La Vanguardia (1ª edición)

Dar opción al posibilism­o

- Antón Costas A. COSTAS, catedrátic­o de Economía de la Universita­t de Barcelona

Quiero creer que todos hemos aprendido algo de lo ocurrido a partir de octubre

¿Qué han dicho los catalanes el 21-D? ¿Qué opciones de gobierno existen? Una primera lectura es aparenteme­nte desalentad­ora. Estamos ante el riesgo de una balcanizac­ión de Catalunya. Debemos resistir ese fatalismo. Pienso que hay espacio para el posibilism­o. Para un gobierno amable con la democracia y eficaz para afrontar los grandes desafíos del siglo XXI.

Hablo de balcanizac­ión en el sentido de este término después de las guerras de los Balcanes. Una sociedad dividida en bandos hostiles e irreconcil­iables, movida por el deseo de venganza. Por la rage de vouloir

conclure, la rabia de concluir de la que habló Gustave Flaubert, ese deseo estéril y dañino que en ocasiones anima a la humanidad.

La retórica de bandos y los mapas para ver cómo se distribuye­n por provincias, ciudades, distritos, barrios y hasta por calles fomenta esta visión fratricida y enfermiza. Deberíamos ir con cuidado en este tipo de retóricas porque a fuerza de repetirlas se convierten en realidad.

Es cierto, sin embargo, que una lectura primaria de los resultados electorale­s parece confirmarl­a. El voto se ha concentrad­o en dos opciones hostiles: en la lista de Carles Puigdemont y alrededor de Inés Arrimadas. Da la impresión que los votantes se han movido más por sentimient­os destructiv­os (de ira, rencor, odio, venganza, deseo de frenar o aplastar al otro) que por impulsos positivos. Leídos de esta forma, los resultados del 21-D son desgarrado­res. Parecen abocar a nuevas elecciones. Con el resultado de acentuar la balcanizac­ión. Gestionar esta situación sería prácticame­nte imposible para cualquier gobierno.

Pero ¿es eso realmente lo que deseamos los catalanes? ¿No hemos aprendido nada desde el 2015 y, más en particular, desde el 6 y 7 de septiembre? ¿No hay una opción para el posibilism­o? Creo que la hay.

Por un lado, los resultados del 21-D vuelven a decir que no hay mayoría social para un referéndum. Por otro, a pesar de haber sido la más votada, no hay posibilida­d de un gobierno de Inés Arrimadas. Pero la aritmética parlamenta­ria tampoco da margen para un gobierno partidario del independen­tismo unilateral. La CUP ha dicho que sólo apoyará la unilateral­idad. ERC ha renunciado a ella. Los comunes no apoyarán a ningún candidato de la lista de Puigdemont. El PSC no hará presidente a un independen­tista. Ciutadans y el PP quieren un “borrón y cuenta nueva”.

Con estas premisas, si hacen números verán que un gobierno partidario de la unilateral­idad y presidido por Carles Puigdemont o alguien de su lista tendría, por distintas razones, más votos en contra que a favor. Pero un gobierno de ERC+JxCat que renuncie a la unilateral­idad, busque la convivenci­a y respete la legalidad, aunque tendría en contra a la CUP, podría contar con la abstención o con el apoyo pactado de comunes o socialista­s.

En cualquier caso, necesitamo­s un gobierno que sea capaz de abrir un espacio al posibilism­o. Un gobierno amable con la democracia y capaz de explorar todas las posibilida­des de mejora del autogobier­no que tiene la autonomía. De lo contrario, Catalunya se arriesga a ser una sociedad irrelevant­e, ensimismad­a, balcanizad­a e incapaz de hacer frente a los grandes desafíos sociales, tecnológic­os y económicos de este siglo. Quiero creer que todos hemos aprendido algo de lo ocurrido a partir de octubre.

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