La Vanguardia (1ª edición)

Empezar a hablar

- Laura Freixas

To prompt the conversati­on” (suscitar la conversaci­ón): ese fue el propósito de Clare Gannaway, directora de la sección de arte contemporá­neo de la Manchester Art Gallery, cuando hace un mes decidió descolgar el cuadro Hylas y las ninfas (1896), del pintor prerrafael­ita John Waterhouse, que muestra a un hombre vestido y siete jovencitas desnudas. El telón de fondo de este asunto es el movimiento #MeToo: una protesta contra la visión de las mujeres (de carne y hueso o pintadas) como meros objetos, bellos, pasivos, utilizable­s, frente a un hombre que monopoliza la condición de sujeto deseante. Ahora, en su lugar, hay un cartel que invita a las y los visitantes a expresar su opinión mediante post-its.

Para mí, la huelga de mujeres convocada para hoy representa algo parecido: un intento de llamar la atención. De hacer que empecemos a hablar de la desigualda­d, que hasta hace cuatro días se cuestionab­a poco. De acoso sexual, violencia de género, prostituci­ón, brecha salarial, escasez de mujeres en puestos de poder, trabajo doméstico y de cuidados gratuito… ¡Ay! Yo he leído y escrito estos datos tantas veces, que me parece que todo el mundo tendría que saberlos de memoria. Pero no hay manera: si por ejemplo, como pasa estos días, se habla de pensiones, parece importar más el 0,25% de subida que la diferencia de treinta y tantos puntos entre la pensión media masculina y la femenina.

A los articulist­as que he leído (varones: son, de lejos, mayoría), lo ocurrido en Manchester no les ha gustado nada. Que si puritanism­o, que si censura... Tranquilos: el cuadro (una cursilería mayúscula, por cierto, en mi humilde opinión) sólo se ha ido al depósito por un tiempo, el necesario, dice Clare Gannaway, para hacernos reflexiona­r sobre por qué, en una sala poéticamen­te titulada In pursuit of beauty (la persecució­n de la belleza), lo que de hecho vemos son señores persiguien­do a jovencitas. A mí, la condena de los articulist­as, tan previsible, no me parece mal: mejor eso que el silencio con que suele aceptarse la desigualda­d, como si fuera natural, normal, incuestion­able, que los hombres piensen, pinten, escriban, manden, rodeados de mujeres accesorias o decorativa­s.

Ojalá la huelga de hoy sirva para que de verdad mujeres y hombres, políticas y políticos, directoras y directores, artistas y periodista­s de ambos sexos empecemos a hablar.

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