La pobreza y la desigualdad avivan una nueva revuelta en Marruecos
Miles de personas en Jerada protagonizan violentos enfrentamientos con la policía
Como sucedió en Alhucemas o en Zagora, sólo se ha necesitado una cerilla para que el incendio se haya propagado en la ciudad marroquí de Jerada, ubicada en la zona Oriental. El pasado miércoles, miles de lugareños se enfrentaron a las fuerzas de seguridad, con el balance de al menos nueve detenidos y varios policías heridos, algunos de extrema gravedad. Lo que ya se conoce como el hirak (la revuelta) de Jerada ha tomado el relevo al hirak del Rif, momentáneamente apaciguado por las autoridades, pero que se mantiene con la mecha encendida.
La explosión de cólera en Jerada no es nueva ni ha surgido de repente. Si en el Rif el desencadenante fue la muerte de un pescador, aquí también se ha necesitado una tragedia. La cólera y la decepción en Jerada vienen alimentándose desde finales de diciembre, cuando dos hermanos, de 23 y 30 años, perdían la vida mientras trabajaban en una mina clandestina, cerrada desde 1999. Azotada por la crisis económica y la falta de tejido productivo y social, la ciudad es una antigua villa minera que ya no puede vivir de esa actividad. Las minas están cerradas, pero los pobladores siguen extrayendo carbón de manera clandestina porque es su único modo de subsistencia.
Los notables de la localidad nadan en la riqueza gracias a estas extracciones irregulares, llevadas a cabo por mineros que se ven forzados a bajar a los pozos en unas condiciones lamentables de seguridad. En diciembre, una súbita subida del agua anegó los pozos donde se encontraban trabajando tres de ellos, uno de los cuales pudo salvarse, pero no los dos hermanos. En los últimos años más de cien personas han perdido la vida en esas minas cerradas.
En Jerada, la falta de soluciones para la zona fue incrementando el malestar, que llegó a su punto culminante la pasada semana con la detención de dos jóvenes líderes de la revuelta. Desde entonces se han sucedido las manifestaciones de protesta, inmediatamente prohibidas por las autoridades, que amenazan con “una respuesta firme frente a los comportamientos irresponsables”. La embajada de Estados Unidos en Rabat recomienda a sus nacionales que no viajen a la zona.
Pese a las prohibiciones, la rabia ha sido más poderosa. El miércoles, miles de personas se acercaron en marcha hacia los pozos mineros. Algunos llegaron a amenazar con lanzarse a ellos con la intención de suicidarse. Las fuerzas policiales, con refuerzos llegados desde la cercana Oujda, lo impidieron en medio de una batalla campal que se prolongó durante varias horas.
Las causas del estallido en Jerada son exactamente las mismas que alimentaron la revuelta en el Rif. Los ciudadanos exigen un cambio en el modelo de desarrollo marroquí que sepa conjugar los aspectos económicos con los sociales. “Al igual que en el Rif, también para Jerada existen planes de mejora que no se han llevado a cabo. La conclusión es que la gente ya no se cree nada de los políticos y los partidos que les sustentan y han decidido exigir justicia por sus propios medios”, señala un actor político local.
Situado en la zona fronteriza con Argelia, la región ha sobrevivido
La muerte de dos mineros clandestinos y la detención de dos líderes de la protesta han encendido la mecha El declive del sector minero y la reducción del comercio con la vecina Argelia hunden la economía local
durante varias décadas gracias al contrabando de mercancías entre ambos países y a la minería. El cierre de fronteras en el año 1994, con el consiguiente endurecimiento de los controles, y el cese de la actividad minera por motivos de escasa rentabilidad han sacudido a esta región de forma muy dura, a lo que se une la sucesión de periodos de sequía. Sus habitantes se han convertido en auténticos supervivientes en medio de tales desastres.
Como sucedió en el Rif, los lugareños de Jerada esperan una intervención similar a la llevada a cabo por Mohamed VI, que cambió a medio gobierno y exigió que los ministros respondieran directamente ante él por los retrasos en los planes de ayuda a la región. El 13 de octubre, el monarca ya advirtió en un discurso ante el Parlamento en la necesidad de poner en marcha un modelo de desarrollo distinto, “en el que las demandas y las necesidades crecientes de los ciudadanos reduzcan las diferencias territoriales y hagan valer la justicia social”. El problema se encuentra en que, desde ese discurso, el monarca alauí apenas ha pasado unos pocos días en su reino.