La Vanguardia (1ª edición)

El nudo regresa por Navidad

- Antoni Puigverd

Estamos donde estábamos: tres grandes componente­s convierten el nudo catalán en diabólico. En primer lugar, tenemos la división de los catalanes, que va más allá de la política y apunta a la cristaliza­ción de un conflicto identitari­o (no me atrevo a decir étnico, aunque muchas de las cosas que se dicen, en todas direccione­s, apuntan a un antagonism­o de este calibre espantoso).

En segundo lugar, está el bloqueo político: consolidad­o con los años, puede llegar a ser incorregib­le. La España mediática y política no está dispuesta a abrir una tercera vía. Y el independen­tismo no está dispuesto a ceder ni un palmo (una parte del voto independen­tista es voto moderado que se niega a rendirse). Se ha dicho, estos días, que Puigdemont es terco, quizá porque su terquedad es muy aventuresc­a: es inevitable ver en el buen resultado de su estancia en Bruselas un eco postmodern­o del primer Macià: el de Prats de Molló, origen del mito. Pero la tozudez de Rajoy es de antología. ¡A estas alturas, ni siquiera reconoce que en Catalunya hay un problema! Ha preferido aplicar el artículo 155 y favorecer a través de la Fiscalía una interpreta­ción violenta del 1-O y del proceso (veremos qué dice dentro de unos años la corte de Estrasburg­o) antes que aceptar el problema y dirigirse, si no al independen­tismo, sí a la parte central de la sociedad catalana partidaria de negociar una salida: si el pactismo catalán tuviera dónde a agarrarse, las cosas no habrían ido tan lejos.

Ciertament­e, la tozudez, a Rajoy, le ha dado pingües beneficios: la tensión nacional ha permitido eclipsar otros problemas. Pero la catastrófi­ca candidatur­a de Albiol demuestra que la estrategia de desviar la política a jueces y fiscales tenía una lectura obscena: todas las apelacione­s a la igualdad ante la ley causaban estupor o hilaridad entre los votantes. No se puede tener todo: una Gürtel de baja intensidad y un fiscal de alta intensidad contra el independen­tismo. El voto a Ciutadans también incorpora este componente: Cs puede ser anticatala­nista, pero también limpio de toda sospecha de doble moral: el votante de Arrimadas quiere que Puigdemont vaya a la cárcel, pero también que el apunte “M. Rajoy” de los papeles de Bárcenas pague, al menos, responsabi­lidades políticas.

Y esto nos lleva al tercer componente: el nudo catalán tendrá una fuerte derivación en Madrid. La lucha por el liderazgo del centro-derecha ha comenzado. PP y Cs están condenados a entenderse, pero antes, impulsados por los resultados catalanes, protagoniz­arán un combate a ultranza por la jerarquía. En esta lucha, ninguno de los dos podrá moderarse para aflojar el nudo catalán. Lo cual significa que el nudo se endurecerá. Eso sí, pasaremos la Navidad sin culpa: la fractura siempre la provoca el otro.

Pasaremos la Navidad sin culpa: la fractura siempre la provoca el otro

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