Lecciones de las elecciones
Las décimas elecciones que Catalunya ha tenido en los últimos siete años permiten extraer algunas lecciones de urgencia sobre el comportamiento electoral y la validez de los sondeos electorales. En todo caso, las elecciones nos proporcionan mucha información que requerirá mucho tiempo para su análisis. Para contribuir a ello, GAD3 y La Vanguardia pondrán a disposición de todos los investigadores los datos de la encuesta publicada al cierre de urnas.
Sin la encuesta, que logró anticipar a las ocho horas del 21-D la victoria, por primera vez en la historia del Parlament, de un partido no nacionalista, y la revalidación de la mayoría absoluta de los tres partidos soberanistas, ahora muchos estarían cuestionando la validez científica de los sondeos electorales. De hecho, los que siguen cuestionando los sondeos no citan ninguna de las encuestas de GAD3 para La Vanguardia: “No dejes que una buena encuesta estropee un titular”. La experiencia sobre el terreno de GAD3 en procesos con resultados tan sorprendentes como la victoria del no en el plebiscito de paz en Colombia, la victoria de Trump en Estados Unidos o el triunfo del Brexit nos animó a seguir midiendo el voto hasta el final, pues si algo se está demostrando en todo el mundo es que el votante cada vez toma su decisión más tarde. En ninguno de los casos citados hubo encuestas a cierre de urnas, por lo que los cambios de última hora fueron achacados a una mala medición demoscópica. Además, los resultados fueron tan ajustados en términos de votos que una pequeña variación habría dado lugar al titular esperado por la mayoría.
Éramos conscientes de que las elecciones al Parlament son las más difíciles de estimar de todo el país, debido al elevado número de representantes y a la desproporcionalidad y gran diversidad de voto entre las cuatro circunscripciones. Barcelona tiene el récord en número de representantes, 85, le siguen a distancia los 54 parlamentarios que España envía al Parlamento Europeo. En el Congreso de los Diputados las dos provincias más pobladas, Madrid y Barcelona, eligen 36 y 31 representantes, respectivamente. Por otro lado, la desproporcionalidad en provincias tan diferentes produce grandes alteraciones entre el voto y la distribución de escaños. En esta ocasión, ERC, con prácticamente los mismos votos que Junts per Catalunya, ha logrado dos escaños menos gracias al gran apoyo que Carles Puigdemont ha logrado en su tierra.
Las elecciones han confirmado lecciones que ya sabíamos, como que las coaliciones electorales nunca suman: en las urnas uno más uno raramente son dos. Las dos formaciones que hace dos años acudieron juntas en la coalición Junts pel Sí han recuperado cuatro de los nueve escaños que perdieron al coaligarse, en buena parte gracias a la recuperación del antiguo votante de ERC que hace dos años apostó por la CUP. Igualmente se ha demostrado que el elector catalán, adelantándose a las corrientes electorales que se están imponiendo en el mundo occidental, es muy estratégico y discierne mucho en función de la urna y de la situación. En esta ocasión, el gran beneficiado de ese voto estratégico o voto útil ha sido Ciudadanos, que ha conseguido captar unos 200.000 votos de sus compañeros del bloque constitucionalista, principalmente del PP, pero también de la abstención. Si los alcaldes socialistas saben hacer la lectura adecuada de los resultados del 21-D, lograrán ampliar su base electoral en las elecciones municipales del 2019, porque una de las consecuencias del procés ha sido el derrumbe de los diques ideológicos de izquierda y derecha a costa de abrirse un muro entre ambos bloques identitarios.
Las elecciones también han permitido dilucidar cuál de los dos factores electorales tendría mayor peso en la decisión de los antiguos votantes de Junts pel Sí, si el voto útil o el presidencialismo. En el último tramo de la campaña pareció imponerse el voto útil favoreciendo a ERC frente a la lista de El nostre president pero finalmente quedaron en tablas. La victoria en escaños, como vimos, se debe al origen del candidato; en Girona sí que se ha impuesto el factor candidato. Allí Junts per Catalunya ha logrado siete de las quince actas, cuatro más que Esquerra Republicana de Catalunya.
Los que todavía piensan que las campañas electorales no deciden ningún voto pueden sacar de estas elecciones una buena lección. Entre la encuesta de inicio de campaña y la del día de las elecciones cambiaron su voto medio millón de electores, principalmente dentro del mismo bloque identitario: el mayor movimiento ha sido el ascenso de Ciudadanos a costa del PP y del PSC después. En el otro bloque, los indecisos se fueron decantando por Junts per Catalunya y en el tramo final por ERC. Pero el movimiento más determinante ha sido la paulatina reducción de antiguos votantes de Junts pel Sí, que en esta ocasión apostarían por Catalunya en Comú o por el Partit dels Socialistes. No estaban de acuerdo con la forma de llevar a cabo el procés ni por sus consecuencias para Catalunya, pero finalmente las noticias judiciales de la campaña les ha llevado a votar por formaciones soberanistas.
Por último, las elecciones han vuelto a demostrar que la inmensa mayoría de los electores que responden a las encuestas lo hacen con sinceridad. Y aquí destaca el votante catalán con las mayores tasas de respuesta y de sinceridad de todo el país. Si el sondeo a cierre de urna nos permitió estimar el comportamiento electoral de 5 millones de los 5,3 millones censados, es decir, del 94% del electorado, es gracias a la respuesta sincera de los más de 3.000 electores que entrevistamos. Sus respuestas nos han permitido saber cuál era su apuesta política por una Catalunya mejor, pero más importante aún, nos han transmitido el anhelo de la gran mayoría social de recuperar la senda de la convivencia y de la normalidad democrática. A todos ellos ¡muchas gracias y Feliz Navidad!
Entre la encuesta de inicio de campaña y la del 21-D cambiaron su voto medio millón de electores