Mecenazgo, mejoras y trampas
Los agentes de la filantropía cultural señalan lagunas que el Gobierno debe abordar en la nueva ley
El 17 de noviembre del 2015, la Fundación Sorolla daba por concluida la campaña de crowdfunding o micromecenazgo que había lanzado un mes antes para adquirir el cuadro Almendro en flor. Trescientas noventa y una personas aportaron 26.305 euros, a razón de un promedio de 67 euros cada una. Faltaban 16.695 euros para llegar a los 43.000 exigidos, pero el Ministerio de Cultura puso la diferencia. Cada micromecenas pudo deducirse de sus impuestos el 50% de los 150 primeros euros que hubiera aportado y, a partir de esa cantidad, el 27,5%. Con la reforma ya entonces aprobada, pero que no entraría en vigor hasta el 1 de enero de 2016, esas deducciones habrían llegado al 75% y el 30%, respectivamente.
El Gobierno, por boca del subdirector general de Industrias Culturales y Mecenazgo, Borja Álvarez, señalaba hace días el caso de ese cuadro del Almendro en flor como ejemplo y modelo de lo que debe ser la filantropía social en España. Después de recordar el compromiso del ministerio de elaborar una nueva ley de Mecenazgo en esta legislatura, Álvarez subrayó la necesidad de “reforzar el mix financiero público y privado de la cultura”, lo que requiere “un empujón fiscal” que anime a la parte privada. El Ejecutivo quiere que esa parte “no venga sólo de las empresas y fundaciones sino de la ciudadanía”. Pues mientras en Francia la porción de personas físicas donantes alcanza el 79%, en España ese porcentaje se limita al 41%; el resto son empresas.
El subdirector general expuso estos datos y objetivos en una jornada monográfica sobre el tema, con 200 participantes entre ponentes y personas implicadas o interesadas en el patrocinio cultural. Uno de los motivos o pretextos de la cita fue la presentación de la recién creada Unidad Cultura y Mecenazgo, encargada de captar recursos y dar a conocer las posibilidades y el marco legal de las ayudas a las actividades culturales. El responsable del nuevo ente, Néstor Nongo, fue muy claro en su lanzamiento de SOS: “La crisis nos ha abierto los ojos. Los sectores público y privado deben ir de la mano en esto. El Estado no puede hacerlo solo. Se requiere una alianza social por el mecenazgo. Haremos un apostolado laico para que empresas y particulares conozcan qué es el mecenazgo”, dijo.
Juristas especializados, representantes de fundaciones y mecenas particulares fueron enseguida más allá y denunciaron las no pocas lagunas, restricciones y trampas que encuentran en el sistema de ayudas a la cultura. Empezando por los límites reales de las deducciones tributarias. “Los incentivos para las personas físicas funcionan de manera que todo se concentra en el micromecenazgo”, indicó Alejandro Blázquez, profesor de Derecho Financiero. La mayor cortapisa esté en el límite de las deducciones por donación, situado en el 10% de la base liquidable. “Eso dificulta muchísimo las donaciones de cierta entidad”, adujo Blázquez.
La directora de relaciones institucionales y de la asesoría jurídica de la Asociación Española de Fundaciones, Isabel Peñalosa, coincidió en que “hay que hacer lo posible para incrementar las grandes donaciones”. Y sobre la reforma que ha mejorado las deducciones a las aportaciones menores indicó que, si bien la medida puede haber conseguido aumentar el número de pequeños donantes, las cantidades así aportadas han subido seguramente muy poco, tal vez de 150 a 200 euros como promedio: “Muy lejos de los importes medios de los países de nuestro entorno”.
En las mismas reclamaciones coincidió el director gerente de la Asociación Española de Fundraising (captación de fondos privados para entidades no lucrativas), Fernando Morón Limón. “La deducción del 75% para los primeros 150 euros de una donación privada es importante –dijo–, pero falta dar un paso a favor de las grandes aportaciones de empresas y fundaciones, para las cuales el sistema de desgravación parece un poco atascado”.
El coleccionista y mecenas Adolfo Autric, ganador del premio al Mecenazgo Nacional por su apoyo económico al Museo de Artes Decorativas, consideró en conversación con La Vanguardia que los incentivos fiscales a las donaciones “son generosos, pero mentirosos”. Porque “si la aportación es de cierta cuantía, resulta prácticamente imposible que la puedas deducir, al depender de tus ingresos ese año”. Autric puso varios ejemplos. “Un señor que esté en el ínfimo porcentaje de los que ganan 600.000 euros al año o más no podrá deducirse más de 18.000 euros en ese ejercicio, y además tampoco podrá repartir el incentivo en varios años como en cambio sí pueden las empresas”. Y “si uno gana 90.000 euros, “como el presidente del Gobierno, lo más que podrá deducirse son 2.500 euros”, señaló. Y aún más: “Si cobras la pensión máxima de jubilación (2.500 euros al mes) y donas un Goya valorado en tres millones de euros de los que teóricamente podrías deducirte un millón, en la practica sólo puedes deducirte 900 euros. Y claro, todo esto desincentiva, pues a nadie le gusta que le engañen”, lanzó.
En contrapunto a estas quejas, la directora de comunicación de la Fundación Albéniz y jefa de la consultora Arte y Empresa, la francoespañola Marjorie Nétange, comentó que “aquí suele mirarse con envidia el sistema francés de mecenazgo cuando en realidad no hay una gran diferencia en lo que es el marco legal ni las deducciones”. Y si allí las empresas se desgravan hasta el 60% por donaciones, en España pueden llegar al 40% al tercer año consecutivo. “Aquí nos escondemos en la falta de incentivos fiscales cuando el problema no es tanto de porcentaje como de educación y sensibilización de la sociedad civil para interesar a la gente en la causa del mecenazgo”, proclamó. Y esgrimió un estudio de la Fundación Española de Fundraising que demuestra que para la mayoría de las compañías (66%) el asunto fiscal no es determinante a la hora de elegir sus aportaciones.
Para captar fondos de los particulares, Nétange abogó por hacer campañas de micromecenazgo como las que anualmente efectúa el museo parisino del Louvre, con el resultado de entre 500.000 y un millón de euros recaudados de pequeños donantes, con contribuciones por un promedio de 120 euros. El mecenazgo, remarcó Nétange, es “una herramienta de participación ciudadana con una vertiente económica pero también con un sentido emocional de implicación en los proyectos y un significado democratizador de la cultura”.
Patricia Gabeiras, del bufete especializado Gabeiras y Asociados, recordó al Gobierno su doble “obligación constitucional” de, por un lado, ofrecer una ley de Mecenazgo ajustada a criterios de “economía, eficacia y eficiencia”, y, por otro, de “garantizar el derecho a la cultura”. Desde esa perspectiva, advirtió contra la tentación de desviar hacia el sector privado las “facultades y obligaciones públicas” de apoyo a las actividades de este ámbito. Con vistas a la reforma legislativa, Gabeiras propuso que los incentivos de mecenazgo no vayan sólo a las fundaciones sino también por ejemplo a las sociedades culturales, como ya ocurre en Valencia. Y que las aportaciones no tengan que consistir siempre en dar dinero, sino también en ofrecer garantías y avales convenientemente incentivados.
El abogado Alejandro Blázquez defendió que las empresas puedan hacer donaciones sin fundaciones de por medio y que se facilite el mecenazgo en las herencias mediante un reajuste de los tipos del impuesto de sucesiones, demasiado altos –dijo– en algunas comunidades. En la misma línea, Isabel Peñalosa, de la Asociación de Fundaciones, demandó “un entorno regulatorio más claro y ágil”, es decir, “menos hostil y burocrático”, para hacer fluir mejor los recursos privados hacia la cultura. Y Gabeiras cuestionó la existencia de fundaciones públicas que compiten con las privadas y que no tienen mucho sentido puesto que la administración ya dispone de órganos encargados de velar por el interés general en este campo.
Conclusión: se diría que, en cuestión de filantropía cultural, España está en mantillas.
“Los incentivos para las personas físicas están demasiado volcados en el micromecenazgo” “Nos quejamos de pocos incentivos, pero el problema es de sensibilización”, opina Marjorie Nétange Un ejemplo serían las campañas del Louvre, que cada año capta casi un millón de euros de pequeños donantes