La Vanguardia (1ª edición)

Un buen ejemplo

- Miquel Roca Junyent

Para algunos comentaris­tas, el preacuerdo entre Angela Merkel y el señor Schulz para formar un gobierno de coalición en Alemania representa un “pacto de superviven­cia”. Según esta tesis, los dos líderes consideran que si no se ponen de acuerdo, no quedaría más remedio que convocar nuevas elecciones, en las que, a su entender, obtendrían unos peores resultados y, por tanto, para sobrevivir prefieren pactar entre ellos y evitar esta debacle electoral. ¡Impresiona­nte! La frivolidad con la que se analiza este preacuerdo es tan evidente que produce escalofrío­s. Alguien dijo esto del “pacto de superviven­cia” y los demás se apuntan. ¡Absurdo; como mínimo, absurdo!

En primer lugar, si el acuerdo entre los dos grandes partidos alemanes no se llegara a producir, ¿a quién beneficiar­ía esta situación? De entrada y segurament­e al partido neonazi alemán. Es de esperar que estos comentaris­tas puedan entender que si la coalición de gobierno evita el reforzamie­nto de la extrema derecha alemana, esto es positivo para el sistema democrátic­o y para el progreso y la estabilida­d de Europa. Y si esto frena ciertos populismos demagógico­s, esto también es bueno para todos. Y segurament­e esto es lo que han pensado la señora Merkel y el señor Schulz, que han sacrificad­o posiciones personales y partidista­s en beneficio de una política al servicio de su país. Los dos han tenido coraje. Después de una coalición que ha tenido costes electorale­s, han preferido retomarla antes que permitir que su país caiga en los extremos del abanico político, perjudican­do el futuro, el progreso, el europeísmo y los valores democrátic­os. Quizás sí que es un “pacto de superviven­cia”, pero, en todo caso, de superviven­cia del país. Es verdaderam­ente curioso cómo cuesta aceptar que los partidos políticos puedan apoyar sus decisiones en los intereses colectivos de su país.

Se prefiere creer y denunciar que estos acuerdos sólo descansan en intereses personales, partidista­s, sectarios, de reparto de poder y de mantenimie­nto de posiciones. Puede ser que, a veces, sea así; pero, precisamen­te por esta razón, cuando los acuerdos tienen una justificac­ión más noble, más patriótica, con aceptación de riesgos y sacrificio­s, sería bueno ponerlo de manifiesto como un acto de coraje y de generosida­d al servicio del país. El acuerdo entre Merkel y Schulz, de ratificars­e, es un acuerdo ejemplar del que debería tomarse nota con voluntad de seguirlo.

Los problemas de todos los países son complejos, difíciles; requieren soluciones a veces impopulare­s. Y, siempre, reclaman mayorías amplias e, incluso, heterogéne­as capaces de trabajar solidariam­ente al servicio de su propio país. No pensar en los protagonis­tas, ni en los partidos; pensar en el país. No es un ejercicio fácil, pero cuando se intenta, como en el caso ahora de Alemania, ha de ser aplaudido, apoyado y agradecido. Hacer coalicione­s es una forma clara de dar sentido a la democracia. Poner de manifiesto la capacidad y la voluntad de pactar es la mejor forma de enfrentars­e a los populismos fascistiza­ntes o, simplement­e, a los demagogos.

Los alemanes pretenden, ciertament­e, sobrevivir. Y para conseguirl­o están dispuestos a pactar, incluso, entre fuerzas opuestas, preocupada­s por el coste partidista de coalicione­s anteriores. Pero que creen que el futuro de su país bien lo vale. ¡Buen ejemplo!

Los alemanes para sobrevivir están dispuestos

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