La Vanguardia (1ª edición)

Messi tritura el diseño de Zidane

- POR LA ESCUADRA Santiago Segurola

El Barça asfaltó en el Bernabeu su camino al título y, de paso, recogió regalos de Navidad por todos los campos. Las derrotas del Atlético y del Valencia multiplica­n el valor de su victoria sobre el Real Madrid, un partido que explica los misterios del fútbol. Hace cuatro meses, en la Supercopa, pareció que el Madrid condenaba a galeras al Barça. Ahora, Zidane tiene que empezar a preocupars­e por su puesto. Florentino Pérez no se distingue por su paciencia.

Necesitaba el Barça una victoria de este calibre. El desorden del verano y los malos pronóstico­s sobre el equipo evitaron los crudos debates que caracteriz­an al club, lo del estilo y todo eso. El equipo necesitaba algo más que buenos resultados. Pedía reconocimi­ento. Lo consiguió ayer en el lugar preciso –el Bernabeu– y en el momento adecuado. El 0-3 deja al Real Madrid a 14 puntos del líder. No hay noticias de una remontada de parecido calibre. Si todo es como parece, el Madrid se

Paulinho es la versión mejorada de un jugador al que Valverde sacó chispas: Raúl García

aboca a una crisis de cuidado.

A Zidane le pudo el miedo y la nostalgia. Se acordó de los marcajes de Kovacic a Messi en la Supercopa y le alineó con los titulares. Confeccion­ó un equipo inédito esta temporada, más conservado­r de lo habitual y con bastante menos creativida­d. Prefirió un centrocamp­ista abnegado a Isco, que no jugó un minuto del encuentro. El fracaso fue colosal. El Madrid está en las antípodas del pujante equipo que ganó la Supercopa y el Barça hace tiempo que olvidó aquella afrenta. En el Bernabeu enterró el recuerdo definitiva­mente.

Mereció la victoria, con un amplio abanico de jugadores en un excelente registro. Ter Stegen confirmó el porterazo que es. Sergi Roberto volvió a recorrer el Bernabeu como si fuera su finca particular. Piqué y Vermaelen estuvieron impecables. Busquets sufrió en el primer tiempo, pero impresionó en el segundo. Iniesta y Rakitic dejaron numerosas huellas de su clase. Paulinho dijo muy poco con la pelota y mucho sin ella. Es la versión mejorada de un jugador al que Valverde sacó chispas: Raúl García. La fórmula le funcionó bien en el Athletic y ahora muy bien en el Barça. Luis Suárez ha vuelto a encontrars­e con el gol. Le falta encontrars­e un poco mejor con la pelota.

El Barça jugó al tran-tran el primer tiempo y bailó al Madrid en el segundo. Ahí apareció Messi con todo su esplendor. Gobernó el partido con tanta autoridad que enmudeció al Bernabeu. Esta vez emergió su brillantez como estratega. Dejó mal a Kovacic, que fracasó en su intento de anularle, y a Zidane. Por carácter y palmarés, el Madrid no puede manifestar su terror a un futbolista, por sensaciona­l que sea. Menos aún en un partido que le obligaba a la victoria o a renunciar a la Liga.

La importanci­a de Messi fue tan abrumadora que resultó decisivo en un gol en el que no participó. Fue el primero del Barça, precedido por una brillante maniobra de Busquets y la excelente conducción de Rakitic, favorecida por la inhibición de Kovacic. El hombre estaba tan preocupado por Messi que prefirió facilitar la internada de Rakitic antes que abandonar el marcaje del argentino, un disparate que simbolizó la tremenda capacidad de influencia del genio del Barça y el error de Zidane en el diseño de su equipo. El Madrid transmitió todo lo contrario de lo que necesitaba en un clásico que renovó el misterio del fútbol: no se ha concretado nada de lo que se suponía en el verano. Qué juego más juguetón.

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DANI DUCH Luis Suárez, autor del primer gol del partido, tuvo una gran oportunida­d en esta acción ante Keylor Navas
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