Instructora en derechos humanos
Cynthia Petrigh enseña a soldados internacionales el respeto a los derechos humanos
Suele actuar bajo un sol abrasador, protegida por la sombra de un mango, vestida con pantalones, camisa larga, y pelo recogido, improvisando PowerPoint de plástico colgados de las ramas de un árbol. Sus aulas suelen ser la naturaleza; su escuela, la sabana, y sus alumnos, soldados y oficiales uniformados que aprenden las primeras nociones de algo tan lejano hasta entonces de sus vidas como los derechos humanos. Es el trabajo habitual de Cynthia Petrigh, una francesa que lleva más de 20 años de experta internacional en negociación humanitaria y situaciones posconflicto y que ha dedicado los últimos siete a entrenar a militares en el respeto a los derechos fundamentales y la prevención de la violencia sexual.
Petright pasó el último semestre del 2017 en la República Centroafricana (RCA) entrenando a las fuerzas locales en la misión de la Unión Europea EUTM CAR. En su “aula” encontró a un centenar de antiguos rebeldes, de 14 grupos armados, que habían decidido pasarse al ejército regular. Ello, además de uniforme nuevo y disciplina, incluía aprender de Petrigh que incluso las guerras tienen límites. Este es el título de uno de los manuales que ha publicado y que aplica en sus clases, sea en la República Centroafricana o en Mali, donde entrenó a 2.700 soldados en el 2013 y el 2014. Una misión de la UE actualmente bajo mando español.
En definitiva, se trata de adaptar los ejércitos al siglo XXI. Para explicarlo, Petrigh recurre a la comparativa histórica. Cuenta cómo en 1895, en la batalla de Solferino, tan cruel que decidió a Henri Dunan a crear la Cruz Roja Internacional, hubo miles de víctimas, entre las cuales un solo civil. Ahora las proporciones se han invertido. El 80% de las víctimas de los conflictos bélicos son mujeres y niños. Hace sólo 18 años que las Naciones Unidas reconocieron por primera vez el efecto diferenciado y desproporcionado que causan los conflictos armados en mujeres y niños. La resolución 1.325 lo certificó en el 2000. “Las mujeres desempeñan un papel extraordinario en los conflictos –cuenta Cynthia Petright– en la ausencia de los hombres, ellas cuidan de la comunidad, asumen las responsabilidades. Durante mucho tiempo, al acabar la guerra, se ha querido enviar a las mujeres de vuelta a la cocina. No lo aceptaremos más”. Petrigh argumenta que los procesos de paz que cuentan con la participación de las mujeres tienen un 30% más de posibilidades de mantenerse. La razón: “Las mujeres ponen temas distintos encima de la mesa, las causas reales del conflicto. Cuando dejas la solución a hombres armados, el acuerdo se acaba limitando a un reparto del poder”.
Pero el mandato de la ONU no se traduce aún en aplicación práctica. De 1.168 acuerdos de paz firmados en los últimos años, sólo un 18% hace referencia explícita a las mujeres, al sufrimiento padecido y a medidas para paliarlo. Más datos reveladores: las mujeres son menos del 4% de los firmantes de estos acuerdos y suman sólo el 9% de los equipos de mediación.
En sus clases, hay una pregunta que Petrigh siempre tiene que contestar: ¿por qué yo no puedo vengarme si mis adversarios lo hacen cada día? Responde apelando a su sentido de la humanidad: “Recordarles que cada uno tiene una madre, una hermana, un hijo. Si hablas a la gente sobre humanidad, podrán conectar con los tiempos en que actuaban como seres humanos. Convencerles para que no actúen como bandidos”.
Según Petrigh, sus clases dan resultados. Cita un caso especialmente emotivo para ella. En un rincón remoto de la selva en Mindanao, al regresar a una aldea donde había estado trabajando como mediadora, vivió un episodio magnífico. Cuando el ejército llegó al lugar para proceder a una detención, la población no huyó sino que los esperó a pie de aldea para exigirles la orden de detención. Inusitada demanda que provocó el desconcierto de la tropa que acabó dando media vuelta. Cynthia está muy orgullosa de aquellos “aventajados alumnos”. El respeto a los derechos humanos se acababa de hacer un hueco en sus vidas para quedarse.
“Les recuerdo que cada uno tiene una madre, les convenzo para que no actúen como bandidos”