Cuando falla la mente
Kevin Love tiene firmado un contrato de 91 millones de euros. DeMar DeRozan estampó su rúbrica en otro de 112 millones. Unas cifras como para no preocuparse ni por el presente ni por el futuro. Son jugadores cotizados de la NBA, hombres importantes en el engranaje de sus franquicias. Tipos en plenitud, admirados por los aficionados. Y, sin embargo, son los dos últimos ejemplos de que no todo es tan bonito ni tan fascinante en un deportista de élite. El primero, ala-pívot de los Cleveland Cavaliers, ha confesado que sufrió un ataque de pánico en pleno partido el pasado 5 de noviembre. El segundo, estrella de los Toronto Raptors, confirmó hace unos días que batalla desde su juventud contra un cuadro de depresión. Dos casos que han hecho girar la mirada hacia la salud mental en hombres acostumbrados a capear con la presión. Esa victoria que se decide al final, este tiro que no entra, ese entrenador que aprieta y aprieta...
Volviendo la mirada a Love siempre ha tenido fama de blando, de esconderse cuando llega la hora de sacar las castañas del fuego. Oficialmente abandonó el partido contra los Atlanta Hawks por enfermedad. Eso es lo que dijo entonces de manera protectora su equipo. Lo que ocurrió en realidad lo explica el jugador con todo lujo de detalles: “Cuando llegué al banquillo sentí que mi corazón se aceleraba más rápido de lo normal y estaba teniendo problemas para recuperar el aliento. Era como si mi cerebro intentara salir de mi cabeza. Mi boca sabía a tiza. Sabía que no podía volver a ingresar en el partido”, escribió Love en un extenso artículo en The Players Tribune. Estaba absolutamente aterrorizado. El partido le había superado. Por eso no podía seguir ni un minuto más allí. Ni en el banquillo. “Me fui corriendo. Me encontré en el vestuario pasando de habitación a habitación. Era como si mi cuerpo me estuviera diciendo que estaba a punto de morir. Me tumbé en el suelo, tratando de encontrar aire para respirar”, añadió el ala-pívot.
Nunca anteriormente en su carrera había pensado en pedir ayuda a un psicólogo o a un terapeuta. Consideraba que eso no formaba parte de los triunfadores del deporte, que si iba a buscar ese tipo de auxilio le considerarían un bicho raro dentro del vestuario. Pero el 5 de noviembre cambió su prisma y se puso en manos de un especialista. “Durante 29 años pensaba en la salud mental como un problema ajeno. Nunca pensé que fuera para mí. Lo consideraba un síntoma de debilidad que podría hacerme descarrilar de mi éxito. Todos cargamos con cosas que nos pueden doler más si las seguimos enterrando”.
Kevin Love, que actualmente se encuentra lesionado, aseguró que una de las razones
“Era como si mi cuerpo me estuviera diciendo que estaba a punto de morir”, explica Love
que le habían llevado a hacer público su episodio fueron las revelaciones de hace unos días de DeRozan. El alero de los Toronto Raptors escribió un tuit antes del All Star: “Esta depresión saca lo mejor de mí”. Un mensaje que extrañó al público hasta que el jugador, de 28 años, aclaró su significado en una entrevista concedida al Toronto Star. “No es algo de lo que me avergüence. Ahora, a mi edad, entiendo cuánta gente ha pasado por esto. Y si sólo sirve para que alguien piense que yo he pasado por esto y sigo ahí fuera, teniendo éxito en lo que hago, estará bien para mí”. DeRozan cree que los episodios de depresión han forjado su manera de ser. “Soy muy callado con la gente que no me conoce. Siempre me mantengo distante, pero miro de la misma forma a todas las personas que se cruzan en mi camino. Ya puede ser la persona más pequeña de la calle o el más grande del mundo que los voy a tratar a todos con el mismo respeto”. Tras conocer el caso de Love, DeRozan declaró estar “muy satisfecho de haberle servido como inspiración. Mi intención era la de ayudar a otros a abrirse”.
La depresión en el mundo del deporte ha provocado casos trágicos, como el del exguardameta del Barcelona Robert Enke, que se suicidó en el 2009. En otras ocasiones se trata simplemente de miedo, no ser capaz de superar la simple práctica profesional de un deporte que ha sido tu vida. Es lo que le ocurrió al tenista estadounidense Mardy Fish, que sufrió un ataque de pánico en el 2012 antes de enfrentarse a Roger Federer en el Open de Estados Unidos. No compareció a aquel encuentro y desde entonces su carrera se marchó por el sumidero, con muchos parones y muy poquitos partidos disputados, antes de poner fin a su trayectoria en el 2015 tras haber luchado contra las arritmias. “Mi corazón se volvió loco y no era capaz de pararlo”. Cuando falla la mente...