Milagro: ¡visca el Real Madrid!
Muchos barcelonistas se sentaron ante el televisor para ver el PSGReal Madrid con bufanda azul y terminaron dando vivas al Real Madrid, cuya victoria, lejos de amargarles la noche, como en tantas citas europeas, les provocó una insólita satisfacción, un fenómeno astral y pasajero que sólo es visible por el ojo humano cada 1.350 años.
¿Justicia poética? ¿Masoquismo? ¿Ataque de asepsia? Por una noche, el aficionado (azulgrana en este caso) percibió el duelo como un enfrentamiento churchilliano entre la visión romántica del fútbol y la artificial. Una alucinación, sin duda, porque ni el Real Madrid de Florentino Pérez puede representar el ideal del fútbol perdido ni el PSG de propiedad qatarí está tan alejado del modelo de otros cuartofinalistas de esta edición, que insinúa el más serio asalto del fútbol inglés al trono europeo en años. Lo cierto es que muchos aficionados del Barça y del resto del mundo –sobre todo del resto de Francia– hicieron suyo al Real Madrid.
¿Y Neymar? Bien, gracias, en Brasil, recuperando fuerzas de cara al Mundial, la eterna historia de los cracks brasileños: cobran de Europa y juegan para Brasil. Hablando de justicia social, poética o femenina: el dinero los aleja de su mundo –Brasil es algo más que un país para sus futbolistas– y ellos se cobran la revancha anteponiendo siempre el Mundial a los clubs que les pagan.
Cuando Neymar tonteaba con el PSG, Gerard Piqué alimentó la esperanza con el “se queda”, reforzado por un argumento sólido
Neymar ya tiene argumentos para fugarse del PSG en verano aunque cotiza menos, ilusiona menos y es menos futbolista que hace un año
que el propio Piqué transmitió a Ney: ir al fútbol francés es incompatible con las aspiraciones de crecimiento porque es una liga incapaz de ser televisivamente exportable y cuyo nivel –tan descompensado– “condena” una y otra vez al PSG. Tanto dinero, tanto derroche y a día de hoy el club de París no ha sido capaz de igualar a clubs de Francia con memoria en el dorsal: el Olympique de Marsella del golfo de Bernard Tapie, su presidente (campeón de Europa en 1993) o el humilde Saint Étienne (quizás el subcampeón más querido de la historia, con otro pirata por bandera, Dominique Rocheteau).
La lesión ha librado a Neymar de dar explicaciones al fútbol. Lo visto anteanoche en el Parque de los Príncipes será su mejor argumento para la espantada, cantada tras el Mundial de Rusia, lo que arranca una sonrisa amarga si evocamos la intensidad del sainete de su fichaje por el Barça de Sandro Rosell, nueve meses ya en Soto del Real.
Ney sólo habrá perdido un año en su carrera pero hoy por hoy, el destinado a suceder a Lionel Messi al frente del FC Barcelona y del fútbol mundial ilusiona menos, cotiza menos y es menos futbolista de lo que era en marzo del 2017. Y lo triste es que no da la impresión de que le importe mucho.