Antonio Ortuño
ESCRITOR
El mexicano Antonio Ortuño publica La vaga ambición, un volumen con cinco historias relacionadas y protagonizadas por el mismo personaje, un escritor cuarentón y gris que guarda cierta relación con el autor.
La vaga ambición (Páginas de Espuma) es el libro de cuentos con que el mexicano Antonio Ortuño (Zapopán, 1976) ganó el último premio Ribera del Duero, dotado con 50.000 euros. Se trata de una obra con una unidad, no una mera recopilación sino una estructura en la que se encajan cinco historias protagonizadas por el mismo protagonista, un escritor cuarentón y gris, que es el que a su vez escribe la sexta historia. “Es falsamente autobiográfico –explica Ortuño, en una visita a Barcelona–, saqueo mi experiencia pero no me interesa la autoficción porque me alcanza el dinero para pagarme terapia y no necesito la literatura para eso. Sencillamente quería transmitir la vitalidad de la experiencia, pero imaginando y distorsionando. Miento y recorto, convierto en ficción. Eso me permite escribir sobre la literatura sin los juegos metaliterarios al uso ni ningún tipo de romanticismo, lo hago desde un punto de vista más carnal. La vida literaria se parece, simplemente, a las penurias que pasan un conductor o un camarero en sus oficios”.
Una de las historias se ambienta en el concurrido mundo de los mexicanos que trabajan en Hollywood, “en unos porcentajes elevadísimos, tengamos en cuenta que hay 15 millones de mexicanos en EE.UU”. En los brainstorming del cine, hay gente que solo escribe las escenas de sexo, otros los diálogos de chicas... “El resultado es que se extermina la singularidad del escritor, hay cien personas que tienen que ver con cada guión”. A través de un pacto fáustico, el personaje ganará mucho dinero pero perderá su alma porque “una vez incorpora los diálogos cursis y remilgados de pronto ya no encuentra otra manera de escribir”. Ortuño se permite, a lo largo del libro, varios registros y temáticas, desde un homenaje al Quijote –“crecí leyendo a todos los clásicos, eran más baratos”– a un ajuste de cuentas con su padre. “Bueno, no quiero hacer como Knausgård, y explotar lo hijoputa que es mi padre a lo largo de seis volúmenes, a mí me bastaba con un cuento. Mi padre tiene 90 años y sigue siéndolo, pero como no me lee... Yo tenía 35 años cuando asumí al fin que me había secuestrado”.
En ocasiones, el lector viaja a contiendas clásicas, como la batalla de Hastings entre normandos y sajones en el siglo XI. “Ahí hablo, en el fondo, del poder de la literatura para que nos afecten cosas que no tienen nada que ver con nosotros. El modo de animar a las tropas es como las charlas antes del partido que dan hoy los entrenadores de fútbol”.
El escritor que protagoniza La vaga ambición se llama Arturo Murray y, como tantos de sus colegas, como el propio Ortuño, “tiene que vencer una cantidad innombrable de obstáculos, desde los de la industria editorial, incluyendo la ferocidad de los críticos, a los íntimos, como aquella pareja que no es capaz de terminar tu cuento o, peor aún, que finge que le ha gustado”.
“No hago autoficción porque ya me alcanza el dinero para pagarme terapia”, asegura el autor