Convencer por KO
Tenía trece años y buscaba una revista para leer en catalán. En Canigó encontré... ¡a Quim Monzó! Era 1975. Escribía una sección de periodismo contracultural, con fotografías recortadas y parodias de textos: un intermedio entre El be negre de antes de la guerra y el Polònia de hoy. ¿Habría seguido leyendo con la misma pasión de no haberlo encontrado? ¿Me habría dedicado yo mismo a escribir en los periódicos? Es una pregunta que muchos autores de mi generación nos hacemos a menudo. Monzó abrió todos los caminos por los que hemos transitado cómodamente: cuentos, columnas, radio, tele. Sin olvidar la novela: Benzina y La magnitud de la tragèdia son libros potentísimos, mucho más influyentes de lo que se dice.
Monzó ha trasladado a las páginas del diario las enseñanzas del nuevo periodismo. Escribe columnas que son cuentos (simulan cartas enviadas desde la Universitat d’Estiu de Prada, por ejemplo), introduce la primera persona, explica que trabajaba de aprendiz y usaba guardapolvo, pero al mismo tiempo lleva una antenita que le permite estar al día más que nadie de escritores, películas y otros columnistas: te lo cuenta y te convence por KO.
Como todos los grandes autores ha inventado su tradición, que no es la de Gaziel y Pla que siempre se cita: son las rumbas de Joan de Sagarra, los billetes de Ramon Barnils en Tele/eXpres, es Tom Wolfe, Fran Lebowitz, El be negre, los Monty Python, Sławomir Mrozek. Una tradición de la que apetece formar parte. Los lectores leyendo, los escritores escribiendo y todos aplaudiéndole. Qué contento estoy.