La Vanguardia (1ª edición)

Como envenenar al cuñado

- Joaquín Luna

Como todo el mundo reparte buenos deseos por Navidad, me gustaría informar a los lectores de que existen métodos económicos y fiables para asesinar a los cuñados en la mismísima mesa familiar, un óbito que, bien administra­do, puede animar la sobremesa y propiciar la cancelació­n de eventuales shows infantiles, recitales poéticos y chistes picantes.

El cuñado suele ser un señor con apariencia afable al que uno sólo desearía lo mejor de ser vecino y no cuñado, en especial cuando lo da todo en estas fiestas, bien en su faceta de invitado o anfitrión.

¿Es peor el cuñado anfitrión o el cuñado invitado? Hay muchas teorías al respecto aunque el resultado sea el mismo: el cuñadismo provoca ardor de estómago, ataques de ira y promesas renovables de que es la última Navidad compartida.

Un sistema muy práctico es inyectar unas gotas de polonio en el cava o el turrón que, año tras año, aporta al banquete con el sabido comentario:

–Es un cava cojonudo. Producen pocas botellas porque se ganan muy bien la vida con la bolsa de valores y sólo las venden a los amigos.

Como se trata de un cava infumable y económico, basta con tres gotitas cuyo sabor no distinguir­á la víctima porque lo mismo le da ocho que ochenta con tal de disfrutar de haber enredado a la familia política un año más.

Si el cuñado es de los que traen el turrón, resulta recomendab­le el polonio ruso porque lo entrañable es que fallezca entre 60 y 90 minutos después de la ingestión, de manera que los trámites burocrátic­os le pillen a uno en el típico estado letárgico.

Una opción elegante es matarlo a langostino­s de Vinaròs. Es importante que sean frescos aunque el precio se dispare. Se hierven 48 langostino­s por cuñado procurando que la fuente esté al alcance de la víctima. Conviene la complicida­d de los vecinos de mesa. Un tío abuelo veterano de Ifni, por ejemplo, es un cómplice entusiasta:

–Come, majo, que están muy ricos y a mi edad no me convienen. Además, ¡hay que celebrar el 0-3!

Una opción ganadora es solicitar su visión de la situación de Catalunya a la hora de los postres. Si es de los cuñados que se sientan en la mesa de Navidad con lazo amarillo, deslice dos o tres nombres elegidos al azar –Espartero, Bobby Deglané o el perillán de Pablo Casado– y espere a que la mención surta efecto letal. Si se trata de un cuñado unionista, luzca usted un lazo amarillo y disfrute viendo como el buen rollo y la libertad de expresión hacen efecto.

Si desaprovec­ha estos consejos y en el fondo es un sentimenta­l, piense que hay muchos cuñados por el mundo, esperando su oportunida­d, y no es justo que unos coman langostino­s, pollo relleno o almejas de gorra y otros duerman en la calle aunque sean forofos del Real Madrid o cuñados de Sergio Ramos, ese monstruo.

Una opción elegante es servir 48 langostino­s de Vinaròs por cuñado y dejar la fuente cerca

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