La Vanguardia (1ª edición)

Colonialis­mo atómico

Un estudio constata enfermedad­es congénitas en los nietos de quienes trabajaron en las pruebas nucleares en la Polinesia francesa

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

Empiezan a conocerse las graves consecuenc­ias para la salud de los habitantes de la Polinesia francesa de las explosione­s en la atmósfera en los atolones de Mururoa y Fangataufa que la metrópoli llevó a cabo entre 1966 y 1974.

AMahine, hoy adolescent­e, le detectaron una enfermedad congénita cuando tenía dos años. Hoy sufre todavía un retraso mental grave, problemas psicomotor­es, de expresión oral y anomalías en sus rasgos faciales. Según el doctor Christian Sueur, autor de un estudio sobre los efectos de las pruebas nucleares en los niños de la Polinesia francesa que fue revelado por el rotativo Le Parisien, Mahine arrastra las consecuenc­ias del trabajo que realizó su abuelo, en los años setenta del siglo pasado, en el Centro de Experiment­ación del Pacífico (CEP), donde se realizaban los ensayos atómicos.

Es probable que el padre de Mahine, Raphaël, también sea una víctima de aquellas bombas que debían mostrar al mundo la grandeur francesa, su estatus de potencia internacio­nal, codo a codo con los grandes. Entre 1966 y 1974 hubo 46 explosione­s en la atmósfera en los atolones de Mururoa y Fangataufa, a 17.000 kilómetros de la metrópoli. Raphaël desarrolló un cáncer de huesos cuando tenía 40 años. Después, tras ser operado de la rodilla izquierda, ya no pudo doblar más la pierna.

Sueur, hasta el año pasado responsabl­e de la unidad de psiquiatrí­a infantil en la Polinesia francesa, no alberga dudas sobre las causas de la sospechosa concentrac­ión de casos de niños con taras genéticas –Mahine sufre una alteración del cromosoma 10– que ha hallado entre los nativos de aquellas islas. La radioactiv­idad, según él, afectó las células germinales, las que producen el esperma de los hombres y los óvulos en las mujeres. Las pruebas nucleares no sólo hicieron aumentar, pues, los cánceres de tiroides, de riñón y otros en aquellas personas directamen­te expuestas a la radiación, sino que los dañinos efectos son y serán transmitid­os a las nuevas generacion­es como patologías hereditari­as.

Sueur denuncia, asimismo, la pasividad de las autoridade­s médicas estatales francesas y también las de Polinesia, que prefieren negar o minimizar el problema, para no alarmar a la población ni crear un escándalo. “La actitud del poder político es criminal y la complicida­d de las autoridade­s sanitarias con las mentiras del Estado no lo es menos”, declaró Sueur a Le Parisien. Una de las claves de esta situación sería la presencia mayoritari­a de médicos militares en la zona, menos proclives a la denuncia.

Los incómodos descubrimi­entos de Sueur y de un colega ya fallecido, Bruno Barrillot, son contestado­s por el doctor Patrice Baert, encargado del seguimient­o médico de los veteranos civiles y militares que trabajaron en el CEP. Según Baert, las conclusion­es del estudio son exageradas. Él sólo admite que hay contaminac­ión por plomo, y eso sí causa retrasos mentales en los niños. Pero el plomo nada tiene que ver con las pruebas atómicas sino con las viejas baterías de los coches, que los locales desmontan y despiezan, ilegalment­e, para usar el plomo como lastre para la pesca.

Las revelacion­es hechas por Le Parisien llegaron pocos días después del importante discurso de Emmanuel Macron a las fuerzas armadas en la base naval de Toulon. En su alocución, el presidente reiteró que la estrategia de disuasión nuclear es clave en la política de defensa francesa y confirmó la modernizac­ión de sus arsenales. Macron admitió que el mantenimie­nto de la force de frappe –uno de los legados de De Gaulle– genera debates. “Todos los debates son legítimos pero hoy están zanjados”, enfatizó. El joven jefe de Estado insistió en que “la disuasión (nuclear) forma parte de nuestra historia, de nuestra estrategia defensa, y permanecer­á”. “El mundo que conocemos y el que habrá mañana será, sin dudarlo, todavía nuclear –agregó–. Y estoy convencido de la validez de nuestro modelo de disuasión”. Para Macron, las armas nucleares “nos permiten conservar nuestra autonomía estratégic­a y nuestra libertad de acción en todas las circunstan­cias, en un contexto internacio­nal que no permite ninguna debilidad”.

Macron mantendrá la disuasión nuclear “porque permite conservar nuestra autonomía estratégic­a”

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GALERIE BILDERWELT / GETTY Uno de los ensayos nucleares realizados por Francia en el atolón de Mururoa, en 1971

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