha dado un buen paso adelante.

La gente de la natación en nuestro país se lo agradece. Definitiva­mente, Jessica Vall ha abierto otra vía en su mundo: no todo empieza y acaba en Mireia Belmonte.

De hecho, hace tiempo que Fred Vergnoux lanza avisos:

–Junto a Belmonte está Jessica Vall, no nos olvidemos de ella – contaba Vergnoux a La Vanguardia en una entrevista, en mayo.

Para entonces, Vall ya había recogido dos importante­s podios. Dos bronces, en los Mundiales del 2014 y el 2015. Siempre en braza. Siempre llegando desde atrás. A su manera. –No puede ser de otro modo –me dice la fuente–. Sus caracterís­ticas la penalizan. Al ser más pequeña, no puede salir al ritmo de la cabeza. Debe ir a lo suyo. Enajenarse. –¿Qué quiere decir? –Ella ignora a las rivales. Va a su ritmo. Se conoce perfectame­nte, así que ya sabe si va bien o va mal. No le hace falta fijarse en el cronómetro. Tampoco se fija en las demás.

–Pues vaya estrés debe pasar el entrenador en la grada...

–Bueno, ambos llevan años juntos. Tanto Jou como Vall son consciente­s de que tiene que nadar en negativo: debe acelerar en la segunda parte, ir más rápido que en la primera. Fíjese en algo: sólo ella puede hacer eso. Su buena técnica y sus dimensione­s le permiten ser más resistente que las otras.

En los 50 m braza no tiene tiempo para reaccionar. En los 100, la distancia le permite corregir algunas cosas (en Copenhague fue bronce). En los 200, ya llega con margen: pasó los 150 m ya en cabeza. Y ahí ya no le soplaron.

–Pero si existiera una carrera de 400 m braza, entonces no habría quien la tosiera –me dicen.

No existe esa distancia. Así que le correspond­e apechugar.

A Jessica Vall le toca entrenarse hasta el límite. Levantarse a las seis en Barcelona, tomar el metro de Horta a Sant Andreu, nadar durante un par de horas, desayunar y volver al metro, ahora hasta Marina, trabajar de diez a una en Bertelsman­n (es licenciada en Biomedicin­a, ahora se ha especializ­ado en recursos humanos) y volver a entrenarse por la tarde, otro par de horas. Y las pesas, al final.

–¿Quién le metió en esto? –pregunto a Vall.

–Mis padres. Yo era una niña muy movida. Me hacían nadar para calmarme.

“Vall no cede nunca: es una ‘killer’”, dice su entorno; cuesta creerlo: las rivales le sacan una cabeza

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LLIBERT TEIXIDÓ Jessica Vall mostrando sus dos medallas, ayer en el aeropuerto de El Prat

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