La Vanguardia (1ª edición)

Barcelona vive un día normal en los tiempos de la épica

Las pequeñas cosas que nunca saldrán en los libros de historia y que también pasaron ayer

- Domingo Marchena Barcelona

Barcelona y Catalunya han vivido tantas jornadas históricas este año que la de ayer fue una más. Un día de absoluta tranquilid­ad. A pesar de lo que se jugaba el país, la realidad cotidiana se empecinó en imponerse a la épica. Este es un resumen de las pequeñas cosas sin importanci­a que pasaron en la capital catalana y que nunca saldrán en los libros de historia.

La señora Dolores, de 80 años, fue al callista. Luego compró pescado y, cuando iba a reunirse con su hijo, un ciclista la arrolló a la altura del número 56 de la calle Riera de Tena, en Sants. Aunque le preocupaba más asustar a su hijo que su salud, no podía ponerse de pie. Sucedió a las 13.45 horas. La Guardia Urbana llegó a las 14.10, antes incluso que la ambulancia de emergencia­s médicas.

El bar Los Gallegos (menú a 9 euros, con arroz con bogavante y pechuga rebozada) está al lado de La Bellota, el Hogar de Extremadur­a en l’Hospitalet de Llobregat, que también es la sede de la peña taurina Ángel Lería. La misma oferta de trabajo saludó ayer a los parroquian­os del bar. “Se necesitan dos personas responsabl­es para resolver la crisis: un electricis­ta para quitar enchufes y un cura para repartir hostias”.

En la parroquia de Santa Anna, donde estos días se ha refugiado un grupo de migrantes en huelga de hambre para exigir más atención por parte de los políticos, también fue un día anormalmen­te normal. Casi nadie ha hablado de los migrantes en la campaña electoral. Tampoco de las más de mil personas que cada noche duermen en la calle en Barcelona y de las 3.000 que viven en infravivie­ndas que no se pueden considerar un hogar. Cada día, unas 80 de estas personas van al hospital de campaña de la iglesia, abierto las 24 horas en la capilla de la Piedad, donde pueden descansar, comer o recibir un abrazo. Mosén Peio Sánchez, el rector, cita al papa Francisco: “Prefiero una iglesia abierta, herida y manchada que una iglesia cerrada”.

En las calles, más niños de lo habitual. No había cole y los abuelos hicieron horas extras como canguros. Rosario Borrás, de 74 años, pastoreó en el parque de la Espanya Industrial un rebaño de tres hermanos, aunque tan hiperactiv­os que parecían más. Es- ta señora, como tantas abuelas, tiene una vejez tranquila. Se levantó a las 6, preparó la comida, se fue al Poble Sec para recoger a sus nietos antes de que sus padres se marcharan a trabajar, los desfogó en el parque, les dio de comer y los bañó. Ya por la tarde, de regreso a la placidez de su casa, cumplió con su “otra obligación”, como dice ella. Votar.

Los 2.680 colegios electorale­s y las 8.000 mesas de votación de Catalunya recibieron a infinidad de personas así en una jornada con una altísima participac­ión. Dice el censo electoral que estaban llamadas a votar más de 5,5 millones de personas. En realidad no eran 5,5 millones de electores potenciale­s. Eran valientes. Porque hay que serlo para soportar estos años y para votar a sa-

LAS CIFRAS Más de 5,5 millones de electores potenciale­s, 2.680 colegios y 8.000 mesas de votación LA FRASE En Santa Anna resonó la voz del Papa: “Mejor una iglesia abierta y manchada que cerrada”

biendas de que acabe como acabe la historia nunca lloverá a gusto de todos y una mitad del país se sentirá defraudada. Una vez más, la ciudadanía estuvo muy por encima de los políticos. Superhéroe­s sin capa, pero con bufanda y gorra. Mujeres y hombres. Jóvenes y ancianos. En silla de ruedas, con muletas y con problemas de salud. Trabajador­es precarios para quienes el derecho legal a las cuatro horas es papel mojado y que, pese a todo, se escaparon un momento para votar, como Ricardo, mensajero de Glovo.

Toda esa decencia, esa integridad y esa valentía se pueden resumir en un nombre: José Luis Lizarán, de 78 años, oficial administra­tivo de primera en la Seat durante muchísimos años, padre de una hija y sin nietos. Ayer trabajó de forma altruista por sus ideales. Actuó como apoderado de un partido en la escuela Octavio Paz, de la calle Mallorca, 657.

¿Qué partido? No se dirá porque José Luis es un superhéroe y las únicas verdades inmutables de la vida son las que se aprenden en la infancia. Y todos los niños del mundo, al menos los que se amamantaro­n con el Capitán Trueno, Tintín y el Teniente Blueberry, saben que los superhéroe­s no tienen ideología.

Se levantó a las cinco y media de la madrugada. Fue al hospital de Sant Pau para someterse a su diaria sesión de radioterap­ia. Lleva más de 20 y tiene que llegar a las 32. Luego volvió a casa, desayunó un poco, cogió las pastillas para la diabetes y se fue al colegio electoral. Tenía previsto quedarse allí hasta la medianoche, a pesar de que hoy tendrá que volver a levantarse muy temprano “porque las sesiones de radioterap­ia son de lunes a viernes”. Decía que no estaba cansado y que hacía lo que hacía “muy a gusto”. Pero, aunque la radioterap­ia no es tan agresiva como la quimiotera­pia, las sesiones le producen “enrojecimi­ento en la piel, como si hubiera estado mucho tiempo tomando el sol en la playa”. Y eso es sólo lo que se ve. Luego está el cansancio, la pesadez en la cabeza... Seguro que hay apoderados y votantes así en todos los partidos, desinteres­ados, honestos, leales...

Los políticos deberían aprender de ellos. En la escuela Octavio Paz el president Pujol es muy honorable, como recuerda una pla- ca de 1994, cuando “el molt honorable Jordi Pujol y el premio Nobel de Literatura Octavio Paz” inauguraro­n este centro escolar. Otra placa recuerda que la escuela está asociada a la Unesco. Y una tercera, del 2010, que colocó el Gobierno mexicano con motivo del centenario de la revolución y el bicentenar­io de la independen­cia, elogia los puentes culturales entre Catalunya y México. Entre Catalunya y el mundo, podría decir. Pero el lema que mejor refleja lo que pasó en la jornada electoral de ayer y la lección de miles y miles de personas como José Luis Lizarán era el del mural del vestíbulo: “És de valents seguir el camí que marca el cor”.

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ANA JIMÉNEZ De todas las edades. El colegio electoral de la plaza Universita­t tenía este ambiente a las 13 horas
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ANA JIMÉNEZ La capilla de la Piedad de la iglesia de Santa Anna, un hospital de campaña para los sintecho

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