Dar opción al posibilismo
Quiero creer que todos hemos aprendido algo de lo ocurrido a partir de octubre
¿Qué han dicho los catalanes el 21-D? ¿Qué opciones de gobierno existen? Una primera lectura es aparentemente desalentadora. Estamos ante el riesgo de una balcanización de Catalunya. Debemos resistir ese fatalismo. Pienso que hay espacio para el posibilismo. Para un gobierno amable con la democracia y eficaz para afrontar los grandes desafíos del siglo XXI.
Hablo de balcanización en el sentido de este término después de las guerras de los Balcanes. Una sociedad dividida en bandos hostiles e irreconciliables, movida por el deseo de venganza. Por la rage de vouloir
conclure, la rabia de concluir de la que habló Gustave Flaubert, ese deseo estéril y dañino que en ocasiones anima a la humanidad.
La retórica de bandos y los mapas para ver cómo se distribuyen por provincias, ciudades, distritos, barrios y hasta por calles fomenta esta visión fratricida y enfermiza. Deberíamos ir con cuidado en este tipo de retóricas porque a fuerza de repetirlas se convierten en realidad.
Es cierto, sin embargo, que una lectura primaria de los resultados electorales parece confirmarla. El voto se ha concentrado en dos opciones hostiles: en la lista de Carles Puigdemont y alrededor de Inés Arrimadas. Da la impresión que los votantes se han movido más por sentimientos destructivos (de ira, rencor, odio, venganza, deseo de frenar o aplastar al otro) que por impulsos positivos. Leídos de esta forma, los resultados del 21-D son desgarradores. Parecen abocar a nuevas elecciones. Con el resultado de acentuar la balcanización. Gestionar esta situación sería prácticamente imposible para cualquier gobierno.
Pero ¿es eso realmente lo que deseamos los catalanes? ¿No hemos aprendido nada desde el 2015 y, más en particular, desde el 6 y 7 de septiembre? ¿No hay una opción para el posibilismo? Creo que la hay.
Por un lado, los resultados del 21-D vuelven a decir que no hay mayoría social para un referéndum. Por otro, a pesar de haber sido la más votada, no hay posibilidad de un gobierno de Inés Arrimadas. Pero la aritmética parlamentaria tampoco da margen para un gobierno partidario del independentismo unilateral. La CUP ha dicho que sólo apoyará la unilateralidad. ERC ha renunciado a ella. Los comunes no apoyarán a ningún candidato de la lista de Puigdemont. El PSC no hará presidente a un independentista. Ciutadans y el PP quieren un “borrón y cuenta nueva”.
Con estas premisas, si hacen números verán que un gobierno partidario de la unilateralidad y presidido por Carles Puigdemont o alguien de su lista tendría, por distintas razones, más votos en contra que a favor. Pero un gobierno de ERC+JxCat que renuncie a la unilateralidad, busque la convivencia y respete la legalidad, aunque tendría en contra a la CUP, podría contar con la abstención o con el apoyo pactado de comunes o socialistas.
En cualquier caso, necesitamos un gobierno que sea capaz de abrir un espacio al posibilismo. Un gobierno amable con la democracia y capaz de explorar todas las posibilidades de mejora del autogobierno que tiene la autonomía. De lo contrario, Catalunya se arriesga a ser una sociedad irrelevante, ensimismada, balcanizada e incapaz de hacer frente a los grandes desafíos sociales, tecnológicos y económicos de este siglo. Quiero creer que todos hemos aprendido algo de lo ocurrido a partir de octubre.