Tribalistas fuera de tiempo
Han pasado ya más de tres lustros desde la eclosión de Tribalistas y del éxito absoluto dentro y fuera de Brasil del disco de título homónimo. Aquel Brasil que asistió a ese alumbramiento musical vivía tiempos complicados: socialmente, la crisis era galopante, y musicalmente, la escena local estaba huérfana de nuevas referencias de tirón popular. En esas coordenadas, la complicidad de Arnaldo Antunes, Carlinhos Brown y Marisa Monte supuso un acontecimiento no sólo porque tres grandes artistas daban forma a un supergrupo sino también porque se juntaban tres notables compositores, un arreglista de campanillas y una de las voces más atractivas –Monte– de la música popular brasileña.
El regreso ahora de la gloriosa tripleta se produce con un álbum que vuelve a llamarse como ellos, sin mayores aditamentos lexicográficos. ¿Para transmitir una idea de continuidad a pesar de este lapso de quince años? Más bien no, porque aquel Tribalistas era provocativo, optaba por la ruptura y husmeaba en otras estilísticas que también eran genuinamente brasileñas, como el funk carioca, pero que habitualmente habían sido obviadas. Ahora, en cambio, el Tribalistas del 2017 carece de ese ímpetu transgresor, aunque sea plásticamente atractivo y ligeramente poético. No se evidencia una inquietud por hurgar en nuevas sonoridades o presentar un discurso público de tintes agitadores. Más bien, lo que se propone en este agradable comeback producido por Marisa Monte es mostrarse optimistas y más lúcidos.