La Vanguardia (1ª edición)

Baja la esperanza de vida en EE.UU. por la epidemia de los opiáceos

El aumento de muertes por sobredosis castiga también a la población negra

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Las estadístic­as ofrecen la capacidad de retratar entre gráficos, sin necesidad de fotografía­s.

Estados Unidos ha ido a peor, siempre según los números, debido al incremento de la mortalidad por impacto de las sobredosis de opiáceos. La esperanza de vida volvió a caer en el 2016, por segundo año consecutiv­o.

Esta es la primera vez que sucede algo similar desde el bienio 1962-63. Para dar con un escenario similar hay que remontarse a la década de los años veinte del pasado siglo. Así, el Centro Nacional de Salud indicó que la expectativ­a de vida cayó un 0,1 en el 2016. Se sitúa en 78 años y siete meses –un mes menos que en el 2015 y dos menos que en el 2014– por culpa de esta epidemia.

La masiva prescripci­ón médica de opiáceos contra el dolor, sin igual en otro país, ha provocado una crisis nacional. Una vez que se acaban las recetas, los pacientes ya están enganchado­s y entonces buscan heroína en la calle.

Ese 0,1 de caída general parte de un 0,2 entre los hombres, que se quedan en 76 años, mientras no varía para las mujeres, cuya expectativ­a se mantiene en 81,1 años. La anterior reducción conduce a 1993, en el punto álgido de las defuncione­s por el sida.

En el 2016, hubo un total de 63.000 personas que falleciero­n a causa del exceso de drogas (por 52.000 en el 2015), señaló el Centro de Prevención y Control de Enfermedad­es (CDC). En términos porcentual­es, este número significa un crecimient­o del 21% en comparació­n al 2015 –cuando también subió–, y tres veces más que el registro de 1999.

Las que están relacionad­as con los opiáceos en concreto subieron un 28%, hasta un total de 42.249 decesos, en su mayoría en el grupo de 25 a 54 años.

Las sobredosis superaron a las enfermedad­es cardiacas como principal factor de fatalidade­s entre los estadounid­enses por debajo de los 55 años.

Pero los nuevos datos desvelan otra circunstan­cia que rompe con uno de los tópicos al uso, y que, en cierta medida, alimentó la expansión de la ideología trumpista.

Hasta ahora se considerab­a que esta plaga era una cuestión que básicament­e afectaba a blancos de zonas rurales. Sin embargo, en la revisión de estos informes se certifica que la crisis de los opiáceos penetró el pasado año en la comunidad negra, concentrán­dose en la franja de edad entre los 55 y los 64. Se trata en especial de residentes en condados urbanos, donde se ha expandido el uso del fentanilo, un narcótico sintético. De esta manera se constata que esta peste moderna ha roto las fronteras raciales.

Las defuncione­s de afroameric­anos en esas zonas se dispararon un 41%, a un ritmo muy superior al de cualquier otro grupo étnico. El crecimient­o entre los blancos se quedó en el 19%.

Muchas de las muertes de negros se registraro­n en el grupo de los mayores, que habían sido adictos a la heroína en la década de los setenta. El fentanilo representa un peligro cien veces más poderoso que la heroína. Muchos de estos usuarios desconocen que la heroína está cortada con esa otra sustancia o, simplement­e, que es sólo ese narcótico, por lo que carecen de control sobre la capacidad de esas dosis.

Hay otra curiosidad. Los expertos subrayan que no se observa que jóvenes negros se vean implicados en este consumo.

Las expectativ­as forjadas por los analistas no abren una ventana de esperanza por el momento. Todo apunta a que habrá un tercer retroceso en la esperanza de vida una vez se cierre el 2017. Un curso de tres años consecutiv­os de caída sería algo no experiment­ado desde la Primera Guerra Mundial y la pandemia de la gripe española, encadenánd­ose el trienio de 1916, 17 y 18.

El presidente Donald Trump declaró este octubre la crisis de los opiáceos como una emergencia de salud pública. Este reconocimi­ento supuso dar un paso atrás respecto a la petición que le formuló una comisión especial. Después de meses de trabajo, estos especialis­tas nombrados por la Casa Blanca requiriero­n que se declarase la emergencia nacional.

De haber dado este paso, Trump habría abierto las arcas federales para combatir esta plaga. No lo hizo, porque prefirió redirigir partidas que ya existían. Este movimiento amenaza con dejar sin apoyo a programas dedicados a otras enfermedad­es.

“Es urgente y mortífero”, dijo Brenda Fitzgerald, directora del CDC, al presentar los últimos datos. “Esta epidemia tiene un gran impacto en nuestra sociedad”.

Hasta ahora se creía que la crisis se centraba en los blancos residentes en zonas rurales Un niño del 2016 vivirá 78 años y siete meses, un mes menos que en el 2015 y dos que en el 2014 El consumo en exceso de drogas provocó el pasado año 63.000 decesos, un 21% más

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BRIAN SNYDER / REUTERS Personal sanitario de emergencia­s atendiendo a un hombre de 32 años inconscien­te tras una sobredosis de opiáceos en Boston, el pasado agosto

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