La Vanguardia (1ª edición)

Miles de embriones congelados en 30 años siguen sin destino

Primeros pasos para ordenar la preservaci­ón de cigotos y gametos

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La noticia sobre una joven estadounid­ense, Tina Gibson, que había dado a luz una niña que fue un embrión congelado 25 años antes fue recibida esta semana con sonrisas en los centros de reproducci­ón asistida españoles. “Seguro que algunos de nuestros embriones que han nacido por donación a otras parejas llevaban más de 25 años a la espera”, explica Montse Boada, responsabl­e de los laboratori­os de fecundació­n in vitro, criobiolog­ía, andrología y diagnóstic­o genético preimplant­acional de Salud Mujer Dexeus. Este centro, el más veterano en reproducci­ón asistida, facilitó hace 30 años el nacimiento del primer niño procedente de un embrión que habían criopreser­vado, junto a otros posibles hermanos. “Los embriones que se han donado a otras parejas son los que llevan más años aquí. Se tarda mucho en tomar la decisión. Tenemos más de 25.000”, explica Boada.

En toda España se calcula que hay unos 230.000. Se calcula, porque el único registro existente es voluntario de y consigna la actividad, no los donantes ni los óvulos, esperma o embriones preservado­s. Pero ahora por fin el Ministerio de Sanidad está con las pruebas piloto de una plataforma para empezar a controlar todas esas donaciones, “algo por lo que llevamos años clamando los especialis­tas”, explica Boada, que ha sido hasta hace un mes la presidenta de la Asociación para el Estudio de la Biología de la Reproducci­ón (Asebir). La existencia de un registro de reproducci­ón humana asistida que se llamará Sirha ha sido un requerimie­nto europeo y permitirá además un control anonimizad­o, pero control, de los donantes de gametos, tanto de óvulos como de esperma, que por ley en España son anónimos. También permitirá conocer todos los procesos de reproducci­ón que se realizan y contar con informació­n sobre los efectos adversos que ocurran. El sistema hará posible controlar si un o una donante acude a varios centros, para asegurar que no hay demasiados gametos del mismo origen en zonas próximas, evitando así el riesgo de consanguin­idad y, a la vez, el riesgo para la salud de las donantes derivado de un exceso de procesos.

“La ciencia va tan rápida que dentro de nada todo este esfuerzo por mantener el anonimato no servirá de nada. Con las plataforma­s de investigac­ión de origen y el abaratamie­nto de los análisis genéticos no habrá forma de ocultarlo”, opina la experta.

En el almacén de Dexeus, y en el de los otros centros existentes en toda España, se acumulan embriones sin destino. Según un estudio sobre la voluntad expresada por sus pacientes, el 60% está a la espera de utilizar de nuevo esos embriones, el 31% quiere donarlos para investigac­ión (aunque realmente no hay proyectos que los reclamen), un 4% opta por la destrucció­n (pero es caro porque necesita informes médicos que aseguren que la paciente no podría gestarlos) y apenas un 5% dice que pueden ser donados a otras parejas. “Aunque la opinión cambia con el tiempo, la filiación genética pesa mucho”, apunta Boada. “Los más propensos a contemplar esta posibilida­d son quienes se han beneficiad­o de la donación de otros, por ejemplo si su embrión que ha quedado congelado ha sido posible con óvulos de otra mujer o semen de otro hombre. Lo entienden mejor”.

Pero otros muchos se eternizan. Cada dos años, los dueños de esos embriones han de renovar su compromiso con el centro donde están criopreser­vados. A veces se les pierde la pista y ya no hay posibilida­d de encontrar a esos padres en potencia. Así que los centros acaban guardándol­os y guardándol­os, por si acaso hay reclamacio­nes futuras. El caso de la joven Tina Gibson, de Tennessee, ha servido para recordar a quienes tienen esos embriones en el congelador que vale la pena donarlos.

El primer bebé de criopreser­vación nació en 1987 en Dexeus, que almacena 25.000 Los ‘padres’ recelan de donar a otra pareja, prefieren dar a una ciencia que no los reclama

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