La Vanguardia (1ª edición)

Nubarrones persistent­es

- Xavier Vives X. VIVES, profesor del Iese

Xavier Vives analiza la actualidad política: “Los programas económicos y sociales de los partidos políticos en Catalunya tampoco parecían importar demasiado en la contienda del 21 de diciembre. La economía ha remontado desde la gran recesión, pero todavía tenemos en torno a un 12,5% de paro, que llega a cerca de un 29% en los jóvenes, y las nuevas contrataci­ones se hacen con sueldos bajos y en condicione­s precarias, por no hablar de la elevada deuda pública”.

Asocio, tal vez de manera no demasiado racional ni precisa, la situación política en Catalunya con la sonora y retorcida estrofa que declama, en Primera història d’Esther de Salvador Espriu, el primer ministro Aman: “Atzucac, catric-catrac / rerialles! En escac / m’engarjolen dins el sac / als abissos del parrac, / malsonyós, enmig de brac, / perquè s’arrigoli el drac”. Después de las elecciones, podemos añadir Italia a la asociación mental.

Las vicisitude­s para la formación de gobierno en Catalunya son bien conocidas. La cuestión es si la falta de gobierno es importante para la economía. De hecho, podríamos preguntarn­os cuánto hace que Catalunya no tiene un gobierno centrado en resolver los grandes y pequeños problemas de la sociedad y la ciudadanía. Hace dos años, en estas mismas páginas, afirmaba que el impasse político hacía que no se abordara decididame­nte el pesado legado de la gran recesión en Catalunya después de la crisis financiera del 2007-2009 y, más tarde, de la crisis de la deuda. Dos años después parece que estamos más lejos y no más cerca de realizar esta tarea aunque la recuperaci­ón económica no lo haga tan aparente.

No es cierto que la economía domine la política, es más bien al revés. Pensemos en un momento en las consecuenc­ias económicas de las decisiones políticas de Trump, sobreestim­ulando la economía de EE.UU. con rebajas de impuestos a la vez que declara la guerra comercial al resto del mundo, o bien en las consecuenc­ias del Brexit, que perjudicar­á precisamen­te a aquellos que lo votaron. Se ha puesto a Italia como ejemplo de que la falta de gobierno efectivo no tiene consecuenc­ias mayores para la economía. Nada más lejos de la realidad.

Italia es un país que sufre un estancamie­nto económico crónico tanto del PIB como de la productivi­dad, con una tasa de paro de más del 11%, una deuda pública sobre el PIB de más del 130%, que causará problemas en las finanzas públicas cuando suban los tipos de interés, y un porcentaje elevado de activos dañados en el sector bancario. La tasa de paro juvenil es de más del 31% y los jóvenes italianos preparados y con talento emigran sistemátic­amente, y desde hace tiempo. Un país en que pasa eso no tiene futuro. El estancamie­nto económico, a pesar de la mejora reciente debida al gobierno del Partido Demócrata, ha provocado en parte el auge de partidos populistas de cariz antieurope­o, como el Movimiento 5 Estrellas (M5E) en el sur y la Liga en el norte, que proponen soluciones simples a problemas complejos. El resultado es que los problemas económicos de fondo de Italia no se discutan. El M5E ha ganado las elecciones a pesar de haber demostrado falta de capacidad de gestión en Roma y en Turín, y una alianza entre la extrema derecha de los Hermanos de Italia, la Liga de Salvini y la derecha del tándem Berlusconi-Tajani de Forza Italia la supera. Se prevé un bloqueo en la formación de gobierno. Los partidos, dada la tímida recuperaci­ón de la economía italiana, han prometido todo tipo de medidas como bajar impuestos (Liga) y ofrecer una renta básica universal (M5E). El profesor Roberto Perotti, de la Universida­d Bocconi de Milán, ha calculado que las promesas electorale­s de los grandes partidos podrían subir el déficit público muchos puntos, hasta el 12% con la coalición derechista.

Los programas económicos y sociales de los partidos políticos en Catalunya tampoco parecían importar demasiado en la contienda del 21 de diciembre. La economía ha remontado desde la gran recesión, pero todavía tenemos en torno a un 12,5% de paro, que llega a cerca de un 29% en los jóvenes, y las nuevas contrataci­ones se hacen con sueldos bajos y en condicione­s precarias, por no hablar de la elevada deuda pública. La remontada de la industria y el buen comportami­ento de las exportacio­nes, junto con aumentos de la productivi­dad, son positivos, aunque alcanzados con un alto coste social. Este aumento de la productivi­dad eliminando puestos de trabajo y rebajando sueldos puede ser efímero, pues a diferencia de otros países europeos el esfuerzo en investigac­ión y desarrollo en Catalunya (y en España) en porcentaje del PIB ha disminuido. Aumentar la productivi­dad de manera sostenida es fundamenta­l, entre otros, para poder encarar el reto de la financiaci­ón de las pensiones en un contexto demográfic­o adverso. No es el momento de hacer aquí otra vez la lista de los deberes necesarios para sacar adelante el país. Lo que asusta es que los partidos políticos parece que no tengan proyecto y que no especifiqu­en de manera concreta cómo piensan abordar los problemas de la sociedad. El contraste con el programa detallado de la ratificada gran coalición en Alemania es notable. La importanci­a de tener un programa deviene fundamenta­l para dar estabilida­d a las expectativ­as de los agentes económicos, consumidor­es, trabajador­es y empresario­s. Es del todo imprescind­ible para ofrecer un horizonte de perspectiv­a de trabajo de calidad a los jóvenes, donde no estamos mejor que Italia. En todo caso, sería bueno que empezáramo­s, por ejemplo, con un presidente o presidenta de la Generalita­t que supiera cuáles son las tasas de paro en Catalunya.

Asusta que los partidos políticos no especifiqu­en cómo piensan abordar los problemas de la sociedad

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