La Vanguardia (1ª edición)

UN RINCÓN PARA LA CERVEZA

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Hackescher Markt congrega a su alrededor una vidilla atrayente, y es un eslabón fijo en la peripecia de todo turista en Berlín, pues desde aquí se llega a pie fácilmente a la isla de los museos, que concentra una parte importante de la oferta cultural de esta ciudad. Al visitar los recodos de la estación, aparecen retazos interesant­es de cultura popular y gastronómi­ca. Así, en uno de los Bogen se encuentra la cervecería artesanal de Oliver Lemke, donde el dorado líquido se elabora siguiendo las reglas de la Reinheitsg­ebot (ley de Pureza), norma que todos los cerveceros alemanes siguen, y de la que presumen con orgullo. La ley de Pureza estipula los cuatro únicos ingredient­es que debe contener la cerveza: agua, lúpulo, malta y levadura. El 23 de abril de 1516, el duque de Baviera Guillermo IV presentó a la nobleza bávara en Ingolstadt esta ley, que en aquel primer texto no mencionaba la levadura, a pesar de que se usaba. (Fue incluida a nivel legal a finales del siglo XIX.) La ley de Pureza celebró el año pasado su quinto centenario y, según las autoridade­s alemanas, es la normativa alimentari­a aún vigente más antigua del mundo. Pero prosigamos. Varios establecim­ientos de Hackescher Markt se ubican en la fachada opuesta de la estación, mientras en la plaza surgen improvisad­os puestos de venta de bisutería o golosinas, y algún que otro cantante callejero o grupo bailón de rap desafía los episodios de nieve que nos visitan estos días.

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