Tiempos de mesías
Intérpretes: Gabrieli Consort & Players (Paul McCreesh); Capella Reial y Concert des Nations (Jordi Savall); Instruments of Time & Truth (Edward Higginbottom) Lugar y fechas: Palau de la Música (19, 20 y 21/XII/2017) Esta Navidad, quizás una de las más inciertas en muchos años para Catalunya, y ciertamente muy marcada por el mesianismo, se ha visto precedida por varias interpretaciones de El Mesías. Claro está que la obra de Händel es arte y belleza que conjuga razón y fe, mientras que la derivada mesiánica suele ser peligrosa ficción de poco calado. Nada habrá más bienaventurado que el trabajo bien hecho y el respeto; por ello, en la escena musical, que tiende a armonizar lo visual con lo auditivo, desentona exhibir símbolos externos, respetables sí en el pensamiento de cada uno, que se ejerce en los hechos y no en la mera exhibición.
Tres Mesías (sin el artículo El, como insiste un comentarista en el programa del Palau, como si ello tuviese algún significado) fueron propuestos en días sucesivos. Todos con orquesta pequeña (incluso sin clavecín la versión de Higginbottom), y no más de 13 cuerdas altas en dos coros, y si Paul McCreesh trabajó con 4 cellos y dos contrabajos en el participativo de La Caixa, su orquesta careció de intencionalidad y misterio en el fraseo y el sonido; algo que marcó esta versión, con escasa imbricación entre solistas (bajo y soprano) con el discurso instrumental, y escasa musicalidad en el tenor y en los pasajes corales de los Gabrieli Consort & Players. Un Mesías con cuerpo y sin espíritu. Entusiasmo sí en los cantaires, aunque habría que pensar en renovar esos coros para revitalizar expresión.
Al día siguiente (20) llegó la propuesta de Jordi Savall, eficaz como siempre, aunque una versión que debería profundizar en sensibilidad. En este concierto, como en el de La Caixa, el contratenor debió ser sustituido, y aquí pudo lucir su profesionalidad y naturalidad Ga- briel Díaz, que es parte de la Capella Reial, muy aplaudido. La versión fue elocuente en sonido, con corporalidad los pequeños coros de la Capella, y si bien la línea vocal de los solistas no fue homogénea (pequeños problemas en el registro bajo el tenor) tanto soprano como bajo resultaron convincentes. Tempos homogéneos, escaso recurso a matices de dinámica y contrastes en coros y orquesta y en algún caso climas poco subrayados en relación al texto.
Finalmente, Higginbottom hizo un Mesías pleno de frescura e intensidad expresiva e interioridad. Y naturalidad en voces muy jóvenes y de carácter (Rowan Pierce y Alexander Chance en los registros agudos, el convincente y evangélico tenor Daniel Norman, y el bajo Nicholas Mogg). La gran tradición de Oxford estaba allí, configurada a través de la importancia de la palabra clave subrayada, y con ornamentación sencilla y poco artificial. En lo instrumental, el grupo más pequeño pero más expresivo de todos, sin la rítmica del clave, y el continuo sustentado en el órgano. El coro (con cuatro voces por sección) y como altos cuatro contratenores, dejó ver jugosa armonía y contrastes de timbres con un director que sabía lo que decía y profundizó en la sensibilidad.