La Vanguardia (1ª edición)

Cuando falla la mente

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ Barcelona

Kevin Love tiene firmado un contrato de 91 millones de euros. DeMar DeRozan estampó su rúbrica en otro de 112 millones. Unas cifras como para no preocupars­e ni por el presente ni por el futuro. Son jugadores cotizados de la NBA, hombres importante­s en el engranaje de sus franquicia­s. Tipos en plenitud, admirados por los aficionado­s. Y, sin embargo, son los dos últimos ejemplos de que no todo es tan bonito ni tan fascinante en un deportista de élite. El primero, ala-pívot de los Cleveland Cavaliers, ha confesado que sufrió un ataque de pánico en pleno partido el pasado 5 de noviembre. El segundo, estrella de los Toronto Raptors, confirmó hace unos días que batalla desde su juventud contra un cuadro de depresión. Dos casos que han hecho girar la mirada hacia la salud mental en hombres acostumbra­dos a capear con la presión. Esa victoria que se decide al final, este tiro que no entra, ese entrenador que aprieta y aprieta...

Volviendo la mirada a Love siempre ha tenido fama de blando, de esconderse cuando llega la hora de sacar las castañas del fuego. Oficialmen­te abandonó el partido contra los Atlanta Hawks por enfermedad. Eso es lo que dijo entonces de manera protectora su equipo. Lo que ocurrió en realidad lo explica el jugador con todo lujo de detalles: “Cuando llegué al banquillo sentí que mi corazón se aceleraba más rápido de lo normal y estaba teniendo problemas para recuperar el aliento. Era como si mi cerebro intentara salir de mi cabeza. Mi boca sabía a tiza. Sabía que no podía volver a ingresar en el partido”, escribió Love en un extenso artículo en The Players Tribune. Estaba absolutame­nte aterroriza­do. El partido le había superado. Por eso no podía seguir ni un minuto más allí. Ni en el banquillo. “Me fui corriendo. Me encontré en el vestuario pasando de habitación a habitación. Era como si mi cuerpo me estuviera diciendo que estaba a punto de morir. Me tumbé en el suelo, tratando de encontrar aire para respirar”, añadió el ala-pívot.

Nunca anteriorme­nte en su carrera había pensado en pedir ayuda a un psicólogo o a un terapeuta. Considerab­a que eso no formaba parte de los triunfador­es del deporte, que si iba a buscar ese tipo de auxilio le considerar­ían un bicho raro dentro del vestuario. Pero el 5 de noviembre cambió su prisma y se puso en manos de un especialis­ta. “Durante 29 años pensaba en la salud mental como un problema ajeno. Nunca pensé que fuera para mí. Lo considerab­a un síntoma de debilidad que podría hacerme descarrila­r de mi éxito. Todos cargamos con cosas que nos pueden doler más si las seguimos enterrando”.

Kevin Love, que actualment­e se encuentra lesionado, aseguró que una de las razones

“Era como si mi cuerpo me estuviera diciendo que estaba a punto de morir”, explica Love

que le habían llevado a hacer público su episodio fueron las revelacion­es de hace unos días de DeRozan. El alero de los Toronto Raptors escribió un tuit antes del All Star: “Esta depresión saca lo mejor de mí”. Un mensaje que extrañó al público hasta que el jugador, de 28 años, aclaró su significad­o en una entrevista concedida al Toronto Star. “No es algo de lo que me avergüence. Ahora, a mi edad, entiendo cuánta gente ha pasado por esto. Y si sólo sirve para que alguien piense que yo he pasado por esto y sigo ahí fuera, teniendo éxito en lo que hago, estará bien para mí”. DeRozan cree que los episodios de depresión han forjado su manera de ser. “Soy muy callado con la gente que no me conoce. Siempre me mantengo distante, pero miro de la misma forma a todas las personas que se cruzan en mi camino. Ya puede ser la persona más pequeña de la calle o el más grande del mundo que los voy a tratar a todos con el mismo respeto”. Tras conocer el caso de Love, DeRozan declaró estar “muy satisfecho de haberle servido como inspiració­n. Mi intención era la de ayudar a otros a abrirse”.

La depresión en el mundo del deporte ha provocado casos trágicos, como el del exguardame­ta del Barcelona Robert Enke, que se suicidó en el 2009. En otras ocasiones se trata simplement­e de miedo, no ser capaz de superar la simple práctica profesiona­l de un deporte que ha sido tu vida. Es lo que le ocurrió al tenista estadounid­ense Mardy Fish, que sufrió un ataque de pánico en el 2012 antes de enfrentars­e a Roger Federer en el Open de Estados Unidos. No compareció a aquel encuentro y desde entonces su carrera se marchó por el sumidero, con muchos parones y muy poquitos partidos disputados, antes de poner fin a su trayectori­a en el 2015 tras haber luchado contra las arritmias. “Mi corazón se volvió loco y no era capaz de pararlo”. Cuando falla la mente...

 ?? JIM MONE / AP ??
JIM MONE / AP

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain